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NARRADOR.
¿Qué más es necesario que ocurra para alcanzar la felicidad?

Tal vez, para Ryeo ______________, no tenía que pasar nada más que lo que ya había vivido en aquellos últimos años en los que había sentido por primera vez la felicidad autosuficiente y el silencio de la calma en su cabeza y corazón.

No había nada más, ella ya lo tenía todo.

Y era tal que así, ya que lo único que ella deseaba con todas sus fuerzas en estos momentos de su vida, había llegado a penas cinco meses atrás.

_______________ ya tenía su ansiado bebé de ojos negros profundos, pero brillantes.

Iguales a los de su padre.

Además de seguir viendo crecer a su tan ansiada niña, la cual estaba por cumplir sus cuatro años en este momento; y la mayor de la última generación de los Jeon siempre corría de un lado a otro mostrando lo feliz que se sentía.

Como en este mismo instante.

Dos mujeres adultas visualizan como Yun corría junto con otros grupos de niños mientras portaba su uniforme de bailarina de ballet. Aquella pequeña acababa de salir de su primera clase de baile después de ascender de rango por sus buenas habilidades y ganas de aprender.

Pero parecía que no había ni rastro de sus padres por ahí, ya que eran sus abuelas las que estaban sentadas en uno de los bancos de aquel parque mientras hablaban.

Jungkook y _____________ no estaban ahí, simplemente porque llevaban dos días desaparecidos mientras celebraban su aniversario de bodas después de un año más juntos; aunque estaban de regreso en este mismo momento.

Por lo que eran sus abuelos los que cuidaban a los dos pequeños de la familia hasta que regresaran.

— ¡Abuela! —Yun se acerca a ellas— ¿Podemos comprar helado?

La señora Jeon levanta la mirada buscando a su esposo junto a su amigo por el alrededor. Aquellos dos hombres las habían acompañado, intentando ofrecerle a sus nietos la visión más normal de la vida de unos pequeños que no sabían que había detrás de la vida de sus familiares.

— No están los abuelos por aquí... —se levanta sosteniendo su mano— Vamos a comprarlo nosotras.

— ¡Sí!

La señora Ryeo sonríe levemente viendo a la miniatura de su propia hija caminar dando saltitos mientras sostenía la mano de su otra abuela. Ella baja la mirada a su regazo para ver el bebé de apenas cinco meses dormir con su mejilla rosita posada sobre su pecho.

Mientras que Yun era un completa Ryeo de pies a cabeza, Rajun, como se llamaba el último bebé del matrimonio más joven, tenía ojos negros profundos y era idéntico a su padre cuando era sólo un bebé pequeño.

Era tanto el parecido que incluso su abuelo, el señor Jeon, dejó escapar múltiples lágrimas al conocerle por primer vez; ya que los recuerdos del nacimiento de su hijo se agolparon en su mente y los sentimientos por todo su pecho.

Aunque nadie podía negar que ese afán de llamar la atención de los demás requiriendo mimos y cariño todo el tiempo era heredado de su propia madre y de cualquier Ryeo.

Aquella mujer que sostenía al bebé gira su rostro hacia todas partes mientras seguía buscando la presencia de su esposo y su amigo por los alrededores. Aquellos dos hombres no querían mostrarse mucho ante los demás aunque estuvieran en territorio de la mafia, pero hacía tan sólo unos instantes estaban cerca conversando y ahora no había ni rastro de ambos.

Decide quitarle un poco de importancia antes de sonreír al ver como Yun se acercaba corriendo sosteniendo un pequeño cono de helado de color rosado.

— ¡Mira, abuela, es rosa como mi vestido de ballet!

Tortura +18  ©JJKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora