Bloom

Capítulo 23

En el camino hasta el apartamento de Freddy, Isidoro estaba callado, pensando en lo que haría nada más llegar. Era extraña la idea de empezar a vivir con el comisario, aunque fuera temporalmente, y sentía que los primeros días serían más que incómodos.

Para ser honestos, el tiempo que pasó en el hospital solo sirvió para hacerlo pensar sobre su situación con Freddy. Aún no recordaba exactamente lo que había pasado esa noche, pero entre Gabriela confirmando que esa noche estuvo unicamente con Freddy y el hecho de que recordaba algunas conversaciones con él, era innegable que el comisario había sido la "chica" que se había "empotrado". Pero aún así, imaginarse a Freddy con él en una cama era surrealista, y la imágen mental no venía fácil.

También había tenido sus dudas con respecto a si Trucazo estaba interesado en él. Era enteramente posible que lo de aquella noche fuera, en la cabeza del pelinegro, un error. Algo que solo pasó por causa del alcohol y el calor del momento. Sin embargo, la preocupación de Freddy al verlo en el hospital le hacía pensar que estaba equivocado. Y por si eso fuera poco, tomarse de la mano tampoco era algo que viera al comisario hacer con nadie más.

En ese momento, estaba casi seguro de que Freddy sentía algo por él, pero no podía evitar tener sus dudas. Sobre todo porque, tal vez, este lado lleno de atenciones por su parte era solo porque Isidoro estaba herido.

Nunca tenía este tipo de inseguridad con sus conquistas femeninas, pero con Freddy todo era diferente. No sabía como actuar a su alrededor ni cómo acercarse para comprobar lo que quería saber. Era inexperto con los hombres; no tenía idea de qué hacer o decir. Y Freddy no era cualquier hombre, además.

Trucazo notó que Isidoro estaba metido en sus propios pensamientos, por lo que decidió mantener el silencio que reinaba en el coche. 

El peliblanco, de la forma en que lo veía el comisario, parecía estar actuando extraño desde el accidente. El día anterior al choque, habían discutido, le había gritado, le había demandado hablar con él; había sido más que desafiante e insubordinado. En el hospital, se comportó tan pasivo que era raro. Su nerviosismo alrededor de Freddy era obvio, evidenciado por su constante rubor.

Y luego estaba el tema de las manos. En el lapso de unos pocos días, sus manos se había juntado un total de cuatro veces. La primera, cuando Freddy fue a su habitación luego de la cirugía, entrelazando sus dedos mientras el oficial dormía. La segunda, por la confusión de Isidoro cuando Freddy le pedía las llaves de su casa. La tercera fue inmediatamente después, aunque Trucazo no estaba seguro porqué tomó la decisión de tomarle la mano en ese momento. Y finalmente, esa mañana, el comisario estuvo un par de horas con la mano del peliblanco en la suya, incluso haciéndole caricias.

Freddy se negaba a pensar mucho en el significado de todo eso. Por su sanidad mental, se diría a si mismo que todo era porque el peliblanco estaba en el hospital, y verlo ahí, con todas esas heridas, había ablandado un poco a Trucazo.

Cuando llegaron al edificio donde vivía el comisario, Freddy se baja para ayudar a Isidoro con las muletas.

—¿Y si me cargas hasta tu apartamento?—sugiere el peliblanco cuando el comisario abre la puerta del copiloto.

A Isidoro no le gustaban nada las muletas. Eran demasiado incómodas, y pese a haberlas usado en varias ocasiones, nunca pareció acostumbrarse a hacerlo bien.

—Claro. Y también te doy dos besos, si quieres—dice Trucazo, voz cargada de ironía.

Aunque Freddy lo dijo sin malicia y con la intención de que fuera una broma, el comentario solo logró que ambos terminaran pensando en los besos que sí se habían dado hace un tiempo atrás. Trucazo lo recordaba con vívida claridad, pero Isidoro sólo tenía el fragmento de su voz pidiéndole al pelinegro que lo besara.