Forty Two.

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  Evan—

En la mañana me despierto, con un par de mechones en la boca que me molestan un poco. Siento el olor a coco y recuerdo más o menos lo que pasó la noche anterior. La cabeza me duele pero el sentimiento que tengo dentro lo anula todo. Sonrío y me giro lentamente. Paso una mano por su cintura y sigo aspirando ese rico aroma.
Ella se remueve medio incomoda y murmura adormecida:

— No, Evan. – se aparta un poco más de mi.
—Vamos, cielo. — me quejo. Ella se sienta en la orilla de la cama y la veo agacharse para ponerse sus zapatillas.
— Debo irme. — dice de una manera seca.
— No puedes irte aún. — me siento en la cama alarmado.
—Ya estas mejor, yo debo irme. — hace el movimiento de levantarse.
—Qué más tengo que hacer para que me perdones. — Tomo su mano y hago que me mire. Me desespera que no me mire a los ojos cuando le hablo o que actúe tan despreocupadamente.
—Nada, Evan. Lo nuestro ya fue. —trata de soltarse.
— Entonces dime por qué estas aquí, porque no lo entiendo. — la suelto. — un día me hechas de tu casa sin si quiera un poco de lástima y al otro vienes, finges estar preocupada por mi y duermes conmigo.
Ella frunce el ceño y me mira con una expresión muy molesta.
— En primer lugar, yo no finjo. Segundo, lo hice porque los chicos me lo pidieron y porque soy lo suficientemente idiota como para ayudar al imbécil que me utiliza. Tercero, déjame en paz. Ocúpate de tu vida, haz lo que siempre haces y hagamos de cuenta que tu y yo no nos conocimos.
—No me pidas eso, porque he hecho de todo para que me perdones. —Me levanto y bloqueo el camino hacia la puerta.
—Te ofrecí ser amigos, tu no quieres. No hay otra solución.
—No quiero ser tu puto amigo. — me quejo molesto.— ¿Crees que esto es una farsa? ¿Crees que todo lo que hice fue sólo para montar un acto?
—De ti no puedo esperar nada más que eso.
Me corro del camino y le doy permiso.
—Entonces vete, no volveré a molestarte.
—Gracias.

Toma sus cosas, yéndose de casa y me deja con un nudo en la garganta. Esta vez no es porque quiera llorar, sino por impotencia.

Esta bien, si ella quería que la dejara en paz pues lo haría, yo había intentado todo para que me perdonase, pero si no quería estar conmigo, nada podría hacer yo para cambiar su decisión.

***

Tomo con fuerza mi mochila y me encamino hasta la oficina del profesor Catania para pedir un día para poder dar mi examen. Por lo menos ocuparía mi mente con los estudios.

—No puedo darte otro día Evan.
—Se lo pido por favor. Estuve con vómitos ayer, no pude ni ir al médico. — miento, haciéndome un poco más la víctima.
—Ok... Pero será la única vez. —dice en un tono de voz muy serio. — vas a buscar a una alumna para que te ayude. — escribe un papel de color verde, muy pequeño. — te daré la posibilidad de que estudies algunas consignas del examen. Pídele a ella que te ayude. Y voy e exigir un examen muy bien preparado, porque si desapruebas este no habrá recuperación para ti como los demás.
Tomo el papel que me da y le sonrío — muchísimas gracias señor Catania. No se arrepentirá.

Cuando salgo de su oficina leo el nombre del papel.

Lila Gavini

—¿Dónde carajos la voy a encontrar?

En eso veo a James y Malcom caminando y les hago señas para que me noten. James me nota y me sonríe y le dice a Malcom que mire en mi dirección.
Comienzo a caminar hacia ellos y los saludo con una sonrisa.

—¡Buenas!
 —Pensé que no vendrías. — dice James.
—Si, bueno, no puedo abandonar mi carrera, así como así.
—Qué bueno saber que las cosas se arreglaron. — Sonríe Malcom. Están pensando que me arreglé con Julia, pero no y es realmente incomodo decirlo sin querer salir corriendo a esconderme a mi casa así que sólo niego con mi cabeza sin decir ni la más mínima palabra para no arruinar la emoción que me dio el señor Catania al darme esa oportunidad. Malcom se da cuenta de que no es lo que parece y James lo golpea e inmediatamente recurro a cambiar el tema.
— Catania me ha dado otra posibilidad para dar el examen, y me ha dicho que le pida ayuda a una chica que se llama Lila Gavini.
—Me suena Gavini.— dice James pensando.
—Creo que es la ayudante estudiantil en la biblioteca. — menciona Malcom.
—¡Hey, si! — exclama James. — La ratoncita de biblioteca, la vi la vez pasada cuando tuve que buscar información sobre los hermanos Lumiere.
—Tendré que ir a buscarla. —Acomodo mi mochila en mi hombro. — ¿Nos juntamos en la noche?
—Bueno. —Sonríe James.
—No podré, ya tengo una cita. —Malcom agacha su cabeza y se mira las manos.
— ¡Dinos quién es!— ríe James. — No puede ser tan fea.
— Malcom, ya sabemos que tienes novia, vamos preséntanos con ella. — le sigo el juego divertido a James.
—Precisamente eso es lo que no quiero. Ustedes dos son unas basuras, no dejaría que se contaminara con ustedes. — Ríe haciendo una mueca extraña.
— Ya lo dije, Evan, seguro es fea.—me codea.
—Más linda que Clarie, seguro. — contraataca Malcom.
A James se le desfigura la cara y Malcom sonríe malicioso. Yo sólo los miro divertido.
—Con Clarie, no.— Advierte James.
—Nos vemos chicos. —Dice Malcom alejándose mientras ríe. — Y me cuentan sobre como la pasaron en su cita mujerzuelas. — Se burla.
—Compraremos helado de chocolate con nueces y no dejaremos nada para ti. — hago una voz afeminada y James estalla en risas.
Su risa es tan contagiosa que también me río y una pequeña lágrima sale de mi ojo.
—Qué bueno saber que por lo menos vuelves a ser el mismo molesto de antes. — Me palmea James.
—Si, me cuesta, pero bueno, voy a concentrarme en mis exámenes.
— Así se habla. Te veo esta noche para ver que hacemos.
— De acuerdo.

Regresaras de Rodillas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora