Capítulo 16

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El camino hasta casa de Isidoro era largo, pero afortunadamente para Freddy, no faltaba mucho.

El oficial había estado todo el trayecto alternando entre dormirse por pequeños lapsos y despertarse e intentar hablar con Freddy.

—Trucazo...

Freddy suspira. Ya era la tercera vez que el peliblanco iniciaba una conversación después de dormirse en medio de la anterior. Nunca había conocido a un borracho que hablara tanto como Isidoro.

—¿Qué quieres, pavo?—responde, un poco fastidiado.

—¿Por qué te caigo tan mal, tete?

El comentario lo toma un poco por sorpresa. No se esperaba una pregunta de ese estilo.

—No me caes mal—respondió luego de un momento.

Y era verdad, o eso consideraba Freddy. Desconfiaba del oficial, y por lo que había visto de su comportamiento, era obvio para el gallego que Isidoro estaba escondiendo cosas. Esa era la razón por la cual trataba de mantenerlo a distancia, sin permitirle al peliblanco pensar que eran amigos. No quería que le pasara igual que a Gustabo y que una amistad nublara su capacidad de ver los hechos de forma objetiva. Pero entre lo que cabe, Freddy tenía que aceptar que fuera de su desconfianza, Isidoro no le caía mal del todo, aunque habían comportamientos suyos que el comisario no soportaba.

Sin embargo, así como no le caía mal, tampoco le caía bien. A Freddy no le importaba mucha gente en este mundo, y el oficial no era una de esas escasas personas.

—¿Entonces?

—¿Entonces qué?—pregunta Freddy.

—Es que no te entiendo, tete. Me tratas mal desde el minuto uno, me ignoras, luego me tratas bien, te ríes de mis comentarios e incluso me llevas a ver mi casa nueva. Después, de la nada, de vuelta a tratarme mal e ignorarme. Y luego, en la discoteca, me comes con los ojos, pero ahora actúas como si me quisieras a un kilometro de distancia.

Eso último no lo había dicho con insinuaciones, con la intención de acusarlo o para cuestionarlo. Simplemente comentaba un hecho.

Y aunque Freddy quería negarlo, era verdad que en la discoteca no había pensado en mantenerlo a distancia sino en cómo recortar el espacio entre ellos sin que nadie se diera cuenta. En cómo quería ponerlo contra la pared y hacerlo olvidarse de la pelinegra. En lo mucho que quería tenerlo entre sus manos.

Freddy no dijo nada.

La verdad es que se le hacía muy extraño su propio comportamiento de esa noche. No solía ser una persona que se dejara llevar por sus deseos. Y hasta ahora, no había tenido nunca ese impulso de querer tocar a Isidoro. Pero había algo dentro de él que simplemente no podía quedarse quieto al verlo con Gabriela. Tal vez era porque cuando patrullaban juntos, en medio de su deseo de agradar a Freddy, el comisario parecía volverse lo único importante para Isidoro. Y esa noche lo vió dándole ese lugar, su lugar, a otra persona. Y no le gustó nada.

—Eres...eres como una mujer, Trucazo. No te entiendo. Y no me dices qué hice mal.

—Simplemente no me agradas—dice Freddy.

Lo que quería decir era que no le agradaba la idea de que había un pasado sospechoso a sus espaldas que le impedía a Freddy sentirse del todo cómodo con el peliblanco como su compañero. Cuando se encontraba pasándoselo bien en compañía del oficial, recordar que era el objeto de su investigación solo servía para arruinarle el ánimo.

Tampoco le agradaba que le diera su lugar a alguien más. Que le diera tanta atención a una persona diferente.

—¿Ves?—exclama Isidoro, señalándole con un dedo—. Y antes habías dicho que no te caía mal. Te contradices.

BloomDonde viven las historias. Descúbrelo ahora