Twenty Three.

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 Evan–

Cuando entro a mi apartamento, lo primero que hago es tirarme en el sofá y tomar mi cabeza, preguntándome qué es lo que acabo de hacer. Es su culpa por hacer eso sabiendo que las hormonas de cualquier hombre podrían enloquecer con tan solo un roce de sus labios. Ella es la que está jugando conmigo... y mis hormonas.
Me levanto para tomar una ducha y luego me acuesto. ¡Maldita seas Julia Watson!
Pero no me rendiré tan fácil, ella no se librará de mí así como así...

Julia–

Cuando Steve toca mi puerta, yo ni si quiera me he bañado.
– Hola, Steve... pasa. – digo cuando abro la puerta.
– ¿Estás lista? – Sonríe.
– De hecho, no. – sonrío en forma de disculpa. – ni si quiera me he duchado.
– ¿No tienes ganas de salir?
– Si, si quiero... pero a la vez no. No sé qué me pasa. – admito. Es cierto, ni yo sé qué es lo que me pasa.
– Si quieres, salimos mañana.
– No, no ya te dije que saldríamos hoy y no quiero cancelarte. – digo algo angustiada.
Él sonríe y se acerca hasta mí para abrazarme. – ¿Por qué eres tan dulce?
– No sabía que era dulce. – suelto una leve risa.
– Eres la más dulce de todas. – me besa, suave y lento.
– ¿Qué dices si nos quedamos aquí y pedimos comida Thai? – sugiero sonriendo después de que nos separamos.
– Acepto, cualquier sugerencia tuya. – me guiña un ojo.
Reí y busqué alguna película divertida para ver.
–¿Te molesta si voy a ducharme? – pregunto dejando la película en el sofá.
– Claro que no. – sonríe despreocupado. – tú tranquila.
Camino por el corredor hasta el baño y tomo una ducha fría y rápida para poder despejarme de, sea lo que sea que tengo.
Para cuando termino de cambiarme y cepillar mi cabello, Steve se ha ido. – Mierda. – es lo único que puedo decir. Encuentro una nota encima de la mesa del Televisor. Es de Steve:
"He tenido que irme, Clarie ha pinchado una rueda con el auto de mi tío y necesita ayuda. Perdón, pero te lo recompensaré mañana a la tarde, es Viernes y tenemos todo un fin de semana por delante. Besos, te quiero."
No puedo evitar sentirme algo culpable, no estuve dispuesta a salir con él y lo tuve esperándome como un tonto, y él tan tierno en dejarme una nota diciendo por qué se va. Lo único que espero es que no piense que no estoy interesada en él... de hecho yo también trato de no pensarlo.
Pico un par de verduras y un poco de jamón cocido para hacer un omelette. Lo que pasó con Evan me dejó totalmente inquieta.

***

A la mañana siguiente me despierto temprano, consecuencia de haberme ido a dormir temprano. Realmente había estado muy agotada el día de ayer, y me convencí de que esa era la razón por la cual estaba desganada. Por otro lado, voy a seguir el juego de Evan para ver hasta dónde llega... La verdad es que no sé a qué quiero llegar con esto, pero es algo intrigante ver sus reacciones.
Salgo al corredor, está completamente silencioso. Y es un buen comienzo porque ¡Por fin está funcionando el ascensor! No tendré que bajar y subir más estúpidas escaleras.
Camino relajada, hoy llevo puesto zapatos bajos, jeans y una campera delgada de hilo verde agua con una blusa blanca con letras negras. El otoño comienza a acercarse y eso es evidente en el cambio de clima repentino, aunque aún hay días de calor intenso y otros días de ventiscas.
Por milagro encuentro a Steve en el camino, vive en la casa de sus padres, que queda a pocos metros por donde siempre voy a la universidad.
– Hola, lindura. – me besa y luego corre un mechón de mi cabello, despeinado por el viento que corre. – ¿Cómo estas hoy?
– Con muchos más ánimos que ayer. – tomo su mano y entrelazamos nuestros dedos.
– Genial, porque quiero llevarte a pasear en la tarde...
– ¿y se puede saber a dónde?
–Claro que no, es una sorpresa... – beso mi nariz.
Nos paramos en una esquina, porque el semáforo está en verde. El rugido de una moto se escucha a lo lejos y cada vez es más fuerte.
Giro a ver por pura curiosidad y por pura casualidad es Evan, quién se aparca a la orilla del cordón. Tiene puesto un gorrito negro, un buzo gris oscuro y jeans negros.
– Buenos días, Cielo. – me sonríe encantadoramente. – Harrison. – se dirige a Steve con un gesto.
Arranca de nuevo y lo vemos desaparecer por entremedio de los autos.
Steve suelta mi mano automáticamente, mira serio, pero no lo veo molesto. – ¿Te dijo Cielo?
Yo no sé qué decir, mierda, no pensé qué esto sucedería a primera hora del día.
¡Y yo que había comenzado la mañana con buenos ánimos!
– Yo... yo no me esperaba eso. – frunzo el ceño mirando en dirección a dónde lo vimos desaparecer.
Durante el resto del camino a la universidad, Steve ha estado callado, no tiene ceño fruncido ni mal gesto, al contrario sigue con una expresión calma, pero sé que dentro en el fondo debe estar echando chispas. No entiendo como lo hace... si eso hubiera pasado conmigo, tal vez ya estuviera balbuceando amenazas y maldiciones.
Cuando llegamos a la Universidad, él sólo se despide con un beso en la mejilla y se va. En cambio yo voy directo a buscar a Evan.

Evan—

La cara de Harrison fue épica, jamás vi la cara de alguien desfigurarse pero hoy si que lo hice. Julia estaba tan linda como siempre, sencilla y linda.
Tampoco pude evitar ver que tenían las manos entrelazadas ¿Estarán siendo novios?
Aparco mi moto en el estacionamiento y prendo un cigarro para comenzar el día... hasta ahora va muy bien.
James se me acerca y me saluda con un apretón de manos. – ¿Qué hay de nuevo?
– Creo que Julia y Steve están saliendo, saliendo de verdad.
– ¿En serio? – Pregunta sorprendido.
– Los vi esta mañana, caminaban de la mano. – Me encogí de hombros indiferente. – Me acerqué hasta ellos y les dí los buenos días. – sonreí malicioso, sabiendo que lo que hice seguramente incomodó a Steve. – ¿y tú?
– He estado viéndome con Alison. – Dice quitándome el cigarro y dándole una calada. – Fue tan fácil acostarme con ella. – frunce el ceño.
– Será fácil acostarte si buscas a chicas tan fáciles. – río.
– Pensé que se resistiría un poco, pero a la mínima insinuación ya la tenía desnuda.
– Y luego nosotros somos los bastardos... – ruedo los ojos.
– ¿Malcom aún no llega?
– No he visto su coche... ¿Con quién crees que está saliendo?
– Debe ser alguien muy especial para no decirnos quién es. – sonríe. – No puedo creer que él fue el primero en caer.
– Yo sí... lo veía venir. Es dulce.
– Yo también soy dulce. – Ríe pasándome de nuevo mi cigarro.
– Tú eres una plaga. – río dándole la última calada y tirando la colilla.
De pronto, veo a Julia detrás de James. Me mira con un ceño fruncido, yo lo único que puedo hacer es sonreírle, sé a qué viene.
– ¿Puedo hablar contigo? – dice molesta, haciendo que James se sobresalte.
– Sí, claro. – le sonrío con picardía.
James capta la indirecta y se va moviendo sus cejas y haciéndome gestos graciosos.
– ¿Por qué me llamaste cielo cuando iba con Steve? – frunce su ceño.
– Porque quise hacerlo. – me encojo de hombros. – ¿Acaso Don rubio se puso celoso?
– Lo hiciste para molestarlo a él...
– Fue sólo una pequeña travesura. – río.
–¿Qué pasó entre ustedes? – pregunta un poco más calmada.
– Son cosas que no deberías de preguntar... – Digo, esta vez, poniéndome serio.
– ¿Por qué? – se acerca más a mí. Trago saliva.
– No es asunto tuyo... – trato de calmarme.
– Yo creo que sí... –Arquea una ceja y sonríe provocativamente. ¡Maldición! Está jugando conmigo. – Anda, dime qué es. – levanta una mano y acomoda un poco mi gorro y luego sin querer roza su mano con mi cuello. O tal vez pienso que fue sin querer...
Corre viento, pero no lo suficientemente frío como para aliviar el calor que comienza a recorrer mi cuerpo.
– ¿Por qué no se lo preguntas a él?
– Porque quiero preguntártelo a ti. – no sé cómo pero ahora está más cerca, tanto que si estiro una mano puedo rodearla tranquilamente.
– Si te acercas un poco más tal vez te lo diga.
– Buen intento, Stone. – ríe y se aleja.
Por poco suelto una queja, no quería que se alejara. – Buen intento el tuyo, por querer hacer que te diga lo que quieres saber. – arqueo una ceja.
– Tarde o temprano lo harás.
– Tarde o temprano te besaré.
Ella sólo ríe. – Te veo en la clase de Fuller.
No quiero que se vaya, quiero pasar más tiempo con ella.
La veo irse caminar con su celular en la mano.

Julia–

Mamá mandándome mensajes hasta estas horas de la mañana. No sé cómo estarán mis padres, no he querido pisar de nuevo allí, porque sé que van a estar discutiendo y no quiero presenciar sus peleas.
Camino con la mitad de atención, mirando mi celular, mirando el piso para ver por dónde voy.
Entonces escucho mi nombre. – ¡Julia, ten cuidado!
Giro a ver qué sucede y, para cuando me doy cuenta, ya es demasiado tarde. Mi celular vuela por el aire, mis cuadernos caen el piso, desparramando un montón de hojas y yo sólo siento el impacto de un auto que me hace caer duramente al suelo.

Regresaras de Rodillas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora