Eleven.

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  Por fin el fin de semana, ya estaba harto de tener que ir a clases y bancar a Colder. Un par de días de descanso es lo que necesito.

Preparo el café que me gusta, abro el ventanal de mi balcón, arrimo una silla a él y prendo un cigarrillo hasta que mi café esté listo.

Todas las mañanas de los sábados las dedicaba a sentarme allí y admirar el paisaje de la ciudad. Realmente era hermoso, algo muy bello para disfrutar.

Termino el cigarrillo y voy por mi taza de café recién hecho.

Me siento en la silla y allí me quedo, como lo hacía siempre. En mis auriculares suena música suave, eso me relajaba.

Puse mis pies en el barandal y di otro sorbo de café.

Es temprano, no lo sé por la hora, lo sé porque los pájaros cantan sus melodías mañaneras y algunos se posan en el barandal de mi balcón.

Por esas casualidades miro hacía el balcón de Julia. No hay nada interesante sólo Julia en pijama regando las plantas de su balcón.

Vuelvo a mirar a los pájaros.

¡UN SEGUNDO! Julia en pijama.

Vuelvo rápido mi cabeza, aún esta ahí sin saber que yo la estoy mirando.

Una remera mangas cortas color celeste pastel, que no llega a tapar su trasero y una especie de mini short color turquesa, ajustado a su perfecto trasero. Su cabello despeinado recogido en un moño tierno.

Tomo de nuevo mi taza y la llevo a mi boca sin dejar de mirar como riega sus flores y demás plantas.

Se inclina un poco más al regar unas begonias pequeñas que recién estan brotando en una maceta. Mis ojos viajan a su trasero inevitablemente. El café se derrama por mi boca haciendo que caiga todo en mi remera.

– ¡Mierda! – Digo levantándome. El café aún está caliente.

Al levantarme bruscamente, tiro mi silla y los pájaros que estaban posados en el barandal, salen volando espantados.

Ella mira hacía mi balcón sorprendida y un poco asustada. Luego siento su risa descontrolada.

– No te rías. – Digo frunciendo el ceño.
– Eso te pasa por baboso. – Pone una mano en su cadera.
– No es mi culpa que andes con ese sexy short.

Ella toma el borde de su remera y lo jala hacia abajo para taparse un poco.

– No sabía que había idiotas para mirarme.
– Hay idiotas por todo el mundo. – Digo quitándome la remera manchada con café.

Ella sólo mira, pero no hay ninguna expresión en su rostro. O tal vez no la distingo bien por la distancia.

– Como sea – dice. – ya sé para la próxima.

Entra rápido a su casa y yo me quedo ahí tratando de recordar muy bien su cuerpo con ese bendito pijama.

– Esto se podrá bueno. – Sonrío.

Julia—

Entro a mi habitación y me cambio.

Eso de salir al balcón en pijama se acabó.

¡Que vergüenza!

Para colmo quitó su remera. ¿Era necesario que lo hiciera?¿Quería provocarme una especie de deseo o atracción haciendo eso? ¿Por qué demonios estaba tan fuertemente sexy en la mañana?

Miro mi celular.

10:34.

En mi mente aparece el nombre Steve.

Regresaras de Rodillas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora