Capítulo 12.

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Anneliese

—Esta noche nos vamos de acampada — aplaude Adha mientras las cuatro salimos del instituto.

Estamos a viernes, han pasado tres días desde que ella nos dió la idea. Hablamos con nuestros padres, quienes se opusieron un poco después del resultado del picnic en la laguna. Mi padre nos dió dos opciones. La primera, llevar a mi hermano y Zack, junto con algunos guardias que se quedarían vigilando a lo lejos, y la segunda, que no íbamos a ningún lado sin ellos.

Sí, señor. Esa fue nuestra respuesta colectiva hacia mi padre.

—Ya tengo la ropa y todo lo que necesito guardado — habla Kath y An asiente diciendo que también.

—Bien, pues nos vemos en tu casa dentro de una hora — dice Adha —. No se olviden de las mantas y colchonetas.

Se despide de nosotras para ir con mi tío Andreus y lo saludo con la mano.

—¿Te llevo a casa? — aparece mi hermano de la nada a preguntarle a su dulce Kathi.

—Está bien — responde ella.

—Tienes que irte con Zack, papá está haciendo algo.

Asiento esperando al traidor ya que no lo veo por ningún lado.

—Ahí está mi padre, pero te voy a esperar hasta que venga Zack. En cuanto tenga las cosas listas voy a tu casa — me informa An y asiento.

—Sí, ya tengo casi todo listo.

Escucho el coche de Zack a toda prisa y aparca justo delante de nosotras. Me despido de An diciéndole que no tarde en venir y subo al coche.

—Siento llegar tarde, estaba hablando con tu padre.

—Está bien.

Me pongo el cinturón y llegamos a casa en menos de diez minutos.

Mamá está en la puerta junto a la abuela Sinnia, bajo del coche y me sonríen al verme.

—Hola mi dulce niña — me da un beso en la frente y otro a Zack —. Mi pequeño.

Le doy un abrazo a mi abuela y entro a casa para poder dejar la mochila y almorzar.

—¿Qué hay de comer? — pregunto en la cocina donde está mi abuela Rosi.

—Te hice pastel de carne, cariño.

—Que rico — ayudo a poner la mesa para todos.

Nos sentamos y comenzamos a comer. Zack está a mi lado como siempre y mamá igual.

—No quiero que os vayáis del lado de Zack o de tu hermano — advierte papá —. Cualquier cosa puede pasar, Anneliese.

Sé que habla enserio cuando me llama por mi nombre completo y niego con la cabeza.

—No, papá, no vamos a separarnos de ellos. Lo prometo.

—De todas formas, lleva tu daga. Antes de que te vayas te voy a dar otras tres, quiero que siempre las tengas a mano.

Asiento muy seria, esto no es cualquier cosa, se metieron en nuestra manada y si no hubiese sido por mi daga... no sé qué habría sido de nosotras. Estoy segura que con cuatro puedo hacer maravillas.

—Las demás también van a llevar las suyas — habla mamá —. Por favor, no os separeis de ellos.

Seguimos con la comida y justo cuando termino suena el timbre.

—Esas son mis hermanas — me levanto con una sonrisa a abrir y ahí están, cargadas de bolsos que estoy segura de que pesan la mitad de ellas.

—Estamos listas — habla Adha muy feliz —. Estos bolsos pesan, pero juro que solo llevo lo necesario. Ropa, cosas de higiene y cremas para los bichos. Y en este — señala el más grande —, llevo comida, mamá se ha vuelto loca cocinando.

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