One.

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Todo comenzó hace 14 años, pues yo aún no cumplía los cinco años y ya estaba en Jardín de niños. La verdad que era algo que mi madre y mi padre agradecían porque no aceptaban a niños menores de cinco años, pero los meses no harían la diferencia. Así que tuve suerte.
Todos éramos nuevos, ninguno conocía al otro, pero un par de minutos después, con juguetes y crayones los niños comenzaron a confiar unos en los otros.
Yo no había sociabilizado con nadie aún, pero es porque era algo tímida. Bueno a veces lo sigo siendo.
Estaba sentada cepillando el pelo de una muñeca que apenas pude agarrar antes de que las demás niñas me la quitaran y me escondí en una de las casitas de juguete que había al fondo del salón.
Todos los demás jugaban en el patio.
Me concentré en la muñeca, de pelo negro de lana y mejillas pintadas, Para mi era la más hermosa, así que comencé a imaginarme que éramos princesas y que la casita era nuestro castillo, pero luego alguien me interrumpió.
Un niño había entrado a la casita de juguete a esconderse de los demás niños. Yo lo miré asustada.
- Oye, ¿Tú quién eres? - Pregunté un poco asustada.
Jamás había estado sola con un niño.
- Soy Evan y ¿Tú? - Preguntó sonriendo. Pequeñas gotas de sudor recorrían su frente, seguramente por correr demasiado. 
- Julia. - respondí en susurro.
- ¿Por qué estas sola aquí? Todos estamos jugando a las escondidas. No te vi en el patio correr. - Se sentó en el suelo mirándome fijamente.
- No lo sé... - Dije mirando de nuevo a la muñeca.
- ¿No tienes amigos?
- Creo que no.
- Pues yo seré tu amigo. - Sonrió.
Volví mi mirada hacía él. - ¿De verdad?
- Si,Julia. Seremos los mejores amigos. - rió.


***

Con el tiempo descubrí que él vivía cerca de mi casa, a cuatro casas de la mía más precisamente.
Íbamos juntos a la escuela y volvíamos juntos.
La Sra. Stone siempre me invitaba a tomar chocolate caliente en época de invierno y nos ayudaba a Evan y a mí en las tareas.
Cuando era verano, Evan y yo volvíamos de la escuela y mi madre hacía galletas y limonada para pasar la tarde nadando en nuestra alberca.
Nos divertíamos mucho los dos solos. Chistes, bromas, juegos y risas eran todos los días y en la escuela era igual, sólo que Evan tenía sus otros amigos en cambio yo, sólo lo tenía a él. No me culpen, las niñas eran demasiado malas, incluso más malas de lo que podrían ser lo adolescentes, así que no tenía amigas con quien compartir una muñeca o jugar al juego del té. Y no me quedaba más que jugar a cosas de "niño" con Evan cuando estábamos en casa. 
En los recreos yo me quedaba dibujando garabatos en una hoja y él iba a jugar a la pelota con sus amigos.
A pesar de que tuviera sus otras amistades él no me dejaba de lado y a veces convencía a los chicos de que me dejaran jugar con ellos a los bandidos. Claro que no era muy bien recibida. Aún así Evan estaba conmigo. 

***

En secundaria seguíamos juntos, ambos habíamos crecido. La pubertad nos había llegado a los dos: Evan se había convertido en un chico guapo con linda sonrisa y un cuerpo musculoso resultado de mucha actividad física.
Yo... bueno, yo había quedado con mi estatura de 1,65, cuerpo de una niña de 14 (Tenía 17 ya casi 18) y con unos cuantos granitos en la cara, estaba en mis últimos años del tratamiento de ortodoncia. A los lentes los usaba solo en mi casa, ni de coña en la escuela para que se rieran más de lo que ya lo hacían. Sip, yo era un desastre física y estéticamente.  
Sin embargo, cómo por especie de la gracia divina, Evan aún seguía hablándome. 
Todo cambió cuando las chicas comenzaron a notar que él estaba guapo.

En los recesos y la cafetería lo veía reír con otras chicas y chicos, él era popular, claramente.
Yo era la antisocial y sólo me limitaba a leer uno que otro libro, pues así me entretenía.
Dejó de sentarse conmigo para sentarse con otras personas, y luego no lo vi más en clases.
Poco después él mismo me contó que no entraba a clases para ir a verse detrás de las gradas con Sophie ,la capitana de las porristas. Después de que me dijo eso, no quise saber que más hicieron ahí atrás.
Nuestra relación cambió en la escuela, pero no fuera de ella.
Él continuaba yendo a casa.
Era totalmente distinto a lo que se mostraba en la escuela.
Me conformaba sólo con eso.
Nuestra relación continuaba en pie para mi sorpresa, pero comencé a descubrir que lo que sentía por él era algo más que cariño... no lo quería aceptar, es decir, era como mi hermano sabíamos todo uno de del otro, pero cada vez que lo veía o cada vez que me abrazaba sentía algo inexplicable.
Terminé de convencerme que estaba loca por el cuando un día en biología, Chad Peaton decidió molestarme y hacer bromas pesadas, demasiado pesadas. Evan había entrado a esa clase y me defendió para sorpresa de muchos.
Amenazó a Chad con golpearlo a la salida.
Él me protegió.
Aún así supe que lo mejor seria alejarme de él. Sus amigos se burlaban de él por andar con alguien como y le dije que no lo haría pasar vergüenza... yo podía verlo después de la escuela.
Él acepto tristemente, bueno... al menos eso es lo que demostró ese momento porque en la escuela a él no parecía importarle estar lejos de mí. No lo culpo, tenía amistades más divertidas que una simple scuincla como yo. 

Dejamos de hablar por un tiempo, pero un tarde antes de salir de la escuela él se acercó a mí, yo estaba en mi casillero.
-Hola nena. - Dijo sonriendo.
-Evan... - dije no tan animada.
- ¿Qué te sucede? ¿Por qué estás así de cortante? - su sonrisa desapareció.
-No pasa nada. - Yo era la seriedad en persona. - debería irme antes de que tus amigos me vean contigo. - dejé mis libros y agarré mi mochila para irme.
- Oye no. - tomó mi brazo. - no me importa que me vean contigo.
- Oh, si claro. - dije con sarcasmo. - ya Evan, deja de fingir.
- No estoy fingiendo. - dijo seriamente. - sabes que te quiero mucho y he estado extrañándote. - me estrechó en sus brazos.
- ¿Ya no tienes a quien contarle con quién te acostaste el sábado pasado? - dije sin emoción.
- Julia, quiero pasar tiempo contigo... - dijo en voz suplicante. - Es viernes, pensé que podríamos ir a mi casa a ver una película.
- No lo sé... Tengo cosas que hacer. - Rasqué mi cabeza.
- ¿Leer libros y encerrarte en tu habitación? - levantó una ceja.
- Si te vas a burlar de mi, pues vete. - dije un poco molesta.
- Sabes que lo hago en broma. - Rió. Luego me miró fijamente. - Ven conmigo, por favor.
Lo pensé por unos minutos, pues lo que realmente se merecía era que lo mandara bien a la mierda, pero ese gesto de niño que no rompe un plato me convenció.
- Ok. - rodé mis ojos.
- Pasaremos por tu casa así buscas tu pijama. Hoy dormiremos juntos. - pasó su brazo por mi hombro.

***

Cuando llegué a casa mamá estaba en la cocina. La saludé como siempre lo hacía y me dirigí hacía mi habitación a buscar un pijama. Una remera larga y holgada y un short negro. Generalmente cuando dormía con él usaba cosas muy largas... Pero no sé por qué había decidido ponerme algo corto debajo.
Cuando baje a la sala él estaba conversando con mi mamá de algo que no pude escuchar porque callaron cuando me vieron.
- ¿De qué hablaban?
- De nada. - dijo Evan. - ¿Nos vamos?
- Está bien. - dije de manera dudosa.
Caminamos las cuatro casas y entramos.
- ¿Por qué hay tanto silencio? - pregunté.
- Mamá y Papá fueron a visitar a Charlie. - dijo cerrando la puerta de un empujón. - Susan cumple años.
- ¿Por qué no fuiste con ellos? - pregunté subiendo una ceja. Que raro que Evan no vaya al cumpleaños de su sobrina favorita.
- Estas muy preguntona hoy ¿No? - rió yendo a la cocina. - ¿Hacemos palomitas o prefieres pedir pizza?
- Prefiero pizza. - sonreí.
Tal parecer era una clásica noche de amigos, como en los viejos tiempos.

Pero yo estaba equivocada. Demasiado equivocada.

Regresaras de Rodillas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora