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Izumi se sumergía en la comida de su sándwich con una lentitud que denotaba una extraña apatía, su mirada perdida en el grande vacío mientras masticaba con parsimonia.

Cada bocado parecía un ritual, como si el tiempo se ralentizara a su alrededor y ella estuviera ajena a la prisa del mundo exterior. Karina, observadora, notó el estado de ánimo de su amiga y decidió llamar su atención con un suave golpe en la mesa, buscando traerla de vuelta al presente.

— ¿Por qué llorabas anoche? —Preguntaba Karina abriendo su almuerzo en el recreo.

El gesto de Karina resonó en el silencio de su entorno, ya que en su alrededor se encontraban muchas chicas hablando diferentes temas de conversación.

La interrupción fue suficiente para captar la atención de Izumi, quien levantó la mirada con sorpresa, como si despertara de un letargo momentáneo.

— ¿Quién lloraba anoche? —Preguntó Izumi abriendo el estuche en donde traía postre.

— Tú.

— ¿Cuándo? —Cuestionaba Izumi, Karina se rió con ganas pensando que ella bromeaba.

Sus risas se desvanecieron al ver que el rostro de su mejor amiga aún se encontraba monótono, comiendo de su postre ignorando el sentido del humor de Karina.

La conexión entre ambas se fortalecía en ese momento de complicidad silenciosa, donde Karina supo leer los pensamientos no expresados de Izumi y actuar en consecuencia.

En un gesto sutil pero significativo, Karina demostró su comprensión y apoyo hacia su amiga, estableciendo así un lazo de empatía que trascendía las palabras.

— ¿Estás bien? —Preguntó Karina, viendo como ella recogía sus cosas levantándose de ahí.

— Quiero estar sola —Suspiró, regándole una sonrisa para que sepa que ella no era el problema —Pero me encontraré contigo más tarde a la salida.

La transformación en el rostro de Izumi fue notoria en cuanto se alejó de Karina; la sonrisa que antes adornaba su semblante desapareció, dejando un rastro de tensión y frustración.

Con cada paso apresurado hacia el baño, sus puños se apretaban con determinación, mientras llevaba consigo la mochila del almuerzo como un lastre en su espalda.

A su alrededor, un aura de intimidación emanaba de ella, infundiendo temor en quienes la rodeaban y evitando que nadie se atreviera a cruzar su camino. El semblante de Izumi era un claro indicativo de su estado de ánimo, transmitiendo una sensación de peligro latente que mantenía a todos a distancia.

Su expresión era un eco de su determinación interna, reflejando la firme convicción de que no toleraría ninguna interrupción en su camino. Cada mirada que se encontraba con la suya se desviaba rápidamente, consciente del poder implícito en sus ojos y del peligro que representaba desafiarla.

— ¿Dónde está Sakura? —Preguntaba, sintiendo cómo sus ojos se enrojecían. Quería llorar.

— Sakura no vino —Respondió una de sus amigas, del mismo grupo en el que ella pertenecía.

— ¿Qué? —Cuestionaba temblorosa. Iba a sentir que perdía la cabeza. 

— Si vino —Hablaba otra compañera en italiano —La vi irse al baño antes del recreo, creo que está fumando.

— Perfecto —Susurró.

La presencia de Sakura en los baños era desconcertante para sus compañeros, pues parecía sugerir que estaba buscando algo más que simplemente satisfacer su necesidad de nicotina.

La idea de que ella estuviera involucrada en algo más intenso o arriesgado le resultaba intrigante y preocupante al mismo tiempo, despertando su curiosidad y su inquietud.

Con una sonrisa fugaz dirigida hacia los presentes, Izumi se despidió rápidamente y se apresuró hacia la segunda planta, consciente de la urgencia de su propia misión. Al subir las escaleras y dirigirse hacia el baño, observó cómo un grupo de chicas vigilaba cautelosamente los alrededores, en guardia por si alguien más se acercaba.

Era evidente que estaban decididas a evitar ser atrapadas fumando, lo que sugería la importancia que daban a mantener su actividad en secreto y fuera de la vista de las autoridades escolares.

— ¿Quién viene? —Preguntó Sakura encendiendo su cigarrillo, dándole una calada después.

— Izumi está aquí —La sonrisa de la chica se amplió, sonriendo con sus ojos al mismo tiempo.

La sonrisa de Sakura se desvaneció al contemplar el rostro pálido y los ojos enrojecidos de Izumi, así como sus puños tensos a pesar de su presencia a su lado.

La preocupación se reflejaba en sus propios ojos, una expresión de angustia que contrastaba con su usual alegría. Por otro lado, Izumi sentía una tormenta de emociones agitarse en su interior, su corazón latiendo con fuerza y el deseo inminente de dejar salir todo lo que estaba guardando.

— Déjenos solas —Sonreía Sakura, procediendo a cerrar la puerta del baño y ver cómo Izumi corría a sus brazos a abrazarla al estar a solas —¿Qué pasó? ¿Por qué lloras?

Aunque no estaba asustada en el sentido tradicional, Izumi experimentaba una sensación abrumadora de tensión emocional, como si estuviera al borde de un estallido.

La presión acumulada en su pecho la hacía sentir como si su corazón fuera a estallar en mil pedazos, mientras luchaba por contener las lágrimas que amenazaban con escapar. La frustración y la impotencia se mezclaban en su interior, creando una tormenta de emociones que amenazaba con consumirla por completo.

— Siento que mi corazón va a explotar —Explicaba, apretándola a medida que el abrazo permanecía intacto.

— ¿Pero qué carajo pasó? —Cuestionaba, acariciando su largo y oscuro cabello.

Con la presencia reconfortante de Sakura a su lado, Izumi se sentía un poco más calmada, en ese momento de crisis emocional.
La necesidad de desahogarse, de expresar todas las emociones que la agobiaban, crecía dentro de ella como una ola imparable.

No se trataba solo de miedo o ansiedad, sino de una profunda sensación de vulnerabilidad y desesperación que amenazaba con abrumarla por completo.

WALLS┃HYUNJIN. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora