Capítulo 4

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Gustabo entró al despacho del comisario cuando hubieron pasado siete días desde la asignación de vigilar a Isidoro.

Tan pronto como Freddy lo vió entrar, lo notó de un humor mucho mejor del que solía manejar. No era por decir que Gustabo fuese amargado o tuviera mala leche. Simplemente, era alguien que iba por la vida desganado, como si despertarse y respirar por 24 horas fuera un trabajo agotador. Ahora, por el contrario, su mirada estaba activa, su postura era más recta, y tenía una pequeña sonrisa en los labios.

—¿Y tú qué, ganaste el premio gordo de la ruleta del casino?—le preguntó Freddy luego de que el inspector se sentara.

Gustabo se encogió de hombros. —Dia de éxitos. Atrapamos a siete vendedores de droga hoy. Los olemos, Freddy. Somos como los K9.

Al comisario le extrañó aún más que su buen humor viniera, nada más y nada menos, que de trabajar. Y tampoco le pasó desapercibido el uso del plural en su comentario, dejando clara la influencia de un tercero. Pero como no iba a cuestionar algo que le daba un poco más de vida a Gustabo, simplemente sonrió, asintió y lo felicitó por un trabajo bien hecho.

—Bien. Como sabrás, Conway regresa mañana a la isla y yo podré regresar al patrullaje. ¿Has descubierto algo de lo que te pedí?

El rubio se removió un poco en su silla y se rascó un poco la sien.

—A ver, cómo te lo digo...

—¿Qué pasó, neno? ¿Qué pasó ahora?—preguntó con un suspiro, esperando cualquier cosa.

—Digamos que sí y no.

Freddy se quedó en silencio, dándole espacio a Gustabo para que argumentara.

—Hay cosas de él que son raras. Tiene actitudes chulescas y va de colegueo con los atracadores. Y también es verdad que es un putero de mierda. Hay muchas incongruencias con el informe. Ni su actitud ni su físico concuerdan del todo con lo que dice el documento. Pero es verdad que es un buen oficial. Sabe hacer su trabajo. Y...—Gustabo no estaba seguro de si decir lo que estaba pensando.

—¿Y qué, neno? Escupe, hombre.

—Y se parece un poco a ti.

—¿Pero qué me estás contando?

Ante el tono de Freddy, que al haber sido tomado por sorpresa por el comentario del rubio, había sido más agudo y alto de lo normal, Gustabo soltó una risa.

—Ya ves. Sus negociaciones y persecuciones me recuerdan a las tuyas.—Luego de pensar unos segundo, añadió:—Lo digo por lo de joder a los atracadores. Maneja mejor mi abuela muerta que ese payaso.

Freddy suspiró. No esperaba mucho de una observación de una semana, pero ciertamente lo que menos esperaba era que el oficial se hubiera ganado a Gustabo en ese corto tiempo. El inspector era alguien cordial con sus compañeros de laburo, pero no hacía amistad con nadie. Era como si tuviera una pared fortificada a su alrededor y se negara a dejar pasar a la gran mayoría de gente. En pocas palabras, tenía un círculo social real tan cerrado como el de Freddy.

Y aunque Freddy se consideraba una de las personas a las que el rubio era más cercano, nunca había hecho que Gustabo se viera tan a gusto y feliz de trabajar.

Le había dado este trabajo a Gustabo porque solía ser capaz de estar en una situación y verla de forma objetiva, ya que no permitía que sus sentimientos tomaran participación. Pero claramente, ese ya no era el caso en lo que respecta a Isidoro.

No reprendería a Gustabo por llevarse bien con alguien; eso era absurdo. Pero estaba claro que no podía confiar en su único punto de vista para juzgar a Navarro.

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