Twenty Four.

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Me duele, me duele mucho, el brazo y el costado de las caderas. Trato de levantarme y no puedo, también tengo raspones en las manos. No pasan más de cinco minutos y siento unos brazos que me alzan. Es Evan, quien no ha dudado ni un segundo e ir a ayudarme.
Del auto baja un chico con piel morena y bronceada. Es Ethan.
– Dios, mio Julia ¿Estás bien? – Dice con rostro preocupado, tanto que parece que está por llorar. – Ha sido mi culpa, ha sido mi culpa – Toma su cabeza.
– Claro que ha sido tu culpa. – Gruñe Evan, aún conmigo en brazos. – ¿Estás bien Cielo? ¿Dónde te has golpeado? – Su rostro es peor que el de Ethan. Me toma suavemente.
– Si... –estamos muy cerca, tanto que distingo los destellos de sus ojos. – Si... caí de costado, solo raspones en mi costado derecho, en el brazo y en las manos. – fruncí el ceño, la piel aún estaba ardiendo por la caída.
– Lo lamento mucho, Julia. ¿Te llevo a la enfermería? ¿Quieres que te lleve a casa? ¿Necesitas algo?
– Estoy bien, Ethan. – sonrío. – No te alarmes. ¿Evan?
– Qué, Cielo.
– Puedes bajarme ya.
Él me sonríe y me deja lentamente en el suelo. – ¿Ethan, me ayudas con mis cuadernos?
– Claro.
Me aparto de Evan para ir por mis cuadernos también, pero él toma mi brazo suavemente. – Mírame, Cielo. – Me toma por las mejillas. – ¿Segura que te sientes bien?
Su mirada me ablanda. – Sólo son raspones. No te preocupes.
– Te llevo a casa.
– Debo entregar mi video a Fuller.
– Yo también debo hacerlo. – sonríe. – Le pido a Ethan que lo lleve y que explique porque nos hemos ido.
– Julia aquí tienes tu cuaderno y tu celular. – me entrega Ethan. – Lo siento mucho, Julia. Si necesitas algo avísame.
– De hecho si... – dice Evan. – Necesitamos que lleves nuestros trabajos a Fuller y le expliques lo que pasó. Yo llevaré a Julia a su casa.
Quiero protestar pero ya me es imposible. A demás no creo que pueda aguantar todo el día con este ardor infernal en mi cadera y manos.
No me queda otra que sacar mi pendrive y dárselo a Ethan. Evan hace lo mismo y luego Ethan estaciona su auto y sale apurado para ir a dejarle los proyectos a Fuller.
– Espera un segundo, le pediré el auto a James. – Dice sacando su celular.
– Podemos ir en tu moto.
– Ni loco. – chilla. – Te va a doler más cuando subas la pierna en la moto. – pasa su brazo por mi hombro arrimándome más a él y me siento cómoda, su calor es confortante.
James no tarda en venir con las llaves en la mano.
– Oye qué sucedió. – dice preocupado.
– Un idiota chocó a Cielo. – dice como si nada.
– ¿Cielo? – Dice confundido.
– A Julia – se corrige. Yo ruedo los ojos, está claro que no va a dejar de llamarme así.
–¿ Te encuentras bien, Cielo? – me pregunta divertido, James.
– Sí, sí. – Frunzo el ceño – no es nada, pero éste insiste en llevarme a casa.
– James, no te llamé para que hagas sociales. – se queja.– y no le digas Cielo, soy el único que la llama así.– James ríe y le da las llaves, Evan le da las de su moto. – Cuídala. – le dice advirtiéndole, está totalmente serio.
– La cuidaré como si fuera mía. – le guiña un ojo y luego se va riendo.
Acaban de hacerse una broma privada, pero no le doy importancia, asuntos de ellos.

***

Cuando abro la puerta de casa, aún sigue intacto el olor a guayaba del aerosol de ambiente.
Evan entra detrás de mí y cierra la puerta.
Yo me siento en el sofá y quito mi campera de hilo, con mucho cuidado, y miro mi brazo. Tiene un pequeño morado, producto de alguna pequeña roca que se incrustó al caer. Levanto un poco mi remera y miro en el borde de mi jean. Éste, con el impacto y el asfalto, ha hecho que me levante un poco la piel, haciendo un raspado un poco más doloroso. Las costuras del pantalón están marcadas dolorosamente en mi piel. Me duele levantarlo para ver.
–Deberías desinfectarlo. – Dice Evan observándome. No me observa de manera seductora o de alguna otra intención. – ¿Dónde tienes el algodón y el alcohol?
– Supongo que en el baño.– digo quejándome un poco, Los jeans hacen fricción en el raspón y las manos también me arden.
Evan aparece de nuevo. – No tienes alcohol. Sólo hay algodón.
– Mierda. Estaba segura de que estaba ahí.
– No te preocupes, iré por el de mi casa.
Él sale y deja la perta abierta. Yo aprovecho ese momento para ir a mi habitación y buscar un pantalón de chándal para estar más cómoda. Me cuesta bajarme el pantalón pero lo hago y luego me pongo el chándal negro con cuidado de no asentar el elástico en el raspón.
Cuando me giro, él está ahí.
Me asusto.
– No he visto nada. – dice rápidamente. – Llegué cuando ya estabas cambiada.
– Está bien no te preocupes.
Me da la botella de alcohol y lo unto en el algodón. Me siento en la cama
– ¿Te ayudo? – pregunta. Lo miro con una ceja arriba. ¿En serio quiere pasarme el algodón por el borde derecho de la cadera, cerca del elástico de mi ropa interior? – no pienses mal, Cielo. No estoy con esas intenciones ahora. – dice sonriendo, captando la incomodidad de la situación.
– No... no, está bien. – le sonrío. – Gracias por todo.
– ¿Vemos una película? – sonríe con picardía. – digo... ya que no vamos a ir a ningún lado... sería como una cita en casa.
Me largo a reír por la situación. – Ahora si estás con esas intenciones, ¿no es así?
– Ya quisieras. – sonríe. – Nah, lo digo en serio, ¿Vas a ver una película conmigo?
– Supongo que es lo menos que puedo hacer... – me encojo de hombros.
Él se acerca y me toma en brazos.
–¡Qué haces! – me río.
– Shh... Cállate.
Pongo mis brazos alrededor de su cuello y lo miro fijamente. – Y si no lo hago ¿me vas a callar?
Él me mira serio y luego con una pequeña curva en sus labios dice: –Si quieres lo hago ahora...
– No te pases de listo. – arqueo una ceja.
– No me provoques, Cielo.
– Deja de llamarme Cielo, entonces.
– Eso nunca.– Ríe y me deja en el sofá. – He traído algo. – dice sonriendo y luego saca una grabadora pequeña del bolsillo de su buzo.
– ¿Y eso? – pregunto.
– La he comprado, ayer en la tarde. – explica. – me dijiste que te gustaría seguir con el "Documental" – hace comillas con sus dedos. – y bueno, pensé en tener mi propia cámara para hacer mis documentales...
Él la prendé y comienza de inmediato a grabar.



– Cielo, por fin aceptó darme un cita... en su casa. – dice enfocándose a sí mismo y luego enfocándome a mí. Yo sólo ruedo los ojos y me obligo a sonreír.
–No es una cita, es algo así como una recompensa por haberme ayudado. – le hablo a la cámara siguiendo el juego del documental.
– ¿Qué película veremos? – pregunta aun enfocándome.
– La Casa de Cera. – sonrío.
– Te gustan mucho las películas de suspenso y terror.
– Sip. – vuelvo a sonreír. – Y también sabrás que me gustan mucho las palomitas cuando veo una película así que...
– Oh, quieres que yo te las haga.
– Por favor. – hice pucheros. – las palmas de mis manos aún arden.
– Tengo mis condiciones.
– ¿Cuáles?
– Un beso. – sonríe burlonamente.
– Prefiero morir de hambre. – cruzo mis brazos y frunzo el ceño molesta.
– Oh, vamos... es sólo un beso. – acerca la cámara, todavía con esa sonrisa de picardía.
– No.
Gira la cámara y se enfoca. – Éste espécimen es terco y caprichoso.
– Yo no soy caprichosa. – chillo y luego suelto una risa.
– Y bipolar. – agrega riendo.
– Basta. –  trato de tapar la lente. – ¿preparas palomitas?
Él apaga la cámara y sonríe. – Claro. – sonríe. – haré lo que tú quieras.

Evan–

Llego con el tazón de palomitas y Julia ya estaba poniéndole play a la película.
Estaba recostada, con sus piernas cruzadas y sus manos hacían arriba. Toda la superficie de sus palmas de un rojo vivo y con piel levantada y raspada.
¡Sólo Dios sabe cuánto me asusté al verla caer al suelo!
– ¿Cómo se encuentran tus raspones? – me siento a su lado y pongo en el medio de los dos el tazón de palomitas.
– Mucho mejor. Ya no arden tanto... pero cuando vaya a bañarme y quiera ponerme shampoo van a arder. – ríe. – Hmmm esto huele muy rico.
– Sí, les puse un poco de miel... – admito. – como a ti te gusta, todo pegajoso. – me burlo.
– Pues a ti también te gustaba esa bola de palomitas pegoteada, no te quejes. – ríe toma unas pequeñas con los dedos.
Sonrío y niego con la cabeza. La película comienza y trato de guardar silencio para poder concentrarme en el suspenso.

Julia se duerme un poco más de la mitad de la película.
Las de terror siempre han sido sus favoritas, por lo tanto nunca ha necesitado que la abracen o algo por estilo... así que si alguien la lleva a ver una película de miedo con fines de abrazarla y hacer "La maniobra" pues están jodidos.
La miro dormir. Su rostro es serio, sin ninguna expresión. Sus palmas siguen mirando hacia arriba por el dolor de asentarlas y ha subido los pies hasta apoyarlos en mis piernas... una posición más cómoda para la del raspón de su cadera.
Sin despertarla saco mi cámara y la grabo dormir. Me gusta como se ve dormida.
Su pecho sube y baja lentamente.
De la nada, me la imagino durmiendo a mi lado o despertando así con esta imagen una mañana, después de haber estado juntos.
Ella es hermosa.
Dejo de grabarla porque tocan la puerta y me sobresalto. ¿Quién podría venir a esta hora a buscarla?
Saco sus pies de mis piernas y voy a abrir la puerta.
Cuando lo hago, no puedo hacer más que sonreír. Sonreír tan ampliamente como el gato de Alicia en el país de las Maravillas.
– Qué haces en el apartamento de Julia. – Steve se ve totalmente disgustado.

Regresaras de Rodillas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora