El banco vacío

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Nos conocimos en la edad del pavo, esa etapa de la vida donde los medianamente espabilados empiezan a aprender que todo lo que les enseñaron de niños era mentira. A nosotros dos, la vida ya nos había dado un par de lecciones que, a nuestro pesar, nos transformaron prematuramente en pequeños hombrecitos, aún con bigote lacio y de pelo fino. No obstante, conservábamos parte de esa sana ingenuidad que lastran para siempre aquellos que crecimos sin demasiadas personas alrededor. Quizá por eso éramos como hermanos: nos metíamos en líos juntos, salíamos de ellos de la misma manera y hacíamos las paces como si nada, después de solucionar alguna estúpida y absurda discrepancia a hostias. Éramos unos desgraciados, pero nuestras experiencias se sucedían curiosas e interesantes en unas biografías que no dejaba de parir "plot points". Sabíamos exprimir la ironía de nuestra mala suerte y nos reíamos de todo el mundo, sin complejos ni sentimientos de culpa, como dos diablillos que cayeron en la tierra sin brújula ni norte, pero dispuestos a dar por culo si ese era nuestro cometido.
Una tarde, ya de adultos, se nos hizo nuestro primer silencio incómodo en más de 25 años de amistad. En esa extraña situación, se me ocurrió abrir la boca:

─Hermano... ─le dije dispuesto a hablar.
─No me llames hermano como esos pijos de mierda que van de 'traperos' ─me interrumpió.
─Está bien, subnormal ─así solíamos hablarnos en confianza─. ¿Te has dado cuenta de que somos como una pareja, pero sin lo bueno?
─¿Y que quieres? ¿que follemos?
─No. Te la vas a tener que seguir machacando ─Nos hacían gracia estas cosas, pero ya estábamos aburridos. Tras unos segundos mudos volví a hablar─. ¿Por qué no nos damos un tiempo? Estoy hasta los cojones de tí; y tú de mí.

Nos quedamos callados un rato. Luego levantamos el culo de aquel banco y cada cual tiró en una dirección. Hace ya un par de años que no sabemos el uno del otro. Nos echamos de menos, pero a los dos nos da pereza arreglar un problema que no tuvimos.

Micro relatos escritos en un purgatorio donde, a menudo, me encuentro con genteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora