༺Podría pelear igual de bien que Bran༻
Las puntadas de Arya volvieron a estar todas torcidas.
Las había contemplado con el ceño fruncido, desalentada, y miró de hurtadillas hacia donde estaba su hermana Sansa con las otras niñas. Las labores de costura de Sansa eran siempre exquisitas. Todo el mundo lo decía.
Las labores de Sansa son tan bonitas como ella, dijo una vez la Septa Mordane a su lady madre. Tiene unas manos tan hábiles, tan delicadas... Cuando lady Catelyn le preguntó por Arya, la septa lanzó un bufido, Arya tiene manos de herrero.
Arya echó una mirada furtiva hacia el otro extremo de la sala, temerosa de que la septa Mordane pudiera leerle el pensamiento, pero aquel día no le prestaba atención. Se había sentado con la princesa Myrcella y era toda sonrisas y adulación. La septa no tenía ocasión de instruir a una princesa en las artes femeninas todos los dias, como le habia dicho a la reina cuando llevó a la niña para que estuviera con ellas. A Arya le pareció que las puntadas de Myrcella también estaban algo torcidas, pero por la manera en que las alababa la septa Mordane, nadie lo habría imaginado.
Examinó de nuevo su labor, buscando alguna manera de rescatarla, y al final suspiró y dejó la aguja. Miró a su hermana con gesto abatido. Sansa charlaba alegremente mientras cosía. Sentada a sus pies estaba Beth Cassel, la hija pequeña de ser Rodrik, que se bebía cada palabra que salia de sus labios. Jeyne Poole, a su lado, le susurraba algo al oído, provocando que Sansa tuviera la decencia de sonrojarse. Tenía una manera de sonrojarse muy bonita. Todo lo que hacía era muy bonito, pensó Arya con un rencor sordo.
No era justo, pensó mientras se echaba a correr escaleras abajo. Sansa lo tenía todo. Sansa era mayor; y quizá cuando nació Arya ya no quedaba nada. Era lo que pensaba a menudo.
Sansa sabia coser, bailar y cantar. Escribía poesías. Tenía buen gusto al vestirse. Tocaba el arpa y, por si fuera poco, también el carillón. Y lo peor, era hermosa. Sansa había heredado los pómulos altos de su madre y la espesa cabellera rojiza de los Tully. Arya había salido a su lord padre. Tenia el pelo castaño y sin brillo, y un rostro alargado y solemne.
Jeyne la llamaba Arya Caracaballo, y cuando la veia llegar relinchaba. Y para empeorarlo todo, lo único que Arya hacía mejor que su hermana era montar a caballo. Bueno, aquello y llevar las cuentas de la casa. A Sansa no se le daban bien los números. Si acababa por casarse con el príncipe Joffrey, le haría falta un buen mayordomo.
Nymeria la esperaba en la garita de los guardias, al pie de las escaleras. Se incorporó en cuanto vio llegar a Arya. La niña sonrió. Aunque nadie más la quisiera, la cachorrita de lobo huargo la adoraba. Iban juntas a todas partes, y Nymeria dormía en su habitación, al pie de la cama. Arya se la habría llevado a la sala de costura de buena gana si su madre no lo hubiera prohibido. Así, la septa Mordane no se quejaría tanto de sus puntadas.
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¹Reyes del Norte•GOT
FantasyLa casa Nidhögg es una estirpe tan antigua como los mismos hijos del bosque. Estos primeros hombres, cuyos nombres resuenan en las leyendas susurradas por las nanas durante las noches de insomnio, libraron una eterna batalla contra los amos de drago...