Cuando Isidoro se levantó, tenía la peor migraña que ha tenido nunca.
Por un momento, no tenía ni idea de dónde estaba; la habitación era desconocida para él. Le tomó más de unos minutos recordar que estaba en la mansión. Se tendría que acostumbrar al lugar.
Se sentó. La cabeza le daba vuelta.
Miró su móvil, descartado en el suelo, y lo recogió. La hora indicaba que eran cuarenta minutos más tarde que la hora en que debía empezar su turno, por lo que sintió pánico y se levantó de golpe, lo que sólo sirvió para darle aún más mareo y náuseas.
Eso hasta que vio un mensaje de un número desconocido.
Número desconocido: "Isidoro, soy Noah Holliday. Con lo ebrio que estabas anoche, te cambié para el turno de la tarde que seguro no te levantas ni queriendo."
Soltando un suspiro, se dijo que le agradecería a Noah cuando se lo cruzara por comisaría.
Con ese cambio, Isidoro aún tenía tres horas antes de empezar a trabajar. Lo primero sería pegarse una ducha y luego hacerse algo de comer que ayudara con la resaca.
La habitación donde estaba, al igual que todas, contaba con baño privado, por lo que descartó su ropa, la dejó en un cesto, y caminó hasta la puerta que daba a la ducha.
Cuando entró al cuarto de baño, lo primero que hizo fue verse en el espejo para ver qué tan desastroso se veía. Y, efectivamente, se veía tan mal como se sentía. Sus ojos rápidamente abandonaron el reflejo de su cara al notar el camino de besos que había marcado de su pecho. Siguió la línea con sus dedos, llegando hasta su cuello, donde notó una marca más grande que las otras. Era una mordida.
Y por más que intentara, Isidoro no podía recordar cómo pasó eso.
***
Cuando el oficial llegó a comisaría, se encontró con Filadelfo en los vestuarios, quién también estaba empezando su turno. Al parecer, era otro beneficiario de la bondad de Noah como jefe.
—¿Que pasa, tete?—saluda, aunque sin su usual energía.
—Vuelto mierda—responde Fila.
Isidoro se rie un poco. —Yo también, tío. No sé qué mierda me habéis dado tú y Gustabo pero yo iba ciego.
—Gustabo era el que estaba rulando los tragos. Yo sólo entregaba. No sé qué era, pero a mí también me dió y no veas cómo iba. No me acuerdo de la mitad de la noche.
—No veas, tete. Yo me levanté con una migraña que te cagas y unas ojeras hasta el suelo.
—Yo me levanté en el sofá del Holliday. Me hizo desayuno y todo. Yo creo que me quiere conquistar—dijo riéndose.
En medio de su charla casual, Freddy entra al vestuario.
El comisario y el oficial se miran fijamente por un momento.
—Hombre, buenas tardes. Bonita hora para entrar de servicio—les dijo a los dos que estaban poniéndose su uniforme.
—Buenas, jefe—saluda Fila.
—¿Qué tal, tete?—dice Isidoro, tanteando terreno.
En su mente, el comisario y él seguían en mal terreno. Pero con los cambios de humor de Freddy, que no parecían tener ni son ni ton, valía la pena intentar ver cómo respondía ante un poco de colegueo.
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Bloom
RomanceLuego de verse envuelto en un escándalo en su antigua comisaría, Isidoro pide su traslado a Los Santos, lo más lejos posible de su antigua vida que tanto dolor le trae. Para evitar aún más daño y para proteger la identidad de quien lo ayudó a huir...