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Hazlo como me enseñaste. Haz bandas de soledad estrechando la mano con el viejo yo.

Nunca antes habías visto como esto, noches frías que he estado esperando en la orilla disparando corredor, viéndote en la orilla. En el silencio de la madrugada, cuando el resto del mundo se sumía en un profundo sueño, la tranquilidad se apoderaba del ambiente.

El tic-tac del reloj resonaba de forma casi hipnótica en la casa, mientras que afuera reinaba un sosiego absoluto.

Hyunjin caminaba por toda la cocina mirando a su alrededor; no se podía creer que había cambiado de un cuarto alquiler tan pequeño a una enorme casa donde cabían más de veinte personas.

El siempre había sido humilde consigo mismo no importaba la cantidad de dinero que tenía hasta ahora.

La oscuridad envolvía cada rincón, otorgando una sensación de soledad reconfortante pero inusual. La quietud era tan densa que parecía tangible, como si el tiempo mismo se hubiera detenido.

Buscaba algo seco que comer, necesitaba alimentarse ya que se sentía ansioso por la decisión que debía tomar acerca del Matadero. Con una manzana en la mano, la mordió sintiendo los jugos que expulsaba, y al cerrar los ojos para disfrutarla aquella imagen de esa chica se había hecho presente en su mente.

La manzana era la zona que estaba entre sus piernas, y los jugos que expulsaba era la información que Hyunjin necesitaba para saber lo mojada que estaba. Abrió los ojos maldiciendo por lo bajo, mirando hacia afuera dándose cuenta lo hermoso que se veía el patio al ser iluminado con las luces amarillas instaladas en el suelo del césped.

— Escuché que irás al Matadero —Susurró una voz conocida, con la tela de sus medias rozar el suelo.

Las luces apagadas y las sombras danzantes proyectadas en las paredes creaban un ambiente misterioso y sereno a la vez. Era como si el mundo exterior quedara suspendido, mientras que el interior de la casa se convertía en un refugio seguro y apartado del bullicio del día a día.

Cada rincón parecía exhalar calma, invitando a sumergirse en una paz casi palpable. Sin embargo, era la única fuente de luz que penetraba a través de las paredes de cristal lo que confería a la escena un aura especial.

— ¿Siempre estás metiéndote en la vida de los demás de esa manera? —Hyunjin preguntaba, alejándose de ella caminando hacia el sofá.

Las tenues luces del patio, filtradas por el vidrio, proyectaban sombras suaves y difusas en el interior, como si la misma noche estuviera abrazando la casa con ternura.

Era un espectáculo silencioso pero conmovedor, que transmitía una sensación de conexión con el entorno y una calma profunda que era imposible de explicar con palabras.

Izumi lo siguió sin vergüenza, dando pequeños saltos con esas largas piernas cubiertas por unas medias hasta sus muslos. Tenía una blusa corta de ceda, y un sostén de dormir el cual era muy cómodo para su gusto.

— Mi padre es el organizador —Empezaba a hablar, sentándose de golpe en el sofá junto a el.

En la madrugada, la casa se convertía en un santuario de paz y serenidad, donde el tiempo parecía detenerse y las preocupaciones del mundo exterior se desvanecían. La mirada de Hyunjin siempre estaba al frente, no iba a darle el gusto de hacer contacto visual con ella, no quería relacionarse mucho.

— ¿Por qué no te quedaste cuando te lo pedí? —Preguntó Izumi, en un tono de voz infantil, como si quería que sintiera mal por ella.

Hyunjin revoleó los ojos, soltando un gran suspiro para mirarla a los ojos por primera vez desde que se conocieron. La mirada del mayor era fría y sin sentimiento alguno; una que hacía que la piel de la menor se erizara.

— No sé de qué hablas —Contestó, dándole otra mordida a lo que comía, procediendo a levantarse de allí.

— ¿Estás viéndome la cara de estúpida? —Maldecía Izumi, cómo si Hyunjin le mataba las ilusiones.

Hyunjin se sentía constantemente frustrado por la perpetua sonrisa de Izumi, como si cada expresión alegre fuera un recordatorio de lo diferente que eran.

La visión de su rostro siempre iluminado por la sonrisa parecía burlarse de él, desafiándolo a encontrar algo tan simple como la felicidad en su propio mundo interior. No importaba lo cuán malhumorado estuviera Hyunjin, Izumi seguía irradiando una luz que parecía penetrar incluso las capas más oscuras de su mal humor.

Los ojos penetrantes de Izumi seguían a Hyunjin a donde fuera, como si pudieran ver a través de su fachada de indiferencia.

Cada mirada de ella parecía cuestionar sus acciones y su actitud, provocando una sensación incómoda en lo más profundo de su ser. Aunque Hyunjin intentara resistirse, se encontraba de una manera inexplicable atraído por la fuerza magnética de esos oscuros ojos que parecían penetrar en su alma y desenterrar sus secretos más oscuros.

— No podré gemir para ti si no ganas —Susurró, haciendo que el mayor se acercara y la tomara por la boca.

— ¿Tú de qué mierda vas? —Siseaba Hyunjin, apretando más su boca a medida que penetraba sus ojos.

Cada latido del corazón de Izumi resonaba en sus oídos con una intensidad que le recordaba su creciente temor.

La sensación de nerviosismo y desesperación se apoderaba de ella mientras enfrentaba a Hyunjin, cuya presencia fría y monótona parecía congelar el aire a su alrededor.

Nunca antes se había sentido tan vulnerable ante alguien como él, cuya aura impenetrable la dejaba sin aliento. La mano de Hyunjin agarrando su rostro con fuerza la dejaba paralizada, incapaz de hacer más que obedecer su orden de cerrar la boca.

La presión de sus dedos contra su piel era casi asfixiante, y el miedo se apoderaba de ella al ver cómo sus cejas se fruncían y sus oscuros ojos adquirían un brillo amenazante.

En ese momento, Izumi comprendió lo real que era el peligro que representaba estar en presencia de alguien tan implacable como él.

— Izumi —Llamaba serio —Lárgate. Lárgate de mi espacio personal, no quiero que sigas buscándome.

— ¿Por qué te empeñas tanto en alejar a la gente de ti? —Demandó Izumi con ganas de llorar, pero no quería hacerlo frente a él.

A pesar de sus deseos de alejarse de Izumi, Hyunjin no podía evitar sentir una extraña fascinación por ella. El deseo de dañarla se mezclaba con una curiosidad morbosa, como si el desprecio que sentía hacia ella estuviera entrelazado con un inquietante deseo de entenderla mejor.

Aunque su odio hacia Izumi seguía ardiendo, una parte de él se preguntaba si bajo esa sonrisa perpetua y esos ojos penetrantes, podría haber algo más que solo una fuente de irritación constante.

— ¿Crees que eres discreta? Esas paredes son muy delgadas, Izumi. Puedo escucharlo todo y quiero que dejes de hacerlo.

WALLS┃HYUNJIN. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora