En el camino de regreso, Isidoro sintió que algo había cambiado en la actitud de Freddy.
Desde el inicio del turno, Freddy se había comportado de manera más tranquila con él. Incluso habían llegado tan lejos como para hacer el tonto en comisaría. No por decir que eran amigos ahora, pero Isidoro había notado un progreso; Freddy se había ablandado un poco a su alrededor. Ahora, en el patrulla parecía reinar el mismo silencio que había en su primer día de patrullaje con el comisario.
No había pasado nada en especial, por lo que el oficial no sabía a qué atribuir el repentino cambio de actitud.
Sin saber la razón, estaba de vuelta en el inicio. De vuelta al Freddy que no lo soportaba.
Y por si fuera poco, tan pronto Trucazo aparcó en comisaría, le dijo:—Búscate otro binomio. Seguiré patrullando sólo.
Isidoro no tuvo tiempo ni de preguntarle por el motivo antes de que Freddy saliera del patrulla y se fuera a otro coche.
—¿Que cojones...?—murmuró para sí mismo en la soledad del patrulla.
Suspirando y sin entender nada de lo que acababa de suceder, el oficial abrió radio para ver las frecuencias. Se lo había pasado de puta madre patrullando con el comisario ese día, pero ahora no tenía más remedio que buscar otro compañero.
No parecía haber nadie sólo aparte de Freddy, por lo que subió a H-50, que eran Gustabo y Fil, para preguntarle con quién se asignaba.
—¿Pero no estás con Freddy?—preguntó el rubio.
—Se supone, tete. No sé qué le picó pero me mandó a tomar por culo.
—¿Que hiciste ahora? Es que de verdad, Isidoro...
—¡Que no hice nada! Lo juro, Gustabo. Estábamos bien. Incluso me había tratado mejor hoy que en lo que llevo en comisaría. Si hasta andábamos haciendo bromas y me acompañó a ver mi nueva casa y todo.
—Uy, eso es plan de parejitas—dice Filadelfo, uniéndose a la conversación.
—¡Para ya con eso, tío! Que a mí no me gustan los hombres. Además, Freddy me odia. ¿Que clase de masoquista se enamoraría de alguien que lo odia?
—Pero vamos a ver. Ustedes se llevaban mal, luego hoy se llevaron bien, pero ahora se vuelven a llevar mal. ¿Es eso?—pregunta Gustabo. A lo que Isidoro dice que sí.—¡Pues algo hiciste! ¿Cómo te va a mandar a tomar por culo por toda la cara?
Isidoro soltó un quejido en la radio.—Gustabo, te juro por mis muertos que yo no hice nada. Esta vez, no. Freddy tiene los mismos cambios de humor que una tía.
—No me creo eso, eh. Freddy no es loco. Algo hiciste para que se enojara.
—¿Y como es eso de que tienes una casa?—pregunta Fila.
—Una mansión, tete—dice el peliblanco, usando la voz que solía poner cuando contaba sus relatos ridículos e inventados de supuestas glorias pasadas—. Herencia de la yaya.
—¿Se murió la abuela? ¿Y te dejó una mansión?
—Que sí.
—Pues bien muerta que está—dice Gustabo.
—No, hombre, no. ¿Como vas a decir eso? Que seguro está de luto por su abuela—dice Filadelfo, escandalizado. Aunque Isidoro podía jurar que se estaba aguantado la risa.
En la soledad del patrulla, Isidoro soltó una carcajada por el comentario del inspector, pero en la radio se hizo el afectado.
—¿Pero cómo dices eso de mi yaya, Gustabo? Si era la mujer más buena de este mundo...—dijo, fingiendo que lloraba de forma muy exagerada.
ESTÁS LEYENDO
Bloom
RomanceLuego de verse envuelto en un escándalo en su antigua comisaría, Isidoro pide su traslado a Los Santos, lo más lejos posible de su antigua vida que tanto dolor le trae. Para evitar aún más daño y para proteger la identidad de quien lo ayudó a huir...