Luna LaRusso, la mediana de la familia LaRusso, cualquiera que tuviese ojos podía ver los rasgos de Luna, porque fue adoptada por los LaRusso cuando tenia menos de un año. Y una pelea con 30 años arrastraría a cualquiera cercano al mundo karateca, p...
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LUNA y Tory se encontraban desempacando la maleta.
—¿Te han dicho algo?—le preguntó Tory a Luna.
—No les he dado la oportunidad.—negó Luna mientras dejaba sus sudaderas en el armario.—Robby me ha seguido, pero el ascensor hace milagros.—dijo sarcástica.
Luna rebuscó en su maleta, no encontraba sus vendas para la mano, la tenía peor que cuando Kim le hizo golpear la mano, cada vez que pensaba en Robby, Miguel, Sam, su padre, Johnny...ella misma decidía golpear el muñeco de piedra, a escondidas.
—Tory, ¿has visto mis vendas?—le preguntó Luna empezando a preocuparse.
—No, espera, buscaré en mi maleta.—dijo Tory y buscó por su maleta. No le diría a Luna que sabe la verdad.
—Da igual, buscaré en el baño, espero que este hotel tenga.—dijo la del cabello rojo y fue al baño.
Nada.
—Mierda.—murmuró Luna y tocaron la puerta. Salió del baño y miró a Tory. Puso su dedo índice sobre sus propios labios para que no hiciese ruido.
Luna miró por la mirilla y abrió la puerta.
—En marcha. Los autocares se van.—le dijo Kim con seriedad.
Luna suspiró.—No hemos venido para ir de excursión.—negó Luna volviendo dentro con Tory y sus senseis entraron.
—Vuestro equipo os espera.—dijo Kim en ese mismo tono.
—Ya, tampoco hemos venido aquí por ellos.—comentó Tory buscando cosas en su maleta. Pero Kim se la cerró.
—Que o quede claro una cosa.—dijo Kim con seriedad.—Yo no os quería en el equipo, ni antes ni ahora.
—Pues aquí nos tiene.—le contestó Tory.
—No tenían una opción mejor.—contestó Luna.
—Enseguida vi tu potencial.—le dijo Kim a Luna.—Pero también vi que eres una rajada. Lloriqueando, distraída, por intereses encontrados, tu novio...—le dijo y en eso último Luna apartó la mirada.
—Y porque usted me rompió la mano.—le recordó Luna.
—Y veo que ese entrenamiento te gustó.—le dijo Kim sarcástica y Luna se escondió la mano detrás de la espalda. Kreese lo vio.—Y te recuerdo, que te la rompiste tu solita. Ya sabía que no eras una líder.
—Ni pretendo serlo.—le dijo Luna.—Acepté ser capitana para estar en el último combate, y porque usted se empeñó en alguien con estos rasgos.
—Y serás la última en perder.—le dijo Kim y se fue.
Luna y Tory voltearon a ver a Kreese.
Kreese le extendió a Luna las cintas que buscaba, Luna las tomó, se puso junto al espejo y empezó a cambiarla.