Twenty Five.

4.1K 234 14
                                    

  Julia—

Me despierto porque una corriente helada me da en la cara y cuando me siento en el sofá veo que es porque la puerta está abierta. Evan está allí parado, con los brazos apoyados en el umbral, sin dejar que vea con quién habla, pero conozco las piernas que veo, conozco los jeans azules que apenas se asoman por la puerta. Mierda. Mil veces mierda.
Me levanto y aparto a Evan de la puerta.
– Steve.
Él me mira, yo lo miro a él y a Evan, Evan lo mira a él.
– Vine a preguntarte cómo estabas. Clarie me contó lo que pasó en el estacionamiento. – ahora si que su tono de voz es serio.
– Estoy mejor. – respondo casi en silencio.
– Si, me doy cuenta. – su mirada es de odio hacia Evan. Se da media vuelta y comienza a caminar hacia el ascensor.
– Oye espera. – quiero tomar su brazo, pero me pincho de dolor aún con los raspones vivos de mis palmas. – ¡Auch! – me quejo. – No es lo que piensas.
Sus ojos son inexpresivos.
– sé que pensarás que es una frase idiota. Pero estoy diciendo la verdad. – continuo.
– Te llamo luego ¿Sí? – me da una sonrisa débil y luego un beso seco en los labios.
Vuelvo a interior de mi casa resignada me encuentro a Evan sentado mandando mensajes con su celular y una sonrisa idiota en su cara, luego me mira.
– ¿Te has metido en problemas?
– No lo sé, depende de lo que le hayas dicho. – arqueo una ceja mientras cruzo mis brazos.
– No he dicho nada malo, lo juro.
– ¿y cómo por qué no te creo?

Evan–

Y lo que hace de bien en no creerme.

Cuando Steve me preguntó que hacía allí pues le dije, que estuve cuidando de ella y nos dormimos juntos en el sofá viendo una película romántica. Que por más que él la saque a cenar o al cine, nunca la hará sentir como yo. Él quedó helado y unos minutos después ella apareció.
– No lo sé, tú decides no creerme.
– Sabes... he adoptado la pequeña idea de que quieres impedir a toda costa que mi relación con Steve avance...– dice tranquila. Ya me ha descubierto.
– ¿Soy muy obvio?
– de hecho, sí. ¿Por qué haces todo esto?– frunce el ceño.
No sé qué contestarle, en realidad no quiero decirle la verdad detrás de todo esto... detrás de la apuesta, detrás de mi rivalidad con Steve. En realidad, no quiero admitirme a mi mismo la razón.
– No lo sé, simplemente lo hago.
– ¿Lo haces? ¿Crees que tienes derecho a arruinar mis relaciones, sin ningún motivo? ¿No te bastó con arruinar mi vida hace dos años?
– ¿Vas a echarme en cara eso de nuevo? Por favor, ya no tiene importancia, supéralo.
–Claro... – asiente con ojos venenosos. – ya obtuviste los 200 dólares, ¿qué importancia podría tener, no? – ríe amarga.
– Oye, oye... – me acercó hacia ella tomándola por los hombros. – no quiero pelear por esto ¿sí? No quiero volver a lo mismo, siempre terminamos hablando de eso.
Ella se aparta un poco de mi. – No sé lo que haya pasado entre Steve y tú, pero deja de interponerte entre nosotros. Si tienes problemas con él, arréglalos de otro modo, no me perjudiques a mí también. No lo hagas de nuevo.
Da media vuelta y siento como se encierra en su habitación. He echado a perder todo otra vez

En la mañana del sábado hago todo lo que hago siempre, mi café y luego salir al balcón a ver la ciudad calma y oír el canto de los pájaros.
Veo salir a Julia para regar sus plantas, ya no tiene puesto su pijama de color celeste pastel, tiene su chándal y una músculosa de tirantes color rojo. No me mira y eso me fastidia.
– Buen día. – le digo alegre tratando de que por lo menos alce su vista. Pero no lo hace, ni quiera me responde.– Oye, sé que no quedamos muy bien ayer y quiero compensarlo. – sigue sin mirarme. – y si tú te enojas conmigo eso quiere decir que no habrá quién protagonice mi documental y seré un total fracaso como director y camarógrafo. – Ella sonríe, pero aún no me mira ni me dice nada. – ¿Podrías decirme algo siquiera?
Por fin levanta la vista y dice: – Eres un imbécil.
– Con eso me basta. – sonrío.– ¿irías a desayunar conmigo?
Ella sonríe y mira hacia la ciudad. – ya he quedado con Steve, va a pasar a buscarme en seguida.
– oh, claro. – asiento.
– Pero podemos salir esta noche.
Inmediatamente una sonrisa se dibuja en mi rostro. – Seguro, podría llamarle a Patrick y juntarnos con todo el grupo.
– Genial. – sonríe. – entonces es una cita.
Antes de que pueda decir algo ella ya se ha metido a su casa.
Me giro aún con mi taza en la mano y veo a tres gorriones en el barandal de mi balcón. Me siento en mi silla y los observo sonriendo. – Papi, tiene una cita. – les murmuro casi riendo, mientras ellos me miran sin comprender nada.

Regresaras de Rodillas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora