₅₇Hablaron de guerra

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Y entonces, cuando los muertos lleguen, no habrá un enemigo al que enfrentarse, y ustedes no estarán listos para ellos

༺Y entonces, cuando los muertos lleguen, no habrá un enemigo al que enfrentarse, y ustedes no estarán listos para ellos༻

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Las nubes pasaban y pasaban, arrastradas por un viento suave que las empujaba sin prisa. Se deslizaban lentamente sobre el horizonte, donde las escamas de Asenas brillaban a lo lejos como esquirlas de hielo, reflejando la poca luz que se filtraba a través de las nubes. 

—Lady Aelirenn —dijo la voz de Robb Stark, casi divertida al ver a la muchacha cabalgar de aquella forma tan particular. Aelirenn yacía recostada plácidamente sobre el lomo de Draven, se volvió hacia él y enarcó una ceja— Hersir —se corrigió. Y con una ligera inclinación de cabeza, admitió:— las costumbres de su gente son extrañas para mí. 

—Lord Stark —Yennefer inclinó su cabeza en un gesto de saludo. Y Aelirenn giró sobre la espalda desnuda de Draven en un movimiento fluido.

Robb cabalgaba a la cabeza de la columna, bajo el estandarte blanco de Winterfell. Cada día invitaba a uno de los señores a unirse a él, de manera que pudieran conferenciar por el camino. Honraba por turnos a todos los hombres, sin favoritismos, y los escuchaba siempre sopesando las palabras de cada uno contra las de los demás. Uno de sus hombres —Aelirenn no recordaba la casa, ya que con las lecciones con Yennefer eran suficiente como para recordar cada casa con la que marchaba— había elegido cien hombres y cien caballos veloces, y se había adelantado para ocultar sus movimientos y examinar el camino. Los informes que trajeron de vuelta los jinetes no los tranquilizaron en absoluto. Las huestes de Tywin Lannister —un nombre que de no ser por el apellido no lo recordaría— estaban a varios días de camino hacia el Sur... pero el señor del Cruce, había reunido a casi cuatro mil hombres en sus castillos del Forca Verde.

—Quería comentarle —dijo Robb, mirando a Aelirenn— que cuando lleguemos a Riverrun,  los suministros saldrán directamente hacia Hardhome.

Aelirenn se enderezó con firmeza en el lomo de Draven, miró de soslayo al muchacho que se encogió a su lado. Toregg pasó su mano por el pomo de su espada. Un regalo de primera mano del Joven Lobo

—Espero que sea mejor que la última —había comentado con mala baba.

—¿La última?

—La que llevaba cuando fuimos por Gran Morsa —dijo.

—¿Qué ocurrió?

—Se combó.

—Eso es hierro blando, muchacho, hierro blando. —acertó Yennefer.

Había dos tipos de hierro, le contó, el blando y el duro. El duro es el que hacía los mejores filos, pero era quebradizo y una espada hecha de aquel hierro se partiría al primer golpe brutal, mientras que una espada de metal más blando se combaría como así ocurrió con su espada.

¹Reyes del Norte•GOTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora