Capítulo 18.

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Adhara

Oh, Diosa. Oh, Diosa. Ha venido.

Siento mis mejillas arder, también siento como mariposas en mi interior al ver a Luca. Es un hombre lobo muy guapo, sus ojos son marrones muy claros y es moreno. Lleva unos pantalones de vestir azul oscuro junto a una camisa.

—Estás hermosa, Adhara — me halaga mientras conduce y lo miro. Mis mejillas deben estar del mismo color que el cabello de Anastasia.

—Gracias, tú te ves muy bien. Siempre te veo con ropa de deporte, estás muy diferente hoy.

Suelta una risa ronca y mis mariposas vuelan más rápido mientras aparto la mirada.

—Supe que no me invitaste a tus planes de acampada — me dice con una ceja alzada.

—En mi defensa puedo decir que no sabía que te gustaban, podemos hacer una la semana que viene. Solo tendría que hablar con las demás — respondo —. Seguro que se apuntan. Encontramos un claro muy despejado al lado de un río, ahí pusimos la casita temporal.

Cierro la boca y golpeo mi muslo con el dedo índice. Estoy hablando demasiado.

—¿Y? Cuéntame más — pide y mi corazón bombea muy fuerte cuando lo miro.

—Pues ahí pasamos las dos noches, hicimos las comidas en el fuego para no morir de hambre, ya sabes. Dormimos en colchones que mi tío Kenzo compró, se volvió loco con la tienda de campaña que eligió, caben al menos diez personas y tiene un espacio que utilizamos para sentarnos y comer, aunque lo malo es la madrugada que entra todo el sol y a mí no me molesta madrugar, pero a Kath y An sí.

—Espero que me invites la próxima vez.

Asiento y miro por la ventana. Ya hemos salido de la manada y pronto estaremos en la ciudad.

—Entonces, ¿te gusta madrugar? — pregunta.

—Me gusta aprovechar el día al máximo, por eso despierto temprano y busco planes.

No me gusta quedarme quieta mucho tiempo, mi padre dice que soy muy nerviosa para eso.

—¿Puedo saber qué quieres estudiar cuando termines el instituto?

¿Me quiere conocer o solo es porque le incomoda el silencio?

—Voy a ser arquitecta, ¿tú estudias o trabajas?

—Las dos cosas — me sonríe de lado —, soy socio en un club de la ciudad y estudio abogacía.

Mi boca se abre formando una o.

—Esa carrera es genial, estoy segura de que serás un buen abogado — él me sonríe y no puedo apartar la vista de su rostro —. ¿En qué club trabajas?

Su sonrisa flaquea un poco y se aclara la garganta.

—Nada, un club normal donde la gente se encuentra.

Siento que me está mintiendo, sin embargo, no digo nada porque no soy nadie para meterme en sus cosas, así que lo dejo pasar mientras llegamos a la ciudad.

A la media hora nos metemos en un parking y salimos todos a la vez. Hace un poco de frío así que me cierro mi gabardina.

—Bueno, chicos, ¿a qué restaurante vamos? — pregunto.

—He visto en Internet que a unas calles de aquí hay un restaurante italiano, se llama Il Piccolo, tiene muy buenas reseñas y se ve muy bonito, no necesita reserva — Anneliese nos muestra su teléfono justo cuando llega una llamada de Malek y le doy a colgar mientras la miro —. ¿Quién era?

—Malek — le digo y rueda los ojos. Veo como las fosas nasales de Zack se abren mientras tensa la mandíbula, creo que no le ha gustado mi respuesta.

Mi primo Ethan carraspea para cortar el ambiente y habla.

—Andando.

Vamos todo juntitos hasta caminar unas cuantas calles y llegar al hermoso restaurante.

—Bienvenidos — un hombre se come con la mirada a Kath y Ethan se da cuenta.

—Ojos arriba — le dice y el hombre traga saliva.

Por la Diosa, es un obsesivo. Somos hermosas, es normal que nos miren.

—Pasen, por favor, enseguida os atiende mi compañera — nos informa y entramos a la recepción.

Pasan solo cinco minutos hasta que llega una mujer que no debe pasar de los veinte y veo que mira mucho a Zack. Oh, por todos los Dioses, que Anneliese no haga nada, que no caiga tan... mierda, ya lo hizo. La descarada ha pasado su brazo por el de Zack para apoyar la cabeza en él.

—Nos gustaría una mesa para ocho, por favor — le pide amablemente.

La mujer carraspea y nos hace pasar mientras la seguimos como los patitos a su mamá y nos sienta en una mesa redonda muy grande donde cabemos todos a la perfección y no chocamos uno con el otro.

—Aquí están las cartas, volveré en unos minutos para anotar vuestro pedido.

—Gracias — respondemos.

—¿Ha sido enserio lo de la puerta? — pregunta Anastasia sin creerlo.

—Nadie mira más de la cuenta a Katherine — responde Ethan tan tranquilo y mi prima solo mira la carta.

Increíble. Me reiría, pero me verán como una loca. Al abrir la carta veo una variedad enorme de platos y no me decido.

—¿Pedimos un poco de todo para comer entre todos? — pregunto.

—Eso sería mejor — responde a Oliver —. No sé qué elegir.

Los demás asienten y cuando la mujer vuelve, nos toma nota. Zack pide vino y nosotras refrescos, ya que sinceramente a mí no me gusta el sabor que deja el vino.

SempiternoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora