Capítulo 24.

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Anneliese

Comenzamos a bajar las cosas cuando llegamos al claro. Ellos se encargan de la casita temporal y nosotras bajamos todos los bolsos que llevamos. Esta vez hay comida suficiente.

Hay cuatro colchones esta vez y mientras ellos siguen montando la tienda de campaña, nosotras nos encargamos de llenar los colchones a través de la bomba de aire que conectamos al coche.

Ellos ya han terminado de armar todo cuando los colchones van por la mitad. Todos juntos vamos poniendo las mantas en el suelo junto a las "cortinas" que en realidad son mantas negras.

—¡Esto va tomando forma! — grita Adha feliz.

—Espero que esas mantas hagan su trabajo o juro que duermo en el coche — nos dice Kath y nos reímos. Es capaz de hacerlo.

Metemos los colchones y colocamos las sábanas. Todos los bolsos están bien ordenados y la comida está en la otra esquina.

—Ven conmigo, Anne — sigo a Zack y sé que vamos a por piedras, mismas que dejamos al lado de un árbol por si veníamos otra vez.

Agarra mi mano mientras camina y no deja de pasar su pulgar de un lado a otro. Su mano enorme calienta la mía.

No puedo creer que sea mi novio. Zack es mi novio. Mío, mío y mío. De nadie más. Soy muy posesiva cuando de lo mío se trata y no pienso dejarlo.

—Deja de pensar tanto — veo de reojo a Zack y me encojo de hombros.

—Solo estaba pensando en que ahora eres mío.

Suelta una risa ronca y siento algo en mi interior.

De un momento a otro estoy con la espalda pegada a un árbol. Enjaulada por sus fuertes y tatuados brazos, mismos que no puedo ver porque lleva una camiseta de manga larga, pero al menos sí puedo ver como se le pega a la piel. Un jadeo se escapa de mis labios cuando lo siento muy cerca de mí, mi piel se enciende ante su contacto, jamás había sentido algo así. Cuando quedaba con otros nunca sentía esta naturalidad, al contrario, lo sentía forzado.

—Y no te olvides que tú, Anneliese, eres mía — sus ojos se cierran cuando pasea su nariz por mi mejilla derecha y suspiro.

—¿Ahora es cuando me besas?

Suelta una risita y me mira atento.

—Eres una descarada, ¿no crees? — su cara está muy cerca de la mía ahora — Solo quiero besarte cuando estés preparada.

—Ahora — digo sin dudar —, ahora estoy preparada.

Lleva su mano a mi nuca y me alza la cabeza un poco para que lo pueda ver bien. Veo como humedece sus labios, esa lengua pasa peligrosamente por su labio inferior y solo pienso en cómo se sentirá esa misma lengua en la mía.

No sé besar, pero estoy segura de que él me enseñará bien. Todo lo hace bien, no creo que bese mal.

—¿Estás segura? — susurra con una sonrisa socarrona.

Asiento con decisión y él lleva sus labios a los míos, solo rozando, y saca otra vez la lengua, haciendo que toque por unos segundos, segundos muy cortos debo decir, los míos.

—Bésame — pido sujetando su camiseta con mis puños y comienza el beso.

Un beso húmedo. Raro al principio por mi inexperiencia, pero que al rato se vuelve natural, más lento, más íntimo.

Siento cosquillas en mi vientre, sus labios toman los míos como si estuviesen hechos para él. Me alza en brazos y envuelvo su cintura con mis piernas. Nos separamos solo por falta de aire mientras él sigue dejando besos por mi cara hasta llegar a mi cuello.

SempiternoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora