Isidoro tenía los ánimos un poco mezclados. Por un lado, la estaba pasando muy bien en compañía de sus colegas (excepto por una persona que se empeñaba en tener cara de amargado) y Gabriela. Sobretodo gracias a Gustabo y Filadelfo, que aparecían cada vez que se acababa un trago para reemplazar el vaso vacío con uno lleno de alcohol.
Por el otro, podía sentir la mirada constante de Freddy en todos sus movimientos. El gallego ni siquiera se molestaba en disimular o apartar la mirada cuando Isidoro lo confrontaba con una mirada de su parte.
Había bailado un buen rato con Gabriela, intercambiando coqueterías y comentarios insinuantes, pero su cabeza no podía concentrarse del todo en la chica que tenía en frente por culpa de Freddy.
No sabía el motivo por el cual el comisario se empeñaba en seguir cada movimiento que hacía la pareja. Cuando se habían encontrado en los vestuarios, luego de que dejara a Isidoro sólo porque de repente volvía a odiarlo, el pelinegro parecía contento con actuar como si el oficial no existiera. Y ahora, tan rápido como pasó de buena a mala leche con él, había decidido dejar de ignorarlo para darle su atención completa e indivisible.
Tener la atención absoluta de Freddy era algo que le aceleraba el corazón. Trucazo lo ponía nervioso. Era algo que le pasaba desde el primer momento. No sabía cuál era el motivo, si miedo, ansiedad, u otro sentimiento que desconocía. Lo que sí sabía era que tenía la influencia suficiente sobre Isidoro como para que todo lo que llenara su mente fuera el gallego.
Aún con una mujer hermosa frente suyo bailándole sensual, estaba demasiado consciente y pendiente de la presencia de Freddy. Era inaceptable que, en medio de una cita, sus ojos se enfocaran más en un hombre que en ella.
No podía seguir así, por lo que decide volver a la mesa del reservado. Necesitaba saber de una vez por todas qué quería el gallego y porqué lo miraba todo el rato.
Con la promesa de que volvería con más alcohol, el peliblanco deja a su cita y camina hacia el reservado.
Obviamente, Gabriela no era tan tonta como para creer la excusa. Había notado que Isidoro parecía distraído todo el rato, constantemente dejando que sus ojos viajaran en dirección al reservado, donde estaba sentado su jefe. Le daba mala espina que hablaran en privado, pero no tenía ninguna razón de peso o prueba para detener a su cita, por lo que ve frustrada mientras el peliblanco se aleja.
Noah y Freddy eran los únicos que seguían sentados en la mesa. Gustabo y Fila andaban por ahí, dando vueltas por la discoteca, divirtiéndose a su manera y siendo los encargados de reponer los tragos de Isidoro.
Intencionalmente, Isidoro se sentó al lado de Freddy. Trucazo no pareció ni inmutarse con la presencia del oficial, ojos fijos en la pelinegra que se había quedado en la pista de baile y que los observaba con el ceño fruncido. Noah, por su parte, los miraba en silencio y de forma disimulada, tomando de la soda que se había pedido.
Isidoro se sirvió un poco de la primera botella que encontró y se inclinó para hablarle al gallego sin tener que gritarle demasiado.
—¿Que quieres, Trucazo?
—¿Que quiero de qué, pavo? Eres tú el que viene a hablar conmigo.
—Porque llevas todo el rato mirándome. Disimulado no eres.
Freddy podía sentir la respiración del peliblanco en su nuca y el olor a alcohol que ya cargaba su aliento. El oficial estaba tan cerca que en realidad estaba murmurando en la oreja de Freddy.
A esa cercanía, el oficial también podía oler el perfume de Trucazo y el fantasma del aroma a cigarro. Era una combinación que le sentaba bien a Freddy. Lo definía a la perfección.

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Bloom
RomanceLuego de verse envuelto en un escándalo en su antigua comisaría, Isidoro pide su traslado a Los Santos, lo más lejos posible de su antigua vida que tanto dolor le trae. Para evitar aún más daño y para proteger la identidad de quien lo ayudó a huir...