Ten

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  Miro su ojos verdes. Me he quedado congelada porque la verdad quien iba a decir que esto pasaría.

Me suelta.

– Perdón, yo...
– No digas nada. – Le doy las servilletas muy tranquila y serena. – Volvamos a la mesa.

Clarie trata de no hablar sobre eso para no incomodar pero todos vieron lo que pasó.Él me había besado, Steve tenía unos labios muy suaves a decir verdad.

A lo lejos veo a Evan mirando para donde nosotros estamos. Su ceño esta fruncido.

Lo ignoro lo más que puedo, me está mirando fijo, imposible no sentirse incómoda con su mirada tan seria y amenazante.

Clarie sigue hablando, asiento para que no crea que está hablando sola.
Steve come en silencio.

***

Steve me dice que no podrá ayudarme ésta tarde con la cerradura, la mamá de Clarie necesita ayuda urgente con una repisa que se está cayendo a pedazos y podría caerle en la cabeza a alguien.

Sé que en parte es cierto, porque desde que conocí a Clarie no ha dejado de quejarse de esa bendita repisa. Pero también sé que está incómodo por lo de ésta mañana.

Voy a casa de mis padres, mamá no está, sólo está mi padre.

– ¿Cómo te está yendo? – Pregunta.
– Muy bien. –sonrío. – Vine por tu caja de herramientas.
– ¿Qué se rompió? – Pregunta dándome las llaves de su gabinete, donde guarda sus herramientas.
– Oh nada, sólo cambiaré la cerradura de una de las puertas, anda un poco mal. – miento en parte. Si le digo que perdí mis llaves y que debo cambiar la cerradura de la puerta principal se pondrá como loco.

Abro el gabinete y tomo la pesada caja roja de metal. Me tambaleo un poco y la tomo con las dos manos para no caer.

–¿Podrás tu sola? – Dice ayudándome.
– Si, no te preocupes. – Beso su mejilla. – Vendré mañana a verte.
– Está bien. – Dice sonriendo. – Cuidate.

Paso por la ferretería aún con la caja a cuestas, pero después de un rato busco la manera de hacer un poco más cómodo mi agarre.

Llego a mi edificio y vuelvo a maldecir porque no han arreglado al maldito ascensor.

Giro el corredor para las escaleras, y cuando comienzo a subir siento que mi mano se está por romper como si fuera papel. Me duele.

Suelto la caja y masajeo mi mano. Está roja y me palpita de ardor.

Vuelvo a alzarla pero ésta vez una mano me ayuda y el peso se vuelve ligero.

– Suelta, yo la llevo. – Dice él en tono serio.
– No hace falta. – Digo y me doy cuenta de lo estúpido que eso suena porque claramente no doy más.
– Está bien. – Suelta la caja bruscamente y ésta me tira hacia abajo con todo su peso.

Él ríe.

– Estúpido. – Murmuro.

Se agacha y la levanta de nuevo. – No seas tan terca.

Sube sin problemas por las escaleras. Yo voy por detrás de Evan, me limito a observarlo un poco mejor. Su contextura física a crecido, lo noto en su espalda y sus hombros.

Me fijo en su pelo muy corto en la parte de atrás. ¿Cómo será pasar la mano por esa parte?

Me sonrío silenciosamente por el pensamiento y luego me digo que soy lo suficientemente estúpida como para pensar en eso.

Llegamos al cuarto piso y deja mi caja en la puerta.

–¿Qué es lo que quieres hacer? – Pregunta tranquilo.
– Nada importante.
– Si quieres te ayudo.
– No necesito tu ayuda, soy capaz de hacerlo sola. – Digo abriendo la caja.
– Como en las escaleras ¿Verdad? – Se burla.
– Ya... Vete. – Digo molesta.
– De nada. – Dice con sarcasmo. – si necesitas ayuda toca mi puerta, siempre está abierta para ti, cielo. – me guiña el ojo derecho.

Ruedo mis ojos y espero a que se meta a su apartamento.

– ¿Cómo carajos saco esto?

Tomo un destornillador y comienzo a sacar uno por uno los tornillos que sujetan el picaporte.

Los cuatro caen al suelo.

– Que fácil. – Me burlo.

Lo saco y busco la forma de sacar la cerradura.

***

Estoy sentada en el piso, sin poder cambiar la maldita cerradura porque no puedo sacarla. Se me había hecho muy fácil hasta que después se puso muy dura y se me hizo imposible moverla.
Miro hacia la puerta de Evan y me levanto del suelo para ir a tocar su puerta.

Me paro enfrente de ella y toco. A los minutos aparece él con una sonrisa seductora en sus labios.

–¿Qué se te ofrece vecina?
– No te hagas el tonto. – Digo fastidiada. – Necesito... Que... Me ayudes. – digo casi en silencio.
–¿Qué? – Dice colocando una mano en su oído.
– Que me ayudes, maldita sea.
– Con esos modales, no sé. – Dice mirando su manos con una mueca de burla en su cara.
– Ya, Evan. – Digo molesta. – ya se hizo tarde y quiero darme una ducha y dormir.
– Bañate en mi casa y duerme en mi cama. – Dice escondiendo una risa.

Me quedo mirándolo seria.

Tengo ganas de mandarlo a la... Pero de verdad necesito que me ayude.

– Si no lo vas a hacer pues dímelo. – Digo rodando los ojos.
– Ya, no te enchinches. – aprieta mi mejilla, quito su mano antes de que haga presión.

Evito su contacto, porque sé que me pone nerviosa.

Él sólo me mira fijo. – No puedo quitar la cerradura. – digo seria.

Él se acerca silencioso y comienza a meter el destornillador en una de las ranuras.

***

Minutos después coloca la cerradura nueva y toma los tornillos del picaporte para poder fijarlo bien.

– Listo. – Dice dejando un par de tornillos sobrantes y varios destornilladores en la caja. – Quedó mejor que la otra. – Dice probando el picaporte.
– Gracias. – Sonrío.

Me agacho para tomar la caja roja pero él también lo hace. La alzamos al mismo tiempo. Quedamos enfrentados, a pocos centímetros.

Estoy lo suficientemente cerca como para sentir su perfume mezclado con sudor.

– Ahora quiero mi paga. – Murmura.
– Tengo el dinero adentro. – Suelto la caja y hago un paso para entrar a casa pero él toma mi brazo.
– Nunca dije que cobraría dinero. – Susurra en mi oído.

¡Esa maldita costumbre de susurrar en mi oído!

Siento un beso en la parte posterior de mi oreja, en la parte sensible.

Sus labios húmedos y calientes.

Me aparto bruscamente.

– Te estas confundiendo. – Digo con la voz un poco alterada. Esto me trae tantos recuerdos...
– Yo no me confundo. – Dice él acercándose un poco más.

Lo esquivo antes de que sus labios choquen contra los mios.

Tomo la caja y paso al interior de casa.

– Gracias por ayudarme. – antes de que pueda hacer o decir algo, cierro la puerta y me apoyo contra ella.

Evan –

¿Cómo diablos hace para resistirse así?

Entro a mi casa un poco molesto por no poder completar mi acción.

Mi teléfono suena. Un mensaje.

"Cuatro días Stone, ¿Acaso estas perdiendo tu encanto? Jaja."

Maldigo a James en murmuro. Es mi amigo, pero ahora está realmente insoportable. Pues, si sigue así romperé su linda mandíbula.

Me siento en el sofá y pienso en lo que acababa de hacer.

Steve lo hizo en un abrir y cerra de ojos, y yo que la tengo a la par de casa no puedo ni si quiera llegar a la mejilla.

Estúpido Steve.

Se cree que podrá ganar a Julia, pero no lo hará...

Quiera o no, ella es mía.  

Regresaras de Rodillas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora