Capítulo 10.

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Zack

Estamos a martes y me levanto sobre las nueve de la mañana sintiendo algunos golpes en la puerta. Sonrío al saber quien es. Su perfume flota en el aire.

—¿Estás despierto? El desayuno está listo.

Me levanto para abrir la puerta y asomar la cabeza ya que estoy desnudo.

—Me has levantado como siempre, mocosa. En unos minutos bajo.

Asiente y se va con prisas. Quiero apartar la mirada, de verdad que quiero, pero ese trasero es... podría hacer varias cosas con esas nalgas.

No. No vayas por ahí, Zack.

Me voy a la ducha con una erección bastante incómoda. Bajo mi mano para tomarla y cierro los ojos con imágenes de lo que podría hacer con su pequeño cuerpo, envolviendo mi puño en su trenza. Ese cabello me trae loco.

Sigo con más velocidad, notando el orgasmo. Y con solo pensar en el calor que emana su cuerpo cada vez que me abraza, me dejo llevar.

Mierda.

Me ducho rápido dejando que el agua se lleve la evidencia y me pongo un pantalón de chándal y una camisa de manga larga.

—Buenos días — todos están en la mesa.

Me siento al lado de Anne y comenzamos a comer. Ya se ve mejor.

—En un rato vendrán los demás — nos avisa Kenzo a su hijo y a mí.

Los dos asentimos y hablamos de cosas sin importancia.

—Pronto encontraréis a vuestro mate — dice Sinnia como si nada y hago un esfuerzo por tragar el zumo.

Anne se ahoga y aprovecho para pasar mi mano por su espalda para calmarla.

—Mamá — se queja Kenzo ocultando su sonrisa —, no pierdes la costumbre, ¿verdad?

—Claro que no, hijo. Es divertido.

—Aún quedan semanas para eso, vivamos el presente — habla Anne muy nerviosa y termina su comida rápido —. Nos vemos luego.

Se va sin más y los demás reímos.

Mi madre apoya su mano en mi hombro dándome una sonrisa.

****

Estamos en el despacho de Kenzo, todos juntos con sus hombres de máxima confianza.

—Hay alguien que nos está traicionando — habla Ethan.

—¿Cómo estás seguro de eso?

—Porque todos aquí sabemos que nadie es capaz de entrar. Hay tres guardias en cada frontera. Siempre hay algunos vigilando a cada cuantos kilómetros, no es normal que se hayan colado así de fácil.

Explica Ethan con seguridad. Es el más pequeño de la sala y aún así irradia el mismo poder que su padre.

—Tiene razón ahí — lo apoya Antón y los demás asienten —, alguien ha pasado información y ha podido dar los horarios de cada cuanto pasaban a hacer las rondas. Tenemos que tener los ojos bien abiertos, se irán cambiando los horarios todos los días para que no nos sorprendan de nuevo.

—En la cámara se ve que han pasado sin dificultad alguna. Claramente sabían lo que hacían — nos informa Sergio, uno de los hombres que están aquí.

La mañana se pasa entre búsqueda y trabajo. Se pondrán más cámaras a lo largo de la manada, al igual que más hombres.

—Eso es todo por hoy — todo nos ponemos en pie —. Quédate, Zack.

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