Three.

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  Desayune rápido y tomé mi mochila que usualmente era pesada. Llevaba un montón de libros. No solo para las asignaturas sino libros para leer en mis ratos libres.
Al estar sola mis únicos amigos eran ellos, exploraba un millón de mundos con tan sólo quedarme una hora en la biblioteca. Ese era mi escondite, allí la gente no se burlaría tanto de mi y si lo hicieran no podría escucharlos. La biblioteca era mi salvación.

Comencé a caminar esperando a ver si Evan salía de su casa para ir juntos pero él no salió.
La Sr. Stone estaba regando sus plantas y aproveché en preguntarle por él.

–Se fue como hace  veinte minutos. – Fue lo que me dijo. – No sé por qué el apuro por llegar temprano a la escuela.
– Oh, está bien. Gracias. –la salude amablemente.
Caminé igual de optimista que en la mañana. Nada iba a arruinar mi alegría.
Cuando entré por la puerta, las personas me miraban y susurraban. Algunas reían y aparentaban no mirarme, pero yo sabía que lo hacían por mi.
Una de las ventajas de ser una persona callada es que al no hablar aprendes a observar a las personas, sus gestos, sus miradas. Traté de ignorarlos, pero todo el camino hasta mi casillero escuché murmullos y risas a mis espaldas.
Me estaba fastidiando.
Fui al baño de mujeres para ver si es que no tenía mi ropa sucia o manchada o tenía algo en mi que les causara tanta gracia.
Mi cara normal, con unos cuantos granitos. Mi acné normal.
Mi pelo en orden.
Mi ropa limpia.
Mis dientes limpios.
¿Qué demonios le sucedía a la gente?
Salí de allí cargando la mochila para dejar mis libros.
Las personas seguían mirándome.
Antes de salir de casa recuerdo verme en el espejo. Notaba un cambio en mi... Pero no tenía nada de malo. Tal vez era por mi noche con Evan... Pero no había forma de que ellos lo supieran. Definitivamente no.
Me sentía incómoda, pues yo era la chica que siempre pasaba desapercibida, la nerd que nadie registra y de un día para el otro ¡BAM! todas las miradas en mí.
Miré a mis costados y Evan no aparecía. ¡Genial! La única persona con la que podía contar y no la encontraba.
El timbre tocó y no me dio tiempo de buscarlo, así que solo me resigné a entrar a Historia Global.

***

En el almuerzo tampoco lo vi en su mesa habitual.
Comencé a preocuparme. A lo mejor algo le había sucedido.
Pero al escuchar a las chicas de la mesa de al lado, supe que estaban en entrenamiento por el campeonato próximo.

Ok.

Podría esperar un poco más.
Mientras más demore mejor confianza tendría para decirle.
Sin embargo ya estaba comenzando a cansarme de los pequeños murmullos, pero no tenía el valor para enfrentarlos. Era débil.

***

Al final del día salí en dirección a la cancha a buscar a Evan. No podía irme a casa sin hablar con él, no quería ser una cobarde y dejar pasar todo lo que sentía. Supongo que hay veces en la que es tan fuerte esa gana de sacarte ese peso de encima que no quieres esperar ni un minuto, aunque sabes que te va a costar decirlo.
Antes de llegar me lo encontré con un grupo de chicos y porristas del equipo.
Estaban riendo y chocándose las manos como en forma de saludo o felicitación. Cosas que no entendía. Cosas de gente popular.
– Evan. – Lo llamé sonriendo.
Escuché como los demás comenzaron a reír.
Su sonrisa desapareció y de inmediato caminó hasta mi en trancos largos.
– Julia, vete. – dijo tomando mi brazo y jalándome pero no terminó de correrme del camino porque me solté de él.
– Quiero decirte algo.— estaba decidida.
– Julia, no...
– Es que tú me gustas. – Solté derrepente.

Hasta yo me quedé sorprendida. De verdad no pensaba decirlo así pero los nervios me aflojaron la lengua y terminé diciéndolo de una manera tan torpe que hasta yo me apuntaba con un dedo mentalmente y me decía estúpida.  

