༺El miedo es con lo que todos hablan hoy, mi joven lord༻
—Ya estoy harto de cuentos —replicó Bran, petulante. Antes le gustaban mucho los cuentos de la Vieja Tata. Pero las cosas habían cambiado. Se tenía que pasar el día con ella, era la que lo cuidaba y lo limpiaba y le hacía compañía. Y eso no servía más que para empeorar las cosas— Odio tus estúpidos cuentos —insistió.—¿Mis cuentos? —la Vieja Tata le dedicó una sonrisa desdentada— No, mi pequeño lord, no son míos. Los cuentos son, a secas, antes de mí, y antes de usted también.
—A mí qué me importa de quién son los cuentos —dijo— Los odio.
No quería cuentos, y no quería a la Vieja Tata. Quería a su madre y a su padre. Quería ir a correr con Summer. Quería trepar por la pared de la torre rota y dar de comer a los cuervos. Quería volver a montar en el poni con sus hermanos. Quería que las cosas fueran como habían sido.
—Me sé un cuento sobre un niño que odiaba los cuentos —dijo con su sonrisa estúpida, mientras movía la aguja sin cesar, clic, clic, clic, hasta que a Bran le entraron ganas de gritar.
Sabía que las cosas nunca volverían a ser como antes. El cuervo lo engañó para que volara, pero cuando despertó estaba inválido y el mundo había cambiado. Todos lo habían abandonado: su padre, su madre, sus hermanas... hasta su hermano bastardo, Jon. Su padre le había prometido que cabalgaría en un caballo de verdad hasta KingsLanding, y en vez de eso se habían marchado sin él. El maestre Luwin había enviado a Lord Eddard un pájaro con un mensaje, y otro a su madre, y otro al Muro; pero no llegó ninguna respuesta.
—A veces los pájaros se pierden, hijo —le explicó el maestre—De aquí a KingsLanding hay mucha distancia y muchos halcones; puede que el mensaje no les haya llegado.
Pero, para Bran, era como si todos hubieran muerto mientras dormía... o quizá era él quien había muerto, y los demás lo habían olvidado. Los únicos que quedaban eran Robb y el pequeño Rickon, y Robb había cambiado. Ahora era Robb el Lord, o al menos lo intentaba. Llevaba una espada de verdad y no sonreía nunca. Se pasaba el día ejercitando con la guardia y entrenándose en el manejo de la espada, con lo que en el patio resonaba constantemente el choque de metal contra metal mientras Bran miraba desconsolado desde la ventana.
—Te puedo contar la historia de Brandon el Constructor —dijo— Siempre ha sido tu favorita.
—Esa no es mi favorita. —dijo— Mis historias favoritas eran las de miedo.
Se oyó un estrépito en el exterior, y se volvió hacia la ventana. Rickon corría por el patio hacia la caseta del guardia, y los lobos lo seguían, pero la orientación de la ventana de la torre no le permitía ver qué pasaba. Frustrado, se pegó un puñetazo en el muslo. No sintió nada.
—Ay, mi dulce niño de verano —dijo, su voz a penas se escuchó— ¡Qué sabrás tú del miedo! El miedo es para lo que hay más allá del Muro. El miedo es para esa misma luna donde comenzó la Larga Noche; cuando el fuego y la muerte invadieron las tierras de los reyes en el Norte. Nacieron, vivieron y murieron bebés en la oscuridad, los lobos Huargos se quedaron sin alimento. Las calles arrojaban humo y ascuas, las llamas devoraban y lamían las paredes del castillo de cristal, y los Hijos del Bosque despertaron a los Caminantes Blancos con un único propósito y deseo. Venganza.
—Los Hijos del Bosque odiaban a los humanos —interrumpió Bran. Sabía que era imposible que defendieran a cualquier humano luego de la conquista de los Primeros Hombres.
—Los Primeros Hombres temían que los Hijos del Bosque usasen los árboles corazón para espiarlos. —respondió la Vieja Tata— Quemaron y derribaron los grandes arcianos, llevando a la guerra entre las dos especies. Pero, ¿sabes que regiones son las únicas que los conservan?
—El Norte —respondió Bran, con sabiduría. En el Norte aún se usan para rezar a los Antiguos Dioses.
—Asi es, mi joven lord. El primer señor del invierno en pisar Poniente fue el único en querer conservarlos como una alianza con los Hijos del Bosque. Las historias dicen que las driadas surgieron de ese mismo cruce de especies.
Bran frunció el ceño.
Era la primera vez que escuchaba esa historia. Bran sabía todo de ellas porque eran las historias favoritas de Arya.
Las driadas eran conocidas por sus increíbles habilidades de tiro con arco. Podían matar fácilmente a un humano desde una distancia de sesenta metros sin que la persona sepa que estaban allí.
Incluso su padre decía que si Bran hubiera sido mujer, podría haber sido perfectamente una de ellas. Ya que a las driadas les encantaban estar entre los árboles, les gustaba el bosque y la música. Muchas veces, Bran se imaginaba que aprendía a dominar sus habilidades para dar forma a los árboles a su voluntad sin dañar al árbol en sí.
—El miedo es con lo que todos hablan hoy, mi joven lord. —siguió la Vieja Tata, como si nada. Bran pensó que era una vieja muy fea. Encogida, arrugada, casi ciega, demasiado débil para subir escaleras, apenas le quedaban unos mechones de pelo blanco en el cuero cabelludo de un color rosa sucio. Nadie sabía a ciencia cierta cuántos años tenía, pero según su padre ya la llamaban Vieja Tata cuando él era niño. Era sin duda la persona más anciana de Winterfell, quizá la más anciana de los Siete Reinos— Hablan del presagio que divide el cielo en dos, un cometa completamente congelado excepto su interior. La llama congelada lo llaman.
—¿Por qué es un presagio? —preguntó, curioso.
—Durante la Larga Noche, el cometa recorrió los cielos tal cual lo hace hoy, pero.. éste es su opuesto. En aquél entonces, el cometa ardía rojo sangre. Cruzó el cielo mientras envolvía algo en su interior, como si las llamas de una hoguera envolvieran un trozo de hielo que nunca se derretiría. Esa noche trajo consigo un frígido invierno que duró más de lo que el hombre acostumbraba a ver en aquellos tiempos. Los reyes se reducían a cubículos de hielo en sus castillos, las madres asfixiaban a sus hijos porque no toleraban verlos morir helados. Lloraban, y las lágrimas se les helaban en las mejillas. —Su voz y sus agujas se callaron a la vez, sus ojos por el contrario, blancos, claros como el cristal, observaron a Bran— Dime, muchacho, ¿Estas son las historias que te gustan?
—Bueno —reconoció de mala gana— sí, pero los Nidhögg...
La Vieja Tata asintió. Dando un "si" silencioso.
—Los Otros eran cosas frías, cosas muertas, que aborrecían el hierro y el fuego y la luz del sol, y a toda criatura con sangre caliente en las venas. —siguió, mientras las agujas hacían clic, clic, clic—. Arrasaron aldeas, ciudades y reinos, derrotaron a héroes y ejércitos. Eran innumerables, siempre a lomos de caballos blancuzcos y muertos, al frente de su imperio de cristal. Ni todas las espadas de los hombres pudieron detener su avance, ni las doncellas ni los bebés de pecho despertaron su compasión. Dieron caza a las muchachas por los bosques helados y alimentaron a sus sirvientes muertos con la carne de los niños humanos. —Había bajado mucho la voz, casi no era más que un susurro, y Bran se dio cuenta de que se había inclinado hacia adelante para oírla.—Canciones y cuentos de los propios salvajes relatan que la última hija de los señores del invierno saldrá de la profundidad de las sombras dónde se esconde, y con lo que quedó de su pueblo traerán represalias por todo lo que se les fue arrebatado.
La puerta se abrió con estrépito, y faltó poco para que a Bran se le saliera el corazón por la boca del susto. Pero sólo era el maestre Luwin, aunque inmediatamente después apareció por la puerta el gigantesco Hodor.
—¡Hodor! —anunció el mozo de cuadras como tenía por costumbre, al tiempo que dedicaba a todos una amplia sonrisa.
—Han llegado visitantes —dijo el maestre Luwin, que no sonreía—. Se requiere tu presencia, Bran.
—Me estaban contando un cuento —se quejó el niño.
—Los cuentos esperan, mi pequeño lord, cuando vuelvas éste estará donde lo dejaste —dijo la Vieja Tata— En cambio los visitantes no tienen tanta paciencia. Y a veces traen sus propios cuentos.
—¿De quién se trata? —preguntó Bran al maestre Luwin.
—De Tyrion Lannister, y también vienen algunos hombres de la Guardia de la Noche con noticias de tu hermano Jon. Robb está reunido con ellos. Hodor, ayuda a Bran a bajar a la sala.
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¹Reyes del Norte•GOT
FantasyLa casa Nidhögg es una estirpe tan antigua como los mismos hijos del bosque. Estos primeros hombres, cuyos nombres resuenan en las leyendas susurradas por las nanas durante las noches de insomnio, libraron una eterna batalla contra los amos de drago...