La puerta secreta

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Andaba buscando una instantánea para registrar la nostalgia de esas cosas que alguna vez fueron y ahora no son mas que ruina, basura o escombros. En las paredes de aquel lugar, donde apenas existían techos sobre el aire, podía ver retratos de familia representados en pareidolias como obras de arte, pintadas durante años por acción de la humedad, la erosión, el tiempo... y también de los fantasmas. Me encendí mi primer porro de la tarde allí sólo, con la grata compañía del silencio y las soledades que, a través del viento, conversaban entre ellas mediante prudentes susurros que platicaban acerca del sosiego de mis retiros; y de lo importante que son esos momentos prescindiendo del resto de la humanidad.
Observé tranquilo a mi alrededor siguiendo el rastro de vestigios materiales que pudieran darme alguna información de dónde estaba, de qué hubo allí y de que pasó. Dí un paso adelante, sentí que algo tiró de mi camiseta hacia atrás por la espalda y, al voltearme, tenía una rama fina y seca con algunas espinas que se me habían enganchado. Tras quitármela de encima encontré a ras del suelo un pequeño peluche viejo, sucio y roto. Lo tomé en mis manos y, mientras lo examinaba, experimenté algo así como una cálida e inocente melancolía que mecía mis ánimos sobre la cuna de un recuerdo que no era mío, en un lugar donde nunca estuve antes y envuelto en una sensación que jamás había experimentado. Lo viví sin prejucios y sin pensar demasiado por unos instantes; y luego dejé aquel muñeco de nuevo sobre la tierra. Pensé en esconderlo o soterrarlo, pero no lo vi conveniente. Terminé de fumarme mi canuto, me despedí de allí tras tomar algunas fotos y cerré aquella puerta invisible sin hacer ruido.

Y bueno... eso era todo. Otros se lo pasan bien comiendo "fast food" y buscando pokémons en sus establecimientos. Cada cual tiene lo suyo.

Micro relatos escritos en un purgatorio donde, a menudo, me encuentro con genteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora