Capítulo 13

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Isidoro no había pensado mucho en la logística de "pasar por alguien". Con la presencia de Freddy en los vestuarios, sólo había pensado en salir de ahí lo antes posible. Y fue sólo cuando estuvo frente a la puerta de Gabriela que cayó en cuenta que no tenía coche para llevarla al Malibú. Su coche, el que le había dejado 15, seguía en la mansión. Y como su apartamento estaba a una corta distancia de comisaría, no solía necesitar un coche.

Pero ya estaba ahí, así que nada que hacer. De ser necesario, podían pedir un taxi, aunque no era lo más romántico del mundo.

Llamó a la puerta, y una mujer despampanante no tardó en abrir. Gabriela, en su día a día, era una mujer hermosa; eso era lo que había captado el ojo de Isidoro, después de todo. Pero esa noche, en un vestido rojo corto y en tacones, era diez veces más atractiva. Estaba claro se había vestido para impresionar al oficial. Y lo había logrado.

Y su cabello.... Dios, como le gustaba el cabello negro.

Isidoro soltó una bocanada de aire, alzando las cejas mientras apreciaba a la chica en frente de él.

«Uy, uy, uy. Todo eso me voy a comer. Olé» canturreó en su mente.

A Gabriela, siempre en tono de conquistador, le dijo:—Estás preciosa.—Se inclinó y le besó la mejilla.

Cuando se separó de ella, no pudo resistir la tentación de poner un mechón de su cabello detrás de su oreja. No sabía por qué, de repente, tenía un favoritismo tan marcado por el cabello negro, tal como lo tenía Gabriela. Tal como el de Freddy.

—Gracias—le responde ella, sonriendo—. Tú siempre estás guapo, así que nada que decir.

Aunque Isidoro llevaba ropa de civil casual, era cierto que se veía extremadamente guapo. Era de ese tipo de personas que, sin importar lo que usaran, siempre tendrían un atractivo que te hacía mirarlos. A Gabriela se le hacía aún un poco surrealista la idea de que iría a una cita con este hombre y que incluso, si tenía un poco de suerte y si él había entendido las insinuaciones que ella había lanzado, acabarían teniendo sexo.

—¿Nos vamos?—añade la pelinegra.

Antes de que Isidoro le informara que no tenía coche, Gabriela volvió a hablar.

—¡Ah, por cierto! Vi a unos tipos sacando cajas de tu apartamento. El celador me dijo que eran de una empresa de mudanzas, y que tú habías dado el permiso. ¿Te vas?

Isidoro parpadeó un par de veces, tratando de ocultar su confusión. Había olvidado completamente el mensaje de texto de 15 diciendo que se encargaría de la mudanza. No estaba seguro si quería o no saber cómo había hecho ella para hacerse pasar por él y que el celador dejara entrar a gente en su apartamento.

—Sí, sí. Me entregaron mi nueva casa hoy. Pedí que hiciera la mudanza mientras trabajaba.

La pelinegra puso una expresión triste y se lamentó por el hecho de que ya no serían vecinos.

—Algún día te invitaré. No te preocupes. Es más, si quieres vamos hoy, cuando terminemos en el Malibú.

Sonriendo, Gabriela asiente, desde ya planeando cómo llevarse a la cama al peliblanco.

Aprovechando la situación, Isidoro le dijo:—Pero eso quería decirte, teta. Con la mudanza también se llevaron mi coche, así que no tengo con qué llevarnos al Malibú.

Gabriela se encogió de hombros.—No hay problema. Podemos ir en mi coche. Déjame ir por las llaves.

***

Cuando Noah, Freddy, Gustabo y Filadelfo llegaron al Malibú, la fiesta estaba en pleno apogeo.

—¿Que coño es esto?—gritó Freddy por encima de la música—. Yo creí que íbamos a un bar, no a una puta discoteca.

BloomDonde viven las historias. Descúbrelo ahora