Forty Four.

3.1K 191 14
                                    

Papá estaba muy feliz de viajar. Cuando mamá le dijo sobre lo de ir y pasar las fiestas con los Stones no dejó que terminara y se puso a reír y a decir que sí, que le encantaría.

Por lo menos sé que mis padres y los suyos se llevan bien.

23 de diciembre.

Mientras terminaba de ver que mis plantas estuvieran lo suficientemente regadas y ver que no me dejaba ningún bolso en la habitación, Evan toca el portero electrónico y me dice que está esperándome en el taxi. Le digo que suba y me ayude a llevar mis bolsos. No son muchos. Ni tampoco muy grandes, pero si voy a estar una semana en San Francisco no quiero arrepentirme por no haber llevado algún suéter lindo o las botas que tanto me gusta. Además de que en algún lado tenía que meter los regalos que había comprado. Había planeado darles el regalo de navidad a Clarie y a Patrick después de volver de San Francisco.

—¡Demonios, mujer! ¿Necesitas tantos bolsos?—dice quejándose mientras se pone al hombro uno de los bolsos.— estaremos una semana.

—¡Oye! No puedes pretender que una mujer lleve una mochila solamente. Además son sólo tres pequeños, de qué te quejas.

—Tres pequeños y llevas uno más en la mano.

—Es un bolso de mano, llevo mi cepillo de dientes y otras cosas que uso. — tomo uno de los bolsos y hago lo mismo que él.

—Tanto drama para llevar tampones.

—¡Ay idiota!— digo avergonzada y luego lo empujo, haciendo que trastabille mientras se ríe de mi cara, seguramente, enrojecida.— cierra tu boca y vámonos.

—Cierro mi boca si me das un beso.— me mira picaron mientras cierro la puerta con llave.

—No lo sé. —guardo la llave en mi bolso si levantar la mirada.

Siento un cuerpo que se interpone en mi camino y no deja que continúe hacia el ascensor.

Levanto la mirada y lo veo allí sonriéndome tiernamente mientras me mira desde arriba.

—No nos iremos hasta que me des un beso, y créeme Cielo, que soy capaz de hacer que perdamos el vuelo por conseguir algo de tus labios. — me dice con esa expresión tan tranquila y sonriente que me pone la piel de gallina.

—Ay, cuando me pones esa cara no me resisto.—me pongo en puntas de pie y lo beso sonoramente.

—Ahora si.—toma mi mano y subimos al ascensor.

***

El vuelo solo dura minutos. Podríamos haber viajado en un bus pero la verdad que queríamos llegar lo antes posible.

No le habíamos dicho a la madre de Evan a qué hora llegábamos, obviamente si habíamos avisado que iríamos, así la comida pudiera alcanzar. Los niños estaban ahí desde hace una semana, pero pedimos que no les dijeran nada tampoco, porque enloquecerían a medio mundo preguntando en qué momento llegamos. 

Papá y mamá se han comportado normales, pero sé que es porque está Evan presente y han acordado que frente a él no harán sus escenas. Aún así puedo notar la incomodidad en la mirada de papá y mamá nerviosa como si hubiera asaltado un banco.

Nos tomamos un taxi a casa de los padres de Evan. al entrar en el barrio, mi mamá queda fascinada por todas las lindas casas que hay, con sus jardines, ahora un poco deslucidos por ser invierno, pero con un toque de casa de familia Coca-cola. Papá charla con Evan sobre los Lakers. La verdad es que cada vez que los escucho conversar hablan de los Lakers. Lakers, Lakers, Lakers. Mamá me pellizca a cada segundo porque ve ardillas buscando bellotas y vuelven corriendo a sus madrigueras a invernar.

Regresaras de Rodillas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora