Hermes y Afrodita

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En mis pasatiempos, acompañando almas en el inframundo y entreteniéndolas con la astucia de un joven ladrón pupilo de viejos cuentacuentos, andaba presto a cumplir con mi labor desobedeciendo cualquier postulado que el sentido común convertía en ética. Y en aquel viaje malicioso, comprando a precio de basura las voluntades de cualquiera dispuesto a venderse, me ganaba el beneplácito de aquellos que nacieron ingenuos y seguían como polillas cualquier luz mesiánica que, como venía a ser su destino, terminara haciendo de ellas carbón.
Pero Hades ama a todos sus hieródulos por igual y, en virtud de su ingenio, me presentó a una diosa del amor que, aún siendo yo maestro de la más maquiavélica hermenéutica, no ví venir en intenciones. Hechizado, terminé bajo un atuendo de bufón, arrastrándome y babeando como un fiel y adiestrado Cancerbero a merced de pasiones y otros desdichados quehaceres, cuyos daños colaterales me transformaron en el hazmereír de mis patéticos śequitos. Fue horrible y vergonzoso agonizar ante ellos de una forma tan humillante: ahogado en los lagos de lágrimas donde antes escupía sin el más mínimo respeto.
Por suerte, resucité pronto. Y aquella breve cura de humildad, lejos de enseñarme a ser quien no podía ser, me convirtió en una especie aún peor.
No tengo remedio...


Micro relatos escritos en un purgatorio donde, a menudo, me encuentro con genteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora