Capítulo 31.

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Zack

—Vamos, amor, despierta.

Escucho a Anne y me doy la vuelta. Es domingo, muy temprano y es mi cumpleaños.

—Feliz cumpleaños mi amor — dice mientras me besa y cuando abro los ojos veo que está vestida.

—¿A dónde vas? — mi voz sale ronca por el sueño y la miro con las cejas juntas.

No sabía que iba a salir.

—Vamos a desayunar. Todos están esperando abajo — responde pasando su mano por mi cabello y gruño en aprobación.

—No es justo que solo tú recibas los mimos de Anneliese — gruñe mi lobo.

—Es mía, superalo — me burlo y corta el link.

La agarro por la cintura y la vuelvo a tumbar a mi lado.

—Cinco minutos.

—No — se retuerce en mi agarra intentando salir —, nos están espe...

—¡Suelta ya a mi hija! — grita Kenzo desde la puerta dándole con el puño.

—Deja de molestar — lo regaña mi madre y nosotros nos reímos.

Nos levantamos y cuando salgo del vestidor, ella me está esperando sentada. Sujeto su mano y salimos.

—Feliz cumpleaños mi pequeño — mi madre se levanta y deja su mano en mi mejilla.

—Gracias mamá — me inclino a dejar un beso en su cabeza y Kenzo gruñe.

Mi padre también llega y lo recibo con un abrazo mientras me desea un feliz cumpleaños y una buena vida.

Todos me felicitan y desayunamos tranquilos. Nana Rosi ha preparado de todo. Crepes, fruta picada, tostadas, zumos y varias cosas más.

—Come todo — me señala y asiento con una sonrisa.

—Veintitrés años. Diosa... y recuerdo cuando hacías molestar a Kenzo con unos cuatro años — habla Sinnia negando con la cabeza y una sonrisa nostálgica —. Siempre te amenazaba con llevarte al bosque, y lo que no sabe es que cayó en tus encantos desde que apareciste. A Jade le alegraste la vida.

Miro a Jade, a mi madre. Esa mujer que me crio desde los cuatro años y que sin saberlo, me salvó. Me salvó de los malos tratos de la mujer que me engendró, de esa mujer mala que me golpeaba cuando estaba aburrida o cuando comía alguna galleta.

—Amor — me llama Anne pasando su mano por mi brazo —, ya pasó. Estamos en familia.

Le doy un beso en la frente y asiento. Ella tiene razón, esa mujer ya no está, ahora estoy con mi verdadera familia y con mi mujer.

Anne se levanta cuando terminamos el desayuno

—Los regalos — habla dándose la vuelta y sube corriendo a la habitación.

—Vamos — mi madre se pone a mi lado y juntos nos vamos al salón.

—¿Qué es? — le pregunto a mi padre cuando me entrega una llave solitaria.

—Tú casa. No te estoy sacando de la nuestra, siempre serás bienvenido, pero pensé que quizás querías un espacio — baja un poco la voz y susurra — sin recuerdos.

Trago saliva cuando entiendo lo que dice. Él siempre se ha sentido culpable por lo que ella me hizo y yo nunca he pensado así, no es su culpa, nunca lo fue.

—Gracias, papá. Te lo agradezco mucho — lo abrazo y él me estruja fuerte.

Mi madre me regala un Rolex dorado y niego con la cabeza. He dicho mil veces que no me regale nada y ella sigue sin hacerme caso, como siempre. Sinceramente la amo.

SempiternoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora