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El ambiente en el estudio estaba tranquilo, el eco de la música flotando en el aire mientras Victoria, con su largo cabello rojo desordenado, ajustaba los últimos detalles de una pista junto a Mauro en la cabina. Feli, sentada en el sofá del fondo, no podía concentrarse en otra cosa más que en la sensación que la atormentaba desde hacía días: el deseo, ese calor incómodo que se había instalado en su cuerpo y que no encontraba escape.
Victoria había estado en pleno tour por semanas. Cada noche, después de los shows, llegaba agotada. Las largas jornadas de trabajo y los compromisos no dejaban espacio para mucho más. Feli comprendía la situación, pero eso no quitaba que se sintiera frustrada. Quería tener un momento íntimo con su novia, pero cada vez que intentaba iniciar algo, Victoria estaba demasiado cansada.
Mientras Victoria y Mauro se reían por algo en la cabina, Feli notó que Mariana, la mejor amiga y manager de su novia, se le acercaba. Mariana, como siempre, tenía una mirada astuta y perceptiva, era imposible ocultarle algo.
—Nena, ¿qué pasa? —le preguntó Mariana con una sonrisa mientras se sentaba a su lado, cruzando las piernas—. Te veo inquieta.
Feli soltó un suspiro, mordiéndose el labio inferior antes de decidirse a hablar. Sabía que Mariana era su amiga de confianza y que, además, siempre tenía una solución para todo.
—No sé... —Feli se inclinó hacia adelante, mirando a Mariana con cierto nerviosismo—. Es que llevo días... con muchas ganas de estar con Vic, pero ella está siempre agotada. Apenas tiene tiempo para mí después de cada show. Y no es que no lo entienda, pero ya sabes cómo es... —dijo, jugando con sus dedos nerviosamente.
Mariana levantó una ceja, intrigada, y luego dejó escapar una pequeña risa, dándole una palmada en la pierna a Feli.
—¡Ay, mi amor, eso es normal! Pero si la nena está tan cansada, necesitas un pequeño empujoncito para que ella también se anime.
Feli frunció el ceño, confundida.
—¿Cómo un empujoncito?
Mariana hizo una pausa, mirándola con una sonrisa traviesa antes de acercarse más, asegurándose de que nadie más pudiera oírlas.