Capítulo 22

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Freddy, fiel a su promesa, se había pasado ese día por la casa de Isidoro, llenando una maleta con ropa y otros esenciales. Se sentía raro estar en la mansión sin el dueño del lugar. Se sentía aún más raro llevar todas sus cosas a su apartamento y preparar un espacio en su casa para el peliblanco.

En los días que siguieron, Freddy se la pasó  pensando en la rara situación que había entre él e Isidoro. Cuando se enteró del accidente del peliblanco, no paraba de pensar en lo tonto que era guardarle rencor por no recordar lo que había pasado entre ellos. Si hubiera sido un accidente mortal, las cosas habrían acabado antes de empezar, en parte por Trucazo poniendo distancia con el oficial.

Y aunque aún quería saber qué había pasado con el oficial en España, sobretodo ahora que había una victima en el hospital de por medio, también quería acercarse más a Isidoro. Ya no solo para meterlo en su cama, sino porque genuinamente se lo pasaba bien en su compañía. Valía la pena tragarse su orgullo para mantenerlo cerca.

Los incendios, cada vez más y más esporádicos, y el trabajo habitual hacían poco para distraerlo. Su mente siempre parecía encontrar el camino de regreso a Isidoro. No sabía qué haría en el mes que les esperaba. Sería una verdadera prueba a la paciencia y el autocontrol.

Al cabo de tres días, para un total de cinco días en el hospital, a Freddy le llegó un mensaje de Isidoro, informándole que al día siguiente le darían el alta.

Durante esos cinco días, Isidoro recibió visitas de sus colegas del trabajo, como Fila y Chiwaka, y de algunas de sus conquistas. Gustabo también solía pasar por el hospital cuando terminaba su turno, hablando con el peliblanco de las banalidades de su día laboral. Sin embargo, desde que Freddy había ido a visitarlo junto a Gustabo, no había sabido nada del comisario, lo que lo había hecho dudar un poco a la hora de mandarle ese mensaje. Incluso llegó a pensar que el gallego se había arrepentido de su decisión, pero incluso si eso era cierto, Freddy aún tenía las llaves de la mansión, así que Isidoro no podía irse a casa sin avisarle al pelinegro.

Freddy no se había arrepentido de la decisión que había tomado. Aún no, por lo menos. Pero no había ido a visitar al peliblanco ni había hablado con él de ninguna manera porque quería tener un poco de tiempo sólo. Quería "purgarse" de Isidoro, con la esperanza de que unos días sin saber nada de él ni tener contacto fueran suficientes para calmar el enredo de pensamientos y sentimientos dentro de él. Irónicamente, habían sido los días en que más había pensado en su compañero.

La situación lo estresaba un poco. No estaba acostumbrado a no entenderse a si mismo. No entendía porqué Isidoro parecía ser un terremoto en su vida, desordenando todo a su paso.

Pero así como el mes que se avecinaba tenía el potencial de confundirlo aún más, también podía servir para aclarar su situación con el oficial.

***

Al día siguiente, cuando llegó al hospital, antes de entrar a la sala donde estaba Isidoro, Freddy se encontró de frente con la doctora rubia.

Isidoro le había contado a Vanessa, quien había estado preocupada por quién cuidaría de Isidoro en sus semanas de recuperación, que el comisario había sugerido que se mudara con él hasta que sanaran sus esguinces. A la rubia le había sorprendido la noticia, al igual que ahora le sorprendía ver al pelinegro llegar tan temprano ese día.

—¿Qué pasa, pituca?—saluda Freddy.

—Buen día, comisario—responde ella—. Asumo que viene por Isidoro.

—Sí. Me dijo que le daban el alta hoy.

Vanessa asiente pero agrega:—Sin embargo, aún no puede irse. Tiene que terminar el tratamiento de vitaminas intravenosas. Debería estar listo en un par de horas.

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