Micro relatos escritos en un purgatorio donde, a menudo, me encuentro con gente

La extraña pareja

No eran personas muy normales y tampoco parecían tener demasiado en común entre los dos. Aún así se veían felices caminando juntos, cada cual con sus extravagancias y excentricidades, entre esa multitud que hace tendencia de la costumbre en las polis donde todos, por querer ser diferentes, terminan siendo iguales y formando parte del mismo rebaño de cabras y cabrones bípedos. Y es que, aunque eran motivo de burla de forma más o menos explícita, también lo eran de envidias: estrambóticos, poco agraciados físicamente e incluso con rasgos ligeramente monstruosos; pero alegres como ellos solos.
Llevaban años juntos y vivían una eterna primavera sin problemas de pareja, sin caras largas, sin celos, sin faltas de respeto y sin apenas soltarse la mano. No molestaban a nadie y, en menor medida, también sembraban la simpatía entre unos pocos aún limpios de corazón, como niños y ancianos: a los primeros les eran agradables por su sana curiosidad y ausencia de prejuicios; y a los segundos porque, en víspera del paseíllo de la muerte, ya sabían que era lo que valía la pena de su paso por el mundo.

De modo que entre padres de familia puteros y cocainómanos, esposas engañadas e insatisfechas, hijos adolescentes frustrados y violentos, hijas acomplejadas dejándose banalizar en internet, vecinos mecenas del onlyfans de la mejor amiga de su primogénita, y toda ese conjunto homogéneo de viciosillos y pecaminosos homo sapiens habitando en los cánones sociales establecidos; resultaba que aquella pareja era un tanto extraña. Así que bueno... los demás encontraban una manera de sentirse menos miserables a su costa. Y ellos dos, además de dichosos, sabían que eran dos personajes importantes.