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Era tanta la cantidad de dinero negro que se podía ganar con el narcotráfico, las estafas y los saqueos, que siempre había que buscar una manera de blanquearlo para que la justicia no nos encontrara.

Mi madre, mi hermana y yo disfrutábamos de toda clase de lujos en forma de bolsos, vestidos y zapatos muy caros, mi fascinación por las bolsas lujosas con zapatos de tacón a juego siempre estaba presente.

Pero ni comprando una tienda de alta costura entera sería suficiente para blanquearlo.

Mi padre era el dueño del mayor salón de juegos o casino de la ciudad. Parecía un negocio normal, pero no lo era. Había siempre adictos a juegos gastándose el dinero que no tenían, altos cargos de gobiernos disfrutando en las salas privadas, y un negocio de droga en las partes más escondidas.

Yo casi siempre era encargada de vigilar que todo fuera bien en el casino, y me gustaba porque me limitaba a revisar pedidos, tomar llamadas de clientes habituales, y a dar órdenes.

Y eso, sobretodo, me encantaba.

Abro la puerta del único lugar que estaba estrictamente prohibido para todo el mundo, y sobretodo si mi padre no estaba aquí. Le veo a él junto a varios consejeros y trabajadores, así que me acerco sacando un documento de la carpeta.

— Señor Lee —uno de los hombres me mira— ¿Cree que podría pedirle que se encargue de estos avisos que llegaron hace unos días? —el hombre agarra el papel.

— ¿Son del extranjero? —yo asiento.

— Rusia quiere hacer negocios con nosotros —sigue leyendo— Bueno, supuestamente con el casino, ya sabe.

— Sí, de acuerdo, iré ahora —sonrío.

— Gracias —él le da una mirada al grupo de hombres que parecía discutir en la mesa de mi padre— ¿Qué está pasando?

— Bueno, sólo he escuchado un poco, pero... —me mira mientras yo pegaba la carpeta a mí— ...al parecer han robado mercancía de importación —abro mi boca.

— ¿Cómo? —bajo la carpeta hablando con indignación— ¿Nos han robado la droga?

— Eso parece —dobla el papel— No he escuchado mucho, pero estoy seguro de que es eso —cruzo mis brazos— Bueno, voy a encargarme de esto —pasa por mi lado.

— Sí... gracias.

Miro con molestia hacia el grupo de aquellos hombres ruidosos. ¿Nos habían robado mercancía? Hacía ya un tiempo que eso no nos sucedía, y las cosas se apaciguaron mucho con el supuesto vínculo que iba a tener yo con el imbécil que siempre encabezaba los saqueos.

Si Jeon Jungkook se había atrevido a robarnos munición por los rumores que circulaban, entonces iba a ir yo misma a por su cabeza.

Iba a cortarle el cuello sin miedo.

Me acerco un poco al grupo mientras dejaba todo mi peso sobre una de mis piernas y mis brazos seguían cruzados.

— Está muy claro que han sido ellos —hablan.

— Señor, deberíamos hacer una emboscada ahora mismo.

— Sí, y de paso le traemos la cabeza de ese hijo de puta —todos hablan al unísono por unos instantes.

Eran tantos que no veía a mi padre bien, no sabía como podía estar tomándose él la situación.

— Han sido más de cincuenta kilos los que han robado —abro mi boca con indignación— Además de una pérdida de dinero notoria, el cliente espera recibir su pedido la semana que viene.

Tortura +18  ©JJKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora