Capítulo 46.

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Zack

Tengo a Anne dormida en mis brazos. Solo puedo observar a la mujer de mi vida antes de irme a atacar otra manada.

No duermo en toda la noche y me levanto cuando llega la madrugada. Dejo unos besos en su cara, viendo como frunce el ceño.

Me pongo una camiseta junto a un pantalón corto. Se va a romper cuando mi lobo tome el control.

—Todos listos — escucho a Kenzo y beso a Anne antes de salir.

—Saliendo — respondo al mismo tiempo que otros.

Troto hasta la primera barrera donde veo a casi todos los que vamos a ir. Los que aún no tienen sus lobos se quedan aquí junto a algunos de los mejores guerreros para que la manada no esté sin protección.

—No dejéis que os tumben, no le deis la espalda al enemigo — nos señala Kenzo cuando estamos todos — y sobre todo, no quiero que muera nadie.

Somos más de trescientos lobos y espero que de verdad no mueran ninguno. Todos tienen familias, hermanos, parejas, hijos.

La manada de Ibrahim está a unas dos horas si vamos en nuestros lobos.

—¿Qué llevas ahí? — le pregunto a Ethan antes de darle paso a Sirius.

—Unos pantalones y mis dagas — responde con una sonrisa, como el que va a dar un paseo y no a luchar —, ya sabes... no puedo dejar que otras vean lo que le pertenece a mi Kathi.

—Por la Diosa — suspira Kenzo con una mano en la sien —, ¿piensas llevarlo en la boca o qué?

Es una mochila pequeña, puede llevarla sin problemas y él asiente.

Sirius

Mi humano me ha dado el control al fin. Pienso matar a todo el que se me atraviese y haya amenazado a mi mate. Pronto tendremos cachorros y tengo que protegerla de todo.

—Deja de hacerte ilusiones, joder — me regaña Zack, pero no le hago caso y comienzo a trotar junto a Sombra y los demás.

Tempestad lleva la mochila en la boca y comenzamos a correr de verdad. Llegamos a la manada enemiga en menos de una hora y media.

—Si alguien se muere, lo revivo y lo mato yo — nos gruñe Sombra.

Escucho a mi humano reírse y seguimos corriendo hasta llegar a la frontera, donde hay seis hombres vigilando.

—Tempestad, ven conmigo — le digo al lobo de Ethan —. Eragon, Zar — llamo a los lobos de Luca y Oliver — conmigo.

Los cuatro nos movemos en silencio. Veo a Tempestad dejar la mochila tras un árbol y nos lanzamos a los seis hombres. Pícaros, se nota en el olor que desprenden. Tiro al primero, destrozando su cara con mis dientes, dejando que muera con sufrimiento. Se le ven los músculos del rostro mientras se retuerce y me lanzo al siguiente, cerrando mis dientes en su garganta hasta que le saco la tráquea y muere ahogado en su propia sangre. Los demás matan a los otros y aviso a Sombra para que avancen.

Nos movemos con sigilo hasta que empezamos a ver movimientos de la manada. Apenas hay gente en la calle, no son ni las diez de la mañana y de pronto, casi me quedo sordo al escuchar el grito que viene de mi izquierda. Una mujer muy embarazada se nos queda mirando. Ninguno se acerca a ella porque no hemos venido a matar mujeres o niños. Hemos venido a por los hijos de puta que han amenazado a mi mate y a mi madre.

Camino hasta que llego a ella y con mi cabeza empujo su pierna, dándole a entender que camine, que no le vamos a hacer nada y ella asiente con lágrimas en las mejillas, sin embargo, no se mueve.

SempiternoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora