₃₈Su lucha a terminado

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Ser una comandante es estar sola

La marcha había sido larga y silenciosa, una procesión sombría que se movía con la lentitud de un luto inquebrantable

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La marcha había sido larga y silenciosa, una procesión sombría que se movía con la lentitud de un luto inquebrantable. Kryo avanzaba al frente, junto al trineo que llevaba el cuerpo sin vida de Octavia. No había soltado su mano en ningún momento, como si su presencia pudiera de algún modo mantenerla en este mundo un poco más.

Las antorchas parpadeaban, sus llamas pequeñas y frágiles en comparación con la inmensidad de la brisa helada. Los guerreros que las llevaban se mantenían cerca de los caídos, vigilando, atentos a cualquier movimiento que pudiera señalar su regreso.

Una tarea ingrata y aterradora, pero necesaria. 

Llegaron al campamento con el peso de las miradas de miles. Sin embargo, nadie se arrodilló. En la antigüedad, habrían mostrado de esa forma su devoción ante los líderes caídos, rindiendo homenaje con profundo respeto. Pero el pueblo libre no era así, y este no era ese tiempo. Ahora, la devoción se mostraba de formas diferentes, en la resistencia silenciosa y la mirada firme. De hielo.

Kryo no pensaba en nada concreto mientras caminaba, era solo una sombra acompañando el trineo que encabezaba todo. Las voces a su alrededor se desvanecían en el viento, y el mundo se reducía al pequeño espacio entre ella y el cuerpo a su lado.

La llevaron a una tienda apartada, donde finalmente permitió que la separaran de Octavia. Sin embargo, cuando los guerreros intentaron acercarse para ofrecer consuelo o protección, Kryo estalló en gritos.

—¡Largo! ¡Déjenme sola! —su voz se quebró, y sus palabras resonaron en el aire frío de la noche. Los hombres retrocedieron, pero se mantenían indecisos, observando las antorchas en sus manos. El fuego era la única barrera contra los muertos, y abandonarla sin él les parecía un riesgo demasiado grande.— ¡He dicho que me dejen sola! —gritó de nuevo, y esta vez extendió la mano y con un gesto brusco, formó una daga de hielo.

Fue entonces cuando Geralt entró. El caballero la había estado siguiendo a un par de metros de distancia detrás de ella. 

—Salgan  —dijo con una voz firme, que no dejaba lugar a dudas.

Los guerreros intercambiaron miradas, pero finalmente asintieron y salieron, llevándose el fuego lejos de la muchacha de hielo.

Geralt se acercó a ella con cautela, sus ojos observando la daga en su mano.

—Kryo —dijo en un tono más suave, intentando alcanzar la razón detrás de la furia— Estan aquí para ayudar. 

—Largo —gruñó ella entre dientes. El silencio seguía entrando y saliendo de sus oídos.

Geralt observó cómo su expresión se endurecía más. Hizo un movimiento hacia adelante, con las manos levantadas en un gesto de paz.

—Se que esto es difícil. Pero necesitas descansar. Octavia no querría que te destruyeras por...

¹Reyes del Norte•GOTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora