₅₉Aire y palabras

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Y qué los dioses nos protejan si todo lo que nos contó es real

—¿Te encuentras bien, Snow? —preguntó Lord Mormont con el ceño fruncido

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—¿Te encuentras bien, Snow? —preguntó Lord Mormont con el ceño fruncido.

Bien...—graznó el cuervo que siempre llevaba al hombro— Bien...

—Sí, milord —mintió Jon en voz muy alta, como si así lo hiciera más cierto— ¿Y usted?

—Ha intentado asesinarme un hombre muerto —replicó con mala cara— ¿Cómo voy a estar bien? —Se rascó la barbilla. El fuego le había chamuscado la barba gris, y se la había afeitado. La sombra del nuevo bigote lo hacía parecer viejo, indigno, gruñón— No tienes buen aspecto. ¿Qué tal va esa mano?

—Se me está curando. —flexionó los dedos vendados para demostrárselo. Tenía la mano derecha envuelta en sedas hasta el codo. En un primer momento no notó nada, el dolor comenzó más tarde. La piel roja empezó a supurar, y le aparecieron entre los dedos ampollas del tamaño de cucarachas— El maestre dice que me quedarán cicatrices, pero que podré usar la mano como antes.

—Una mano con cicatrices no importa. En el Muro vas a llevar guantes casi siempre.

—Así es, milord —no eran las cicatrices lo que le preocupaba, sino todo lo demás. El maestre Aemon le había dado la leche de la amapola, pero aun así el dolor había llegado a ser espantoso. Gracias a los dioses, sólo Ghost lo había visto tendido en la cama, sollozando de dolor. Y cuando conseguía dormirse, soñaba, lo que era todavía peor. En el sueño el cadáver con el que había peleado tenía los ojos azules, las manos negras y el rostro de su padre. Eso no se atrevió a contárselo a Mormont.

—Por lo visto sólo había dos de esas... de esas criaturas, fueran lo que fueran, no pienso decir que eran hombres. Gracias a los dioses. Unas pocas más y... bueno, más vale no pensar en ello. Pero seguro que hay más. Me lo dicen mis viejos huesos, y el maestre Aemon está de acuerdo. Los vientos soplan cada vez más fríos. El verano toca a su fin, y se acerca un invierno como el mundo jamás ha visto.

Se acerca el Invierno. El lema de los Stark jamás le había parecido a Jon tan sombrío y ominoso.

—¿Milord? —preguntó, titubeante.— ¿Es verdad lo que se dice del hermano Dywen?

—¿Lo saben? —gruñó— ¿Cómo es que aquí todo el mundo lo sabe todo? —no parecía esperar una respuesta. Jon había pasado días escuchando historias sobre el único sobreviviente que había llegado a caballo desde las tierras salvajes. Eso, y la búsqueda fallida de los exploradores era el tema de conversación. No tanto como la estabilidad del hombre.—Llegó hace semanas con una flecha clavada y un mensaje. Cortesía de los salvajes de Ryder.

—¿Un mensaje, milord? —preguntó incrédulo. Aquello no lo sabia.

Salvajes... Salvajes —graznó el cuervo.

¹Reyes del Norte•GOTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora