Capítulo 2

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Aparte de la mala experiencia conociendo al comisario, Isidoro estaba teniendo un buen primer día en la LSPD.

Cuando entró a los vestuarios, el grupo de agentes que se estaba preparando para iniciar su turno lo había recibido muy bien. Y también notó que varias compañeras parecían ser más coquetas con él que con otros policías, cosa que lo hacía sonreír internamente. Se aseguraría de pedirles sus números luego.

Mientras se quitaba su ropa de civil y trataba de encontrar el uniforme adecuado entre tantos que había en su locker, conoció a dos compañeros con los que sentía que se llevaría muy bien: Filadelfo Casanova y James Gordon.

Filadelfo, o Fila, como él le había pedido que lo llamara, era del mismo rango que Isidoro. Al verlo sufrir entre chalecos, camisas, pantalones, zapatos y accesorios, Fila fue el alma caritativa que lo ayudó a encontrar el uniforme de patrullaje ordinario. Y mientras Isidoro finalmente se vestía, comenzaron a hablar y se dieron cuenta que compaginaban bastante bien.

Gordon era subinspector y, al momento en que Isidoro y Fila empezaron su turno, era quien estaba en H-50, al mando de la malla de policías. Al notar que ambos oficiales se estaban llevando bien en los vestuarios, Gordon decidió dejar que hicieran binomio. De esa manera, el nuevo no se sentiría tan incómodo en su primer día.

Fue un pequeño gesto que Isidoro valoraba infinitamente. Aunque no lo mostraba, se había preocupado en que le tocara patrullar con un compañero que tuviera una actitud similar a la del comisario. Tan solo pensar en pasar las horas de su turno encerrado en un patrulla con una persona tan amargada lo llenaba de agobio.

Y a pesar de ser un superior, Gordon trató a Isidoro como lo haría un compañero más, cosa que le gustaba al peliblanco.

En su anterior comisaría, había sido bastante amigo de sus jefes. En parte, esa fue la razón por la cual pudo irse del país con su imágen e historial intactos, a pesar del fogoso escándalo que se cocinaba en su lugar de trabajo.

Mientras Filadelfo e Isidoro se dedicaban a atender llamados de robos menores, Freddy seguía en su oficina, los ojos aún puestos en el informe de traslado del oficial.

Mientras más vueltas le daba, más seguro estaba que algo estaba mal con el peliblanco. Sin embargo, no tenía ningún tipo de pruebas o indicios, y tampoco tenía tiempo de investigarlo personalmente; no mientras el superintendente estuviera fuera de la isla y Freddy tuviera que hacerse cargo de toda la comisaría en su ausencia. Y hasta donde sabía, Conway aún se tomaría una semana en regresar.

Con eso en mente, tomó su celular y abrió el chat de alguien que sí podía vigilar al oficial y, tal vez, descubrir la verdad detrás de su traslado.

Freddy: “Necesito que vengas a mi despacho. Te tengo una tarea.”

Rubia: “En camino.

Trucazo no esperó mucho tiempo antes de que Gustabo abriera la puerta de su oficina. Alguna ventaja tenía que tener que el recién llegado pasara la mayoría de sus noches en algún sofá de la comisaría.

—¿Que pasa, Freddy?—dijo el rubio a modo de saludo.

—Buen día, Gustabiño—le responde el comisario.

Freddy le hace un gesto para que se siente en alguna de las sillas del lado opuesto del escritorio. Y una vez se sentó, el gallego le extiende los papeles del traslado de Isidoro.

—No sé si ya has conocido al nuevo. Viene de España—le indica Freddy mientras se reclina en su asiento.

Gustabo suelta una risita.—No conozco ni a los que llevan años aquí, Freddy. ¿Cómo voy a conocer a este?

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