Fourteen.

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Aún es de día, el sol apenas a comenzado a moverse para esconderse detrás del horizonte, pero aún le falta para desaparecer.
Cuando bajamos al estacionamiento, Evan se dirige a su moto.

– Vas a tener que sujetarte fuerte. – Sonríe burlón.
– ¿Y si mejor tú te vas en tu moto y yo en un taxi?
– ¿Le tienes miedo? O ¿Me tienes miedo? – dice acercándose a mí.
– Ninguno de los dos. – Frunzo el ceño.
– Entonces... ¿Cuál es el problema?

El problema eres tú, imbécil.

No quiero viajar en moto con él, simplemente no quiero. Me pone incómoda, nerviosa, me altera. Es su simple presencia.

– ¿No tienes un casco, por lo menos?
– Ja, Ja.. – Ríe sarcástico. – ¿Quién crees que soy? ¿Seguridad Vial? – Se sube a su moto mientras ríe. – Ya, sube, no te va a suceder nada... – Palmea la parte de atrás del asiento.

Subo insegura y trato de no pagarme a él, pero me es imposible, ya que el arranca tan fuerte que inevitablemente choco contra su espalda. Lo está haciendo a propósito.

– Acuerdate, que no debes fastidiarme mientras hacemos esto... - advierto en su oído, rozando mis labios apenas con su oreja. Noto que su nuez de Adán se mueve bruscamente.
– Se me hará difícil cumplir esa promesa si haces estas cosas, cielo. – Su tono de voz, es serio. Lo puse nervioso. Mi objetivo está cumplido.

Me aparto un poco de su espalda y me las ingenio para permanecer sin agarrarme de él mientras la moto rueda a gran velocidad.

***

Las calles más al centro están obstruidas por el tráfico y los autos que seguramente están por el casting.

Si bien yo elegí hacer esta entrevista, es para ayudar a Evan a desarrollar lo que aprendió en las Clases de producción.

– Tendremos que dejar la moto aquí y continuar caminando. – Dice el aparcándola.

Me bajo lentamente, y cuando estoy en el suelo – Sana y salva– procedo a acomodar mi cabello, que seguramente está enmarañado.

Evan se pone en los hombros la mochila que trae la cámara y los micrófonos y comienza a caminar junto a mí.

Sólo debemos caminar dos cuadras hasta donde el tumulto de chicas, flacunchas y engreídas, se encuentran.

Pasamos por un parque. El césped es verde, muy verde, y corto. A lo lejos se escuchan las risas de algunos chicos y por otros lados gente que fue a tomar algo o conversar un poco.

De pronto, un niño de unos siete años, aproximadamente, choca contra mi y cae al suelo raspándose las manos y un poco en la parte baja de sus pantorrillas.

– ¡Oh por Dios! – Me agacho para verlo. – ¿Te encuentras bien?
Él hace una mueca de dolor fijándose en sus manos raspadas, la piel viva saliendo.
– Estoy bien. – Murmura.

Lo ayudo a pararse y me aseguro de que no tenga más heridas.
– Fijate por donde corres, Ed. – Dice un chico un poco más grande que él.
– Fue tu culpa George. – Frunce el ceño mientras sale corriendo de nuevo. – Se lo diré a mamá.
– Oye no, espera. – Grita él. – Te dejaré jugar con mi Play Station. – Corre por detrás para alcanzarlo.

Comienzo a reír por la graciosa escena de ver al hermano mayor, tratando de sobornar al hermano menor. Cuando me giro a ver donde está Evan, me doy cuenta de qué me está grabando con su cámara.

–¿Qué haces? – Pregunto divertida mientras tapo la lente con la mano.
– Me pareció algo lindo, para grabar. – Sonríe deteniendo la grabación.
– Vamos, tenemos que llegar antes de que más idiotas se amontonen en la puerta.
Él ríe y volvemos a caminar, pero no guarda la cámara.

Regresaras de Rodillas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora