₄Noticias

68 10 3
                                    

Más allá del Muro hay cosas aún peores

—He de reconocer que ese hombre murió bien —dijo Ned

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


—He de reconocer que ese hombre murió bien —dijo Ned. Tenía en la mano un retal de cuero engrasado. Mientras hablaba, lo pasaba con suavidad por la hoja de su mandoble, haciendo que el metal cobrara un brillo oscuro—Me alegré por Bran. Habrías estado orgullosa de él.

Catelyn había llegado al medio del bosquecillo dónde un arciano viejísimo se alzaba junto a un estanque pequeño de aguas negras y frías. Ned lo llamaba «el árbol corazón». La madera del arciano era blanca como el hueso, con hojas de un rojo oscuro que pendían como un millar de manos ensangrentadas.

En el tronco habia una cara tallada, con rasgos alargados y melancólicos. Y ojos enrojecidos de savia seca, extrañamente atentos. Aquellos ojos eran viejos, muy viejos; más viejos que la mismísima Winterfell. Había visto el día en que Brandon El Constructor puso la primera piedra, si se podía dar crédito a las historias. Habían presenciado como los muros de granito se alzaban en torno a ellos. Se decía que los hijos del bosque habían tallado las caras en los árboles durante el amanecer, siglos antes de que llegaran los primeros hombres, procedentes de la otra orilla del Mar Angosto.

—Siempre me enorgullezco de Bran —señaló Catelyn. No apartaba la vista de la espada.

Se veían claramente las ondulaciones del interior del acero, donde el metal fuera plegado cien veces sobre si mismo en la forja. A Catelyn no le gustaban las espadas, pero era innegable que Ice poseía una belleza propia. La habían forjado en Valyria, antes de que la Maldición cayera sobre el antiguo Feudo Franco, donde los herreros trabajaban el metal tanto con hechizos como con martillos. Ice tenía cuatrocientos años y conservaba el filo del día en que la forjaron. Su nombre era aún más antiguo, más antiguo que hace unos doscientos años. Dónde la Larga Noche, cambió la situación del continente.

Durante un espantoso invierno, que duró una generación, se dice que una antigua casa, la cuál controlaba un poder oscuro que hasta el momento jamás pensaron que llegaría a tal, fue extirpada del Norte por la propia guerra. «Una casa tan peculiar cómo maldita» dicen más canciones, solo esconde la magia más antigua y letal, y que los Otros eran las creaciones de la propia magia oscura que practicaban.

Aquellas criaturas procedentes del norte. Avanzaron por todo Poniente, aniquilando a los Primeros Hombres y provocando un terror sin nombre.

—Con el de hoy van cuatro este año —dijo Ned, sombrío— El pobre estaba completamente loco. Algo le inspiraba un miedo tan profundo que ni me entendía cuando le hablaba. Balbuceaba que los Nidhögg han vuelto —suspiró— Ben me ha escrito —agregó— dice que la Guardia de la Noche tiene ahora menos de mil miembros. No son solo las deserciones. Últimamente también hay bajas en las expediciones.

—¿Dijiste Nidhögg? —inquirió, había escuchado algo sobre su regreso en alguna que otra historia de la Vieja Tata.

—Si —enarcó una ceja en su dirección— dijo que los verdaderos reyes del Norte habían vuelto para cobrar su venganza.. pero no son más que tonterías Catelyn, estoy seguro que no son más que salvajes -alzó a Ice, y contempló el frio acero en toda su longitud-. Y esto irá a peor. Puede que llegue el día en que no nos quede más remedio que llamar a nuestros vasallos y cabalgar hacia el norte para encargarnos de una vez por todas de esa Reina-más-allá-del-Muro.

—¿Al otro lado del Muro? —La sola idea hizo que Catelyn se estremeciera.

—No tenemos nada que temer de la hija de Mance Rayder —dijo, que había visto el temor dibujado en su rostro.

—Más allá del Muro hay cosas aún peores.

Volvió la vista para contemplar el árbol corazón, con la corteza clara y los ojos rojos, que los observaba, los escuchaba, que parecía pensar lentamente.

—Pasas demasiado tiempo escuchando los cuentos de la Vieja Tata —Él sonrió con cariño— Los Otros están tan muertos como los hijos del bosque; hace doscientos años que desaparecieron. En opinión al maestre Luwin, no existieron nunca. Nadie los ha visto jamás, al igual que esa vieja casa.

—Hasta esta mañana nadie había visto jamás un lobo huargo -Recordó.

—No escarmiento; a estas alturas ya debería saber que no se puede discutir con una Tully —dijo con una sonrisa pesarosa. Deslizó a Ice dentro de su vaina— No habrás venido hasta aquí a contarme historias de miedo, ¿verdad? Ya sé que no te gusta este lugar. ¿De qué se trata milady?

—Hoy hemos recibido noticias amargas, milord. —Catelyn tomó la mano de su esposo- No he querido molestarte hasta que te hubieras aseado. —No había manera de suavizar el golpe, así que se lo dijo directamente— Lo siento mucho, mi amor. Jon Arryn ha muerto.

—Jon.. —dijo— ¿Está confirmada la noticia?

—La carta llevaba el sello real, y era del puño y letra de Robert. Te la he guardado. Dice que la muerte de lord Arryn fue muy rápida. Ni siquiera el maestre Pycelle pudo hacer nada, aparte de darle la leche de la amapola para que no sufriera.

—Algo es algo —suspiró. Catelyn veía el dolor reflejado en su rostro, pero aun así Ned pensó primero en ella—¿Y tu hermana?—Preguntó— ¿Y el hijo de Jon? ¿Qué sabemos de ellos?

—El mensaje decía solo que se encontraban bien, y que había vuelto a The Eyrie —dijo— Yo preferiría que hubieran ido a Riverrun. The Eyrie está tan arriba, es tan solitario.. Además, fue siempre el hogar de Jon, no el de mi hermana. El recuerdo de su esposo estará en cada piedra. La conozco bien. Necesita el consuelo y el apoyo de su familia y amigos.

—Ve con ella —le pidió— Llévate a los niños. Animen los salones con ruido, con gritos, con risas. Su hijo necesita la compañía de otros niños, y no podemos dejar sola a Lysa en estos momentos.

—Ojalá pudiera seguir tu consejo —dijo—. La carta traía otras noticias. El rey está de camino hacia Winterfell.

Ned tardó un momento en entender qué le decía, pero cuando lo comprendió desapareció la nube que le oscurecía los ojos y el rostro de su esposo se iluminó con una sonrisa. A ella le habría gustado compartir su alegría. Pero había oído las habladurías en los patios: una loba huargo muerta en la nieve, con un asta rota en la garganta. El miedo le retorcía el estómago como una serpiente que se le enroscara en las entrañas, pero se obligó a sonreír para aquel hombre al que amaba, aquel hombre que no creía en los presagios. Y con respecto a la antigua casa... Catelyn no sabía que pensar, dudada de aquella historia, sabía que era una leyenda, pero, no significaba que fuese irreal.

¹Reyes del Norte•GOTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora