₃₉La sucesión

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¿Qué dirías si estuvieras aquí?

El traje que su madre usaba para montar era una obra maestra de artesanía

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El traje que su madre usaba para montar era una obra maestra de artesanía. Negro como la noche, estaba adornado con escamas de dragón, originalmente verdes pero hábilmente modificadas para adaptarse a la negrura de la prenda de cuerpo completo. Las escamas relucían bajo la luz, cada una perfectamente integrada en el tejido resistente, diseñado para soportar el rigor de volar sobre un dragón.

Kryo apretó la mandíbula.

Las escamas que solían adornar a su madre, ahora parecían murmurar secretos antiguos. Había pequeños grabados en ellas, runas que brillaban con una luz tenue, ocultas a simple vista pero perceptibles para quien supiera buscarlas.

Lo dejó de nuevo en la caja y comenzó a desvestirse, respirando el aroma del viento invernal que se colaba por la entrada.

Ese traje, pensó mientras desataba las cintas y correas, había pertenecido a una reina del invierno. Una líder fuerte, valiente, que había guiado a su gente a través de innumerables tormentas y batallas. Ahora, el peso de ese legado iba a descansar sobre sus hombros, pero no como una reina. Kryo sabía que su destino era diferente.

Mientras se despojaba de la última prenda, dejó que el aire frío acariciara su piel desnuda. Sentía cada latido de su corazón resonando en su pecho, un recordatorio constante que aún corría por sus venas. 

No sería una reina. No, ella sería esa Hersir, esa líder capaz de sacrificarse por su pueblo, de congelarse a sí misma si fuera necesario. Octavia viviría en sus acciones, y la historia de la nueva Hersir del invierno apenas comenzaba.

Podría haber meditado un poco más sobre eso, si el movimiento del gentío que paró fuera de su tienda no hubieran entrado a través de las paredes de tela y pieles.

Mientras observaba cuidadosamente una de las mangas de su traje, su mirada se desvió hacia el baúl. Frunció el ceño. Era grande y robusto, demasiado grande para contener solo prendas de vestir. Una intuición repentina la llevó hacia él, donde al examinarlo más de cerca, descubrió que tenía un fondo falso. Con manos hábiles, retiró la capa de tela y madera que lo ocultaba y sus ojos ardieron sobre el par de dagas. Eran exquisitamente elaboradas, perfectas y maravillosamente ocultas en la vaina de cuero negro con detalles dorados. Acarició el pomo, estaban bañadas en oro, puro y sólido, pero, cubiertas a medias por el ísseiðr de su madre, tiñéndolas de azul. 

Las sacó cuando parecieron clamarle que las tomara, que las hiciera suyas.

El desliz del acero contra el cuero fue exquisito. El acero valyrio cortó sin problemas a través del aire. Sus pasos y el silbido del acero eran los únicos sonidos que ambientaron el lugar vacío y oscuro de su tienda, unos sonidos acordes para una Hersir.

¹Reyes del Norte•GOTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora