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Victoria siempre había sido la chica rebelde de la escuela. Con su cabello teñido de un rosa intenso y su actitud desafiante, era conocida por meterse en problemas. Sus días estaban llenos de cigarrillos, noches en fiestas y un sinfín de malas decisiones. La música era su única válvula de escape, pero incluso eso parecía no ser suficiente para apartarla del camino oscuro que había elegido.
En medio de ese caos, llegó Feli, la chica nueva en la escuela. Tenía una presencia tranquila, pero también una determinación que podía verse en su mirada. Feli notó a Victoria casi de inmediato; no solo porque era difícil ignorar su aura rebelde, sino porque veía más allá de su fachada. Veía el dolor escondido tras esa máscara de rebeldía.
Un día, después de la escuela, Feli encontró a Victoria en su lugar secreto detrás del edificio, el humo de su cigarrillo envolviendo su figura. Feli se acercó y se sentó junto a ella en silencio, dejando que el momento hablara por sí mismo. Durante unos minutos, ninguna de las dos dijo una palabra. Luego, Feli sacó un pequeño cuaderno de su mochila y empezó a dibujar.
—¿Qué haces? —preguntó Victoria, su voz sonando más curiosa que molesta mientras miraba de reojo el cuaderno de Feli.
—Dibujando —respondió Feli, sin apartar la vista del cuaderno—. A veces, en lugar de fumar, hago esto. Me ayuda a sentirme mejor.
Victoria la miró con escepticismo. No estaba acostumbrada a que alguien se le acercara sin esperar algo a cambio.
—¿Crees que eso es mejor que un cigarro? —respondió con una ligera risa amarga—. Dudo que un dibujo te dé el mismo alivio.
Feli se encogió de hombros sin apartar la vista de su boceto.
—No se trata de ser mejor, Vicky. Solo es... diferente. Te distrae. Hace que tus pensamientos se centren en algo que tú controlas, no en algo que te controla a ti.
Victoria la observó en silencio, sintiendo una extraña mezcla de enojo y curiosidad. ¿Qué podía saber esta chica sobre sus problemas? Aun así, había algo en la forma en que Feli hablaba, tan calmada, tan segura, que hacía que Victoria quisiera escuchar más.
Así, esa fue la primera de muchas tardes que pasaron juntas. Feli nunca juzgó a Victoria por su estilo de vida, simplemente se quedó a su lado. Lentamente, le mostró diferentes formas de lidiar con su dolor y sus problemas, no a través de sermones, sino a través de acciones. Juntas, empezaron a explorar nuevas maneras de expresar sus emociones. Feli la introdujo al dibujo, a la escritura, y al simple acto de escuchar música sin el peso de una resaca al día siguiente.