Luna LaRusso, la mediana de la familia LaRusso, cualquiera que tuviese ojos podía ver los rasgos de Luna, porque fue adoptada por los LaRusso cuando tenia menos de un año. Y una pelea con 30 años arrastraría a cualquiera cercano al mundo karateca, p...
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AL DÍA SIGUIENTE, tocaba entrenamiento en los dos dojos, para Cobra Kai, y Miyagi-Do Karate, pero este último con dos personas.
Estaban en el dojo observando a los nuevos.
Halcón pasó el brazo por los hombros de Luna.
—¿Qué os parece? ¿Mierdecilla Uno y Mierdecilla Dos?—preguntó Halcón con la vista dos de los nuevos.
—Yo prefiero Atontado y Alelado.—opinó Aisha y Halcón, Luna y Bert rieron.
—Bueno, yo soy Chris...—empezó a presentarse un chico. Era el que abrió la puerta a Luna hace unos días.
—¿Te he dado permiso para hablar?—le preguntó Halcón medio gritando.
—Os están vacilando.—dijo Miguel para tranquilizar a los chicos mientras se acercaba.
—Gracias...—agradeció el chico.
—Ya saben que os llamáis Caraculo e Imbécil.—añadió Luna riéndose.
—Me pido Caraculo.—dijo el otro chico. El que le pidió a Luna un autógrafo el día anterior.
La puerta del dojo se abrió dejando ver a un hombre mayor.
—Madre de Dios.—murmuró.
—¿Quién es?—preguntó Halcón.
—Ni idea.—contestó Miguel.
—Me acercaré.—dijo Luna y Halcón quito su brazo de los hombros de ella.
El hombre pasó rodeando el tatami y Luna se acercó.
—Hola. ¿Puedo ayudarle?—preguntó Luna amablemente.
—No.—negó con una pequeña sonrisa.—Pero yo a vosotros quizá.
—Hola.
Luna volteó para ver a su sensei acercarse.
—Eh...sensei.—dijo Luna un poco confundida por el último comentario.
El hombre pasó por el costado de la chica para ponerse frente a Johnny.
—Pero, ¿qué haces? Te dije mañana.—le murmuro Johnny.
—Oh, mañana, hoy...¿Qué más da eso?—rió el hombre.
—¡En formación!—anunció el sensei y se pusieron por filas. Luna tomó el primer lugar, pasando a Halcón y a Miguel, ya que el sensei Lawrence, consideró que ella merecía estar al frente.—Tenemos visita. Os presento al señor Kreese.—dijo el sensei.—Ha venido como observador. Fingid que no está aquí. Señor Díaz, calentamiento.
El sensei se puso al costado del otro hombre y Miguel pasó al frente y saludó a sus compañeros inclinándose hacia delante, quienes le devolvieron el gesto.
—¡Posición de combate!—anunció Miguel y todos se pusieron en guardia.—¡Patada directa. Hiyah!
