Me acerco un poco más quedando a una distancia considerable.
–¿Podemos hablar?
Ella se queda callada observándome en silencio, sin si quiera hacer un sonido. Yo estaba con el corazón en la garganta y los nervios a flor de piel. Se gira un poco cprtando el contacto visual, y ahí es cuando pienso que me va a dejar con las palabras en la garganta pero les hace una seña a sus amigos diciendo que los alcanzaría después.
–¿De qué quieres hablar?
–Pues de todo, de lo de anoche, la nota.
–Creo que fui muy clara en esa nota.– se sonríe, pero es una sonrisa de esas de fastidio.
–Quiero explicarte, por favor.
–Evan, esto ya lo pasamos, no necesitas explicarme algo ¿Si? Lo entiendo perfectamente. Te ayudé, ganaste, me alegro por ti. Lo único que te pido ahora es que realmente me dejes en paz, en serio, vas a cumplir veintidós y sigues con esta estúpidez de hacer apuestas, madura un poco hombre, me da lástima que hagas esto–calla unos segundos.– creí que lo que estaba pasando era de verdad. Nunca debí olvidar quién eras, nunca debí darte una oportunidad.
–Julia, yo si te amo.–digo desesperado.
Ella sonríe. De nuevo esa puta sonrisa fingida.– a otra perra con ese hueso, Stone. Sigue tu vida, yo la mía y evitémonos problemas.
Ella se va y yo me quedo ahí parado viéndola irse. Viendo como pierdo a la única chica que realmente vale la pena en el maldito mundo en el que vivimos.
Siento un vacío en mi pecho, una presión fuerte en el medio de mi cuerpo, las piernas flaqueando, el nudo en mi garganta creciendo, asfixiándome. Con que así es como se siente cuando te rompen el corazón. Cuando lo único que vale la pena en tu vida lo tiras a la basura contra tu voluntad.
Por primera vez en años, siento ganas de llorar, llorar a mares y tirarme al piso a patalear como si fuera un nene de cinco años al que no le cumplen un capricho, quiero gritar su nombre y hacer que todo vuelva a la normalidad, quiero llorar desesperado. Simplemente llorar.
Y lo hago, lloro en silencio mientras vuelvo al estacionamiento a buscar mi motocicleta. A lo lejos veo que James y Malcom siguen ahí y sé que me van a preguntar si es real esto que está pasando, si es verdad que Evan Stone está llorando a sus veintiún años sin importar quién lo ve. Saco mis llaves callado y las meto en la ranura para encender mi moto.
–Oye, ¿Estás bien?– pregunta James agachando un poco la mirada para ver de cerca mi rostro.
–No estoy bien.– digo en un hilo de voz. Y hasta yo me sorprendo porque jamás me había escuchado así en toda mi vida.– qui-quiero irme a casa.
–Joder hombre, ¿de verdad estás llorando?– habla Malcom sorprendido. Me subo a mi moto sorbiendo mis mocos y pasando las palmas de mis manos en los ojos y las mejillas para eliminar un poco las lágrimas, que al final volvían a salir y todo era en vano.– Espera, ¿Qué pasó?
–Le dije que la amo y diplomáticamente me mandó a la mierda.– hago marcha atrás y los miro tratando de que las lágrimas no distorsionen mi vista– No me pregunten ni digan más nada, sólo quiero irme a casa y estar solo, ¿sí?
Sin más que decir ellos asienten con la cabeza, seguramente muy sorprendidos por esta situación.
Pongo primera y arranco a toda velocidad, cuanto más antes llegue a casa mejor.
***
Julia –
El pulso aún me tiembla por haber tomado tanto coraje y haber hablado como si no tuviera un cuchillo clavado en la garganta. No voy a mentir, a poco se me va el alma del cuerpo al verlo por el pasillo en dirección hacia mí, pero pude tomar el valor suficiente, pues sabía que eso pasaría de algún modo, me había preparado psicológicamente para eso durante el trascurso a la universidad.
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Regresaras de Rodillas.
Teen FictionJulia había sido engañada como miles de chicas. Su primera vez tenía que ser un momento especial, tierno y romántico. Sin embargo, no eligió muy bien al chico a quién entregarle su virginidad. Evan Stone y Julia Watson era los mejores amigos. Como...