La cara de Evan estaba pálida.
– ¡Oye neeerd! – Gritó un chico. – Por ti, Owen perdió 200 dólares.— más risas por parte de los fortachones.
–¿Qué? ¿De qué habla? – Le dije a Evan. Él solo tomo el puente de su nariz.
– Ay, ya dejaste de ser una niñita, Watson, no te creí ese tipo de chicas, nos sorprendiste.– Dijo Sophie llegando al lado Evan. Él no les decía nada, sólo miraba al piso y tomaba su frente.
Mi respiración comenzó a acelerarse. No estaba pasando lo que creía que estaba pasando, definitivamente no lo quería asimilar.
– ¿Tú se los dijiste? – pregunté con un nudo en la garganta.
– Fue una apuesta. – Escupió rápidamente.
¡Crack! Mi corazón rompiéndose en millones de malditos pedazos, aplastados por una aplanadora de 800 kilos.
Un dolor en mi pecho se hizo presente. Pero no es metafórico, de verdad, me dolió en el centro del corazón. Pensé que me venía un infarto en cualquier momento.
– ¿Tú me utilizaste por 200 dólares? - Sentía algo que comenzaba a subir por mi garganta. Esto me provocaba nauseas.
Sophie y los demás comenzaron a reír. En un segundo de descuido ya estábamos rodeados por chusmas que se reían y burlaban de mi.
– Si. — contestó sin mirarme a la cara. ¡Y pues con cuál! Era un completo descarado.
– Él tiene a mejores personas, para que querría andar con una escuálida como tú.— habló Sophie, mientras se apoyaba en el hombro de Evan y me miraba despectivamente.
Todos estallaron en risa.
Humillada delante y por todos.
– Eres despreciable. – Dije con amargura.
Me di la vuelta para irme, pero me regresé como una furia. No me olvidaría de darle su cachetada.
 Y sonó tan fuerte mi mano en su rostro, que todos callaron.
Mi mano ardía, pero supongo que su cara estaba peor.
Salí de allí corriendo.
Nunca me había dado cuenta de que mis lágrimas se derramaban desenfrenadamente.
Corrí por la calle sin mirar a ninguna dirección sólo enfocándome en llegar a mi casa, mi cuarto, mi lugar seguro, Allí dónde nadie podría reírse de mi, donde nadie me humillaría, donde sólo estaría con la única persona en la que debí confiar siempre. Yo.
Pasé corriendo sin que mis padres se dieran cuenta de que yo había llegado, y cuando estuve en mi habitación sola me tiré al piso llorando.
Quería desaparecer del mundo.
¿Por qué esto me pasaba a mi? ¿Por qué? Yo no le había hecho nada malo a nadie.
Yo no me merecía sufrir así.
Ser humillada.
Me miré en el espejo y me dije a mi misma que dejaría de ser tan estúpida. Que no confiaría más en nadie. Que Evan Stone iba a regresar de rodillas hacia mi implorando perdón por destrozarme completamente. Y lo deseaba, deseaba que ese día llegara pronto.
– Regresarás de rodillas. – Murmuré fijando mi vista en una foto que tenía en mi mesa de luz. Él y yo abrazados. – Juro que lo harás. 
Tomé el cuadro y lo aventé por la ventana.

***

Ya para la noche había dejado de llorar, no dejaría que me descubrieran sino tendría que someterme al interrogatorio de mamá y no quería contárselo a nadie. Eran demasiadas personas ya los que sabían lo que había pasado.
Sólo quería olvidarlo. Hacer de cuenta que eso nunca pasó y que nunca había conocido a un tal Evan Stone.
Mamá y papá entraron en mi cuarto.
– Tenemos que decirte algo.
– Diganme. -dejé a un lado mi libro y los miré acomodando mis lentes de lectura en el puente de mi nariz.
– Tu padre debe ir a trabajar a Costa Rica y nos mudaremos. – Dijo mi madre sentándose a mi lado. 
– Yo sé que es difícil... – Comenzó papá.,– Y que no querrás dejar a tus...
–¿Bromean? Esto es genial. – Sonreí. –Claro que quiero mudarme.
– Pensé que no querrías dejar a Evan...
Otra vez una punzada en mi pecho. Me controlé.
– Yo... No estoy muy bien con él. De hecho ya no hablamos... Pero... creo que lo entenderá. – Sonreí.
Ellos me miraron confundidos pero al final sonrieron.
– Me alegra que lo tomes tan bien. – Mamá me abrazó.
– A mi también Ma. – Dije dejando un beso en su mejilla.– ¿Cuándo nos vamos?
– En tres días.... Deberías comenzar a empacar. – Dijo Papá.

Los tres días restantes no fui a la escuela. Ni de coña iría a ese infierno otra vez.
Mamá se encargó de retirar las cosas de mi casillero y explicarles a los directores el por qué de nuestra mudanza.
Ella sabía que algo ocurría conmigo pero nunca me preguntó.
Pues tampoco se lo iba a contestar.

Y así comenzaría una nueva vida.

Porque de los errores se aprende, ¿No es así?

Regresaras de Rodillas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora