El color de los recuerdos

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Sobrestimada calamidad:

Te complicabas la existencia como si en ello consistiera quererse y el dolor fuera la magnitud con la que se pesan los entregados corazones; antes de convertir el mío en plomo y llevarlo lastrando, herido y acorazado sobre esos ríos de pena que fluyen al borde de la locura, en la turbia y triste víspera de una ruptura donde me obligué siempre a caminar erguido... aún sintiéndome cabizbajo.
Y de aquellas lloviznas que quiero olvidar de finales de primavera, abrazados mirando rumbo al horizonte perdido, entre cuentos de nieblas cegando bellamente lo que había más allá de nosotros; formabas, horas más tarde, catastróficas tempestades; rompiendo como el trueno, pero sin ese relámpago advirtiéndome de lo que había por venir. Y ahora, movidos por tus vientos hacia direcciones opuestas, te buscas sin embargo entre mis versos y me llamas entre reproches públicamente; esperando romper mi tregua indefinida desde que decidí no querer formar parte de tu vida, ni saber, ni hacerla partícipe de lo que considerabas los quehaceres de un asperger ausente y miserable.
Y como no puedes preguntarme personalmente, porque te quité ese poder, pero sé que me espías; si quieres saber cómo estoy: aquí sigo, bien, pintando recuerdos y reciclando toda mi mierda en arte... o algo así. Dando color a mis memorias en monocromos... y escribiendo, por supuesto (y aunque te joda que también se me de bien), lo que me sale de los cojones.


Micro relatos escritos en un purgatorio donde, a menudo, me encuentro con genteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora