₄₀Pájaro nocturno

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Que los Antiguos Dioses sean testigos de mi juramento, y que el hielo y el fuego sean mis jueces si alguna vez flaqueo

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Sabía que el remordimiento y la culpa la perseguirían por siempre.

No había ni héroes ni villanos en el lugar, o al menos eso creía, solo habían sombras que bailaban en su cabeza, dejando nada más que fantasmas a su paso.

Soy un monstruo, eso es lo que soy.

Su ísseiðr se expandía como una sombra que se estira y deforma, cubriendo todo a su alrededor. Iban a ser uno. Estaba consiente que caminaba en la línea entre el pánico y perder la cabeza para abrazar la oscuridad, pero eso no la detuvo.

Los monstruos no lloran.

Aquellas palabras iban repitiéndose en su cabeza, iba decidida a convertirse en uno porque ya no quería llorar más, ya no quería perder a nadie más.

Ya no quería sentir dolor, no quería ser débil, debía ser fuerte para proteger a los demás. 

Esa noche, las sombras aprovecharon la debilidad de su fortaleza para aparecer, sumiendo en un caos de fuego y ceniza todo lo que conocía. Le susurraban al oído, ensordeciéndola con todos sus miedos. Algunas de ellas se hicieron realidad en el momento que su reino se encontró débil, al borde de una guerra civil por el futuro de la corona. 

El trono, aquellos pocos metros de distancia los sentía como cien leguas de lejanía, avanzó ignorando como podía aquellas voces. 

Cruzó aquella parte de su corazón y se quedó estática en el lugar, pensando sus acciones hasta que recordó la negra oscuridad rodeándola, recordó la asfixia, recordó el frío de la oscuridad rozando la piel desnuda que no cubría su ropa, recordó sus gritos, los sollozos y luego... los susurros.

Las voces que siseaban a su alrededor, en un idioma que no era capaz de entender.. que no podía entender debido al pánico que le atenazaba todo el cuerpo. A las voces se le unió esa pegajosa y desagradable sensación de unos tentáculos que la rozaban, que la tocaban.

Conocía bien la sensación y, por eso mismo, sabía lo que significaba aquel escalofrío de su espalda. Eso era imposible, ya que había aprendido a mantenerse alejada de las sombras; incluyendo y de sus susurros. Pero no siempre le había funcionado. En ocasiones no ponía el cuidado suficiente y las sombras le hablaban, aunque siempre trataba de fingir que no escuchaba nada; intentaba no entender lo que le estaban diciendo.

Niña de la Vieja Sangre.

—Hija del destino.

El humo ascendió, y los cánticos fueron desvaneciéndose cuando llegó al trono. La anciana que sólo tenía un ojo lo cerró para escudriñar el futuro. Se hizo un silencio absoluto. Kryo alcanzaba a oír los cantos lejanos de las aves nocturnas, el siseo y el crepitar de las antorchas. 

¹Reyes del Norte•GOTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora