Capítulo 57.

7.2K 513 35
                                        

Anneliese

Estamos a 23 de febrero, he salido de clases y Zack me ha recogido para ir a casa de mis padres. Esta tarde tenemos otra cita con Astrid, vamos a ver como va el pequeño bebé. Mi madre ya tiene una barriga enorme, está de 31 semanas. Solo le quedan siete u ocho semanas para dar a luz. Estoy deseando verle la carita.

—¿Qué pasa? — pregunta cuando me quedo mirando un punto fijo y lo miro.

—Nada, solo que... — trago saliva y respiro — pensé que ya estaría embarazada, pero no ha sido así.

Deja caer su mano en mi muslo y da un apretón.

—Todo a su debido tiempo — me dice con voz suave y asiento.

No quiero que sea a su debido tiempo, lo quiero ya. Llevo meses esperando y aún no sucede.

Cuando llegamos a casa, veo a mamá sentada en el sofá casi dormida y me tumbo a su lado con cuidado, necesito que sus brazos me envuelvan.

—Mi dulce niña — susurra y suelto un sollozo —, ¿qué te tiene así?

—Es que... es que no quedo embarazada — murmuro como puedo sujetando su camisa con fuerza y suelto a llorar.

Muchos dirán que soy muy joven para tener un cachorro, que tengo que vivir mi vida y cumplir mis sueños. Mi sueño es ese, tener mis cachorros.

—Ten paciencia, cariño — pasa sus dedos por mi cabello mientras siento que alguien se sienta a mis pies y levanta mis piernas, es mi hombre —. Lo conseguirás.

Lloro durante algunos minutos hasta que me calmo y quedo con la cabeza girada, mirando la barriga de mi madre donde dejo algunos besos. El pequeño me saca una sonrisa cuando da patadas y paso mis dedos por ahí.

—La comida está lista — nos avisa mi padre y me limpio la cara antes de ir al comedor.

Lleno mi plato hasta arriba y comemos tranquilos, hablando de todo y nada a la vez.

Cuando llega la hora de irnos a la clínica, nos montamos en los autos. Ethan nos dijo que nos vería allí.

Nos hacen pasar en cuanto llegamos y vemos a Astrid con una sonrisa. Pasamos todos y después de que mi madre responda sus preguntas, se tumba en la camilla y le pone el aparato en la barriga.

—Mira, ahí está — le dice con una sonrisa y todos vemos la pantalla.

Ya no es esa pequeña mancha que antes no podíamos diferenciar, ahora se ve claramente y suspiro. Tengo ganas de conocerlo.

—¿Ya tenéis nombre?

—Astrid — se queja mamá —, no me gusta ninguno, ya no sé qué hacer. He leído más de mil nombres y ninguno me llama la atención.

—¿Ian? — sugiere Astrid y mi madre arruga las cejas.

—Ian — repite ella y sonríe —. Ian, ese nombre será.

—Ian Parker Brown — lo dice mi padre en voz alta y asiente.

Gracias a los Dioses que tenemos un nombre. Nos despedimos de Astrid y mis padres para volver a casa.

—Me daré un baño largo, hoy no tengo ganas de salir. Quizás vengan las demás y vemos una película, ¿qué dices?

—Me parece bien, esta es tu casa, puedes hacer lo que quieras — responde alzándome y envuelvo mis piernas en su cintura.

—¿Y eso? — pregunto cuando llegamos a la habitación y veo más de diez bolsas en la cama.

—Ropa interior — me besa —, por toda la que he roto y romperé — otro beso —. Ya sabes, no quiero que pienses que tu hombre no se encarga de ti.

SempiternoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora