La hacienda de los jesuítas

11 1 0
                                    

Suelo parar por ese lugar con frecuencia. Se cuenta de él alguna que otra historia de fantasmas paseándose por sus pasillos, pero yo hasta entonces no había tenido ninguna experiencia paranormal.
Era una tarde gris y tenía poco tiempo, pues al llegar a la hacienda ya me quedaba menos de una hora y media de luz. Estaba deseoso de entrar a una zona donde no pude acceder en todo el verano, a causa de unas zarzas gigantes que tapaban la puerta de entrada y que ya estaban pudriéndose en el suelo. En el interior, era tal el silencio, que oía cómo el eco de mi respiración rebotaba en las paredes. Subí a la planta de arriba pegado a un lado de una escalera que temblaba a cada pie que ponía en un peldaño, y entré a una habitación que parecía como una especie de campanario con una estructura de madera. Creí escuchar algo similar a unas gallinas cerca. Salí un tanto extrañado y, ya en el pasillo, se hizo de nuevo la nada. Aún así tuve curiosidad y miré qué podía haber, encontrándome con un montón de mazorcas secas sin grano, tiradas por el suelo de algo que pudo ser un gallinero.
Bajé de nuevo tranquilo, pensando que quizá lo que oí fueron palomas; y entré a un lugar donde hay un pozo con una soga que cae hacia su abismo. Siempre quise saber qué anudaba; así que la cogí y, sujeta firme en mi mano, me aparté del agujero. Comencé a sacar cuerda. Era interminable. Descansé unos segundos tras amontonar varios metros de ella a mi lado y, al volver a mi labor, algo tiró con fuerza desde abajo, llevando mis hombros violentamente hacia adelante. La agarré firmemente, echando mi cuerpo hacia atrás; pero un segundo tirón me arrojó hacia el suelo de boca. Solté inmediatamente el cordel, que regresaba velozmente al infierno, a la vez que rompieron en un ensordecedor estruendo las gallinas que no vi, en la planta de arriba, cacareando en un alboroto que parecían demonios carcajeándose.
Salí de allí echando hostias, pálido; y me detuve cuando creí que iba a vomitar el corazón.
Volveré... cuando lo supere.


Micro relatos escritos en un purgatorio donde, a menudo, me encuentro con genteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora