₁₈Ecos

28 8 5
                                    

Es ella

En el trecho alto del bosque se elevaban una hilera de pinos cubiertos de una ligera capa de nieve, tan delicadas como tejidas de la misma niebla de la mañana entre la que surgieron

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

En el trecho alto del bosque se elevaban una hilera de pinos cubiertos de una ligera capa de nieve, tan delicadas como tejidas de la misma niebla de la mañana entre la que surgieron. Les daba la impresión de que desaparecían por un instante, que se agitaban con el viento que acariciaba hasta la más alta copa de los árboles. Habían dejado ese mismo día la fortaleza. Ocuparon dos caballos debido a que Robert, Jhon y Theodore se llevaban los otros tres. Aquella fue una dura despedida. Mientras que los tres maestres eran enviados por Athenas a la ciudadela. La hechicera, Geralt y Kryo se dirigían a Asshai.

—¿Crees que fue buena idea entregarles el libro que Eir te dejó? —le preguntó Athenas en la lengua materna de la joven. Sujetó las bridas del castrado cuando la brisa los golpeó con fuerza.

—Se que ellos lo cuidarán mejor —informó Kryo en su lengua— Además, solo es un préstamo. Theodore me dijo que nunca lo había visto. Puede que encuentren algo que ayude, ¿no crees?

—¿Y que esperas que encuentren? —preguntó.

—Silencio —dijo el caballero, quien iba guiando el camino— aquí no. Debemos llegar a un lugar donde podamos tener una auténtica conversación y, de paso, cenar.

Tanto Athenas cómo Kryo, se sintieron muy contentas al escuchar la palabra cenar. Por consiguiente, la hechicera apresuro el paso tras el caballero, que las condujo a un ritmo sorprendentemente rápido, y siempre por las zonas más espesas del bosque, durante más de una hora. Todos comenzaban a sentirse muy cansados y hambrientos cuando de improviso, los árboles empezaron a ser más escasos frente a ellos y el terreno descendió en una pronunciada pendiente. Al cabo de un minuto salieron a cielo abierto, con el sol aún brillando, ante sus ojos apareció un magnífico panorama.

Los tres descabalgaron, ahora estaban de pie en el borde de un valle escarpado y estrecho, por cuyo principio discurría —al menos habría fluido de no haber estado congelado— un lago bastante grande, un profundo estanque pero que en aquel momento era, desde luego, una superficie lisa de hielo color azul oscuro.

Ya habían cruzado la parte inferior del río, mucho más abajo, había más hielo, pero en lugar de ser liso, aquél mostraba, bajo un aspecto congelado, las ondulaciones y amontonamientos de espuma que había tenido la corriente de agua cuando llegó la helada.

Esta parte era diferente, era calma. Era seguro para lo que sabían cuál era el deseo de la joven.

La parte superior tenía anchura suficiente para poder andar por encima, aunque no resultaba, al menos para una persona normal, un lugar agradable por el que pasar.

En los puntos donde el agua había rozado su límite se veían relucientes paredes de carámbanos, como si todo alrededor hubiera estado cubierto por completo de flores, coronas y guirnaldas del azúcar más puro. También observaron que en ese momento su joven compañera lucía una especie de expresión, la clase de expresión que muestra cualquiera cuando alguien visita un jardín que ha creado o lee un relato que ha escrito. Así pues, no fue más que simple cortesía normal y corriente que Athenas dijera:

¹Reyes del Norte•GOTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